lunes, 28 de diciembre de 2015

25 y un milagro - El final

Bianca pasaba por mis recuerdos a cada momento. Después que me cambiaron a una clínica privada todo era diferente, ya no me podían visitar a cualquier hora y solo podían entrar de a uno. Raúl había intentado entrar pero le negaron el acceso. Esa vez que me disparó, lo llamaron a juicio, pero es un hombre tan Poderoso que el dinero le dio libertad de hacer y deshacer. Supe que había abusado de mi tierna Bianca, no en un grado tan alto porque ayuda alcanzo a llegar para salvarla. Nicol volvió a visitarme con su hijito y me alegraron varias tardes. La olla se había destapado y todos sabían de la infidelidad de Raúl, de sus lúgubres trucos para seguir impune y sus atajos para todo lo importante.
Solo en mi habitación una noche, recordé el momento preciso en que me enamoré de Bianca, con su sonrisa tierna y sus ojos llenos de emoción. Recordé nuestros miércoles de Restó y los fines de semana en casa de mi familia. Habían tantos momentos que podíamos haber disfrutado juntos como pareja y me los perdí. Raúl había tomado ventaja con sus propuestas y su dinero. Yo solo había terminado la universidad y había comprado una moto con el sueldo. Vivía para mí y buscaba mi felicidad en las cosas que no me la llegarían a dar. 
Exigí a la enfermera darme el alta hace unas semanas y me dijo que hoy era el día que al fin salía. Había sido un mes diferente a todo el año que ya había vivido en el hospital. La enfermera me desconectó los cables que cercioraban mi pulso. Me quitó las jeringas y puso en mi mano una llave: "El locker 27 tiene tus cosas" me aclaró. La miré aturdido e indicó hacia dónde debía ir. Abrí mi casillero y comencé a inspeccionar con detenimiento las cosas que habían dentro. Mi billetera, las llaves de mi moto, unas cuantas basuras que no importan y una foto; la foto que llevaba en mi chaqueta cada día, Bianca la había tomado y la imprimí para poder tenerla conmigo siempre. Sentí una presión fuerte en mi pecho y una lagrima quería caer de mis ojos. Aún no puedo creer lo que pasó con ella. Ay mi pobre Bianca. 
Dos semanas de tranquilidad osaron irse cuando Raúl irrumpió en mi casa un jueves en la tarde. Realmente ya no había razón para que él estuviera dirigiéndome la palabra. Lo que había hecho no tiene perdón ni de Dios. "Vamos Miguel, solo necesito aclarar las cosas" pidió él. "Aclarar ¿Qué? Arrebataste lo más bello que había en mi vida y te escapas de la policía por los millones que botas por el drenaje. Nicol no merece tu presencia. Ella es mucho mejor que todo lo que tú puedas intentar ofrecerle. De Bianca, ni hablar. Suficiente, vete ya." Le grité enfurecido. "Desorden de personalidad" balbuceó silente, "nada en mi vida está en orden, Bianca era la única que sabía de mi condición y la única que entendía por lo que estaba pasando, ella aceptó estar conmigo por lástima, pero siempre hablaba de ti, siempre soñaba con tus caricias, inventaba trabajar para dejarla sola en vez de golpearla. Mi genio era muy complicado y ella lo sabía, siempre me daba mi medicina aunque yo no me la quisiera tomar. Ella era un ángel". "Aun así tus celos la mataron" exploté con rabia. Ahora ni tú ni yo podemos disfrutar de su compañía. Eres un desgraciado, durante ese año que desaparecí de tu vida, solo la trataste como una basura, ella me contó todo" dejé escapar. Su mirada se paralizó y sus manos se petrificaron ante la idea de mis conocimientos; él sabía que yo me había enterado de cada cosa sucia que él había protagonizado, no aguantó su culpa y cayó de rodillas agonizando un llanto extraño. "Yo no quería que ella se fuera, solo quería que me amara tanto como te amaba a ti, ese año solamente volvía a casa a ducharse y cambiarse de ropa para volver a tu lado. Un día ya no aguanté y la tomé del brazo más fuerte que de costumbre. Llorando me rogó que la soltara y no pude mirarla con ojos misericordiosos. Quería que fuera solo mía. Ella forcejeó para irse y mis impulsos ganaron. La tomé y la arrojé a la cama..." "No sigas idiota" interrumpí. "¿Crees que me interesa en algún grado saber cómo te sientes? ¡Jamás me importaste!" Mentí con orgullo. Nada tenía valor para mí más que ella, sus caricias y sus besos era lo que me hacía sentir vivo, pero él me la había quitado, había hecho eterno lo único que me mantenía cuerdo. Lo eché de mi casa en medio de gritos y sollozos, llamé a al policía, pero su tonta excusa fue "está en condición mental diferente, no podemos encarcelarlo". Ya no se trataba de un doctor millonario, pero de un asesino incontrolable. 
Cada día era una tortura y a pesar de ir a casa de Carol y hablar con Lucas, nada mejoraba. Lucas se había hecho muy amigo mío en este último tiempo, "eres un luchador" me elogió un día, "aún luchas la guerra de tu vida, pero vas ganando" continuó. Jamás anhelé tanto estar con Bianca como cuando Carol me abrazó con un toque de pena, pena por lo que había vivido y pena por Bianca, una de sus amigas. Nicol también me mandaba mensajes y me llevaba almuerzo constantemente, pero todo se veía gris. 
Los monstruos de mi cerebro dominaban mi mente y no me permitían pensar. Anoté en un papel todas las anécdotas bellas que viví con Bianca y deseé sacarlas de mi cerebro. Camino al cementerio compré sus flores favoritas y enrollé la lista con una cinta verde agua, ese color siempre le quedaba bien en las tardes. Entré con calma y saludé a la portera como de costumbre, "Se ve más delgado señor Miguel, ¿Está comiendo bien?" Asentí y continúe hasta el pasillo 4, la fila 17, ahí donde estaba su foto. Ella era mi musa y no había pero que lo cambiara, cerré los ojos y sentí sus caricias en el aire. Supe en ese momento que debía continuar y arreglar las cosas. Buscar un norte al cual llegar. 


8 años pasaron con dificulta extrema. Mi pequeña Bianca ya cumplió 6 años y se parece a su madre. Esa niña pequeña me recuerda lo mejor de la vida, me recuerda siempre que las flores pueden aparecer después del invierno más frío. Mi pequeñita había nacido un 12 de julio, casi como si lo hubiera planeado. Su madre era perfecta, una perfección sublime, la amo tanto como a mi niñita. Cada cierto tiempo venimos los 3 a visitar a Carol, Lucas y su pequeño Antonio que ya casi cumple los 8 años. Carol sigue espléndida, luego del traslado de Raúl a una clínica psiquiátrica, todos vivimos más tranquilos. Lucas aún me llama 'sopenco' cada vez que puede, pero no hay nada que unos vasos de whisky no arreglen entre nosotros. Nicol decidió irse a otro país, lleva 3 años y su vida no puede ser mejor, me llama y hablamos alegremente. Siempre le manda saludos a mi esposa y exige que viajemos para conocerla, mi mujer se ríe y reclama que cuando tengamos mucho dinero podemos hablar de viajes. Esta tarde jugué con Bianca en el parque, le puse su vestidito Amarillo, su cabello rizado me recuerdan días bellos, y estoy agradecido de haberla encontrado, porque lo más hermoso de mi hija es lo parecida que es a su madre. Diana es hermosa. Aún me siento afortunado de saber que ella me encontró y arregló todos mis trozos rotos. La vida sigue, uso somos inteligentes, seguiremos con ella.

El futuro - Julio Cortázar


Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.
No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Un sueño con tortura

Yo ya sabía que lo nuestro jamás iba a suceder. Te miraba en la otra esquina del salón con tu sonrisa coqueta y me imaginaba cómo sería, pero sin el ánimo de hacerlo suceder. 
Hubo un momento, un trágico momento en que tomaste mi mano y me dijiste "necesito decirte algo" y saliste del salón, te seguí y entramos a una de las salas que estaban cerca. Jamás imaginé que no dirías nada, pero no hablaste, solo me mirabas, sonreías y te acercaste a mí más de lo que dos personas se acercan para conversar. No pude aguantarlo y te besé en la mejilla casi llegando a tus labios. Te sonrojaste y me dijiste "el último y ya". Con ambas manos tomaste mi cara, apoyaste tu frente en la mía y te aseguraste que no viniera nadie, el resto estaba decorando dentro para la actividad. Me besaste suave, tranquilo y me dejé llevar. Era mágico, como si estuviéramos hechos para besarnos. 
Volvimos a entrar a decorar como si nada hubiera pasado. Yo pensaba en que ese fue el único y último beso que nos dimos, pero tú planeabas otros más impulsado por tus ganas de tener mientras puedas. Cuando todos salimos a decorar el exterior, fuimos los últimos en salir porque me llamaste a ayudarte con unos globos y yo te seguí, pero no habían globos, ya los habían llevado para afuera. 
Y nos besamos otra vez, y otra vez, y era el cielo para mí. Pero escuchamos que alguien venía y solo buscamos las cintas para adornar. Tomaste mi mano y nuestros dedos calzaban a la perfección. Terminamos la actividad, tú en frente y yo abajo, donde están los espectadores. Todo fue bello, armonioso y encantador. 
Al irnos, tomaste mi mano y me besaste sin que importara que todos nos rodearan. "Están tan ocupados tratando de salir que nadie voltea" fue tu excusa. Me besaste otra vez, porque sabíamos que sería la última vez. Durante el viaje te sentaste con ella y me mandaste un mensaje: "estás pensando en nosotros?" Y negué con la cabeza. Estaba pensando en ella. En cómo le diríamos. Estaba pensando en que me encantaba besarte, me encantaba tomar tu mano, pero no era mi papel ese día. Esa escena se hace con otros actores. 
La dejamos en su casa y nos dirigimos a la tuya. Tu padre nos vio y me dijo lo bien que me veia, entró a la casa y me despedí de ti para siempre, era la última vez que nos veríamos en años. Qué manera tan agradable de recordar ese día. Solo dije adiós y volteé sin parar a abrazarte. Corriste y te pusiste en frente mío. Tus manos estaban en mis mejillas y tus ojos delataban todo de ti. Me acariciaste en cabello y una lagrima salió de mis ojos. "¿Por qué no fue antes?" Pregunté con rabia. "Porque jamás pensé que ya no estarías cerca. Nunca me atreví a aceptar esto que siempre he sentido". Y callaste mi siguiente frase con un beso, el beso más dulce, más mágico que jamás me han dado. Luego de eso, me abrazaste, me miraste y llegó el taxi. Tomé tu mejilla y te besé tiernamente una última vez, y me subí. Y jamás te volví a ver... Más que en mis sueños. 

Ni sutil ni sublime

¿Una daga? No, fue como una espada de doble filo pero de esas que no duelen, de esas que se parecen a las jeringas: sabes que está entrando, sabes que te va a doler en cierto grado, sabes que va a salir, sabes que lo vas a recordar por un par de horas, pero también sabes que después de ese día no vas a recordar dónde fue el pinchazo si quiera.
Algunas situaciones, por más que lo intentes, van a doler, van a causar un revuelo en tus gallinas de corral y van a obligarte a aprender cosas nuevas de ti. Apreciar esos momentos hará que sepas qué tan fuerte eres, y la calidad de momentos que puedes vivir en el futuro. Supongo que a eso apunta cada aspecto del dolor, hacerte notar qué tan débil eres, pero qué tan fuerte puedes llegar a ser. ¿No es eso crecer? ¿No es eso pasar de un estado a otro? ¡Ni que fuéramos sólidos a gaseosos! Recórcholis, ¿Alguien comprenderá a lo que apunta este registro? Señores, no nos desesperemos, las piezas del puzzle están sobre la mesa y de tanto intentar armarlo se doblan las orillitas, pero la imagen sigue ahí, no se preocupen. De verdad que no quiero que sientan pena o lástima. ¡Diache que tengo ánimo! Ya te dejé libre para vivir, ¿Recuerdas palomita? Ya podías aventurarte a las solitarias montañas de Alaska, esas frías cumbres donde, ambos sabemos, te combina mejor el viento en la cara. ¿No has llegado aún? Las historias jamás se repiten de la misma manera, por muy parecidas que sean las ramas del árbol. He estado soñando en el día de la niña en la mesita, y te digo que no se parece a nada que haya vivido antes. ¿Habrá algún lugar que solo nosotros conozcamos? En las que por fin las fronteras sean solo palabras buenas para adornar la situación en la que estemos insertos. Hay algo que ha faltado, algo siempre falta, un detalle.
He gastado noches solitarias mirando frente a la pantalla tratando de escribir, pero se da tan fácil cuando tienes un sentimiento fuerte, potente y consistente, casi tangible. Es una sensación magnífica de poder expresar en palabras las líneas y burbujas de pensamiento, escribir esos colores fuertes, como estallidos; pero también pintar con letras esas sutiles flores de un lila pastel, como los que se comen.

¿Conoces la tonada que antes de irte me dejes suavecito en el suelo? Creo que ya sé a lo que se refiere esa frase, pero no me hace falta la ropa que tiraban del ventanal. ¿Cómo puedo convencer al cielo de mantenerse naranjita? Creo que ya perdí la magia dentro de mi sombrero, está llegando el tiempo de encontrar al conejo, él sabe el tiempo y la hora. Y este no es el tiempo ni la hora. 

El orden de la flexibilidad

¿Has visto alguna vez como se prepara un globo aerostático para volar? Primero se prepara el suelo para anclarlo, de esa manera la persona puede tener el control del momento en que el globo comenzará a flotar. Segundo, se prepara el interior con todos los implementos para comenzar con el procedimiento de encender el fuego. Tercero, luego que los pesos están puestos, se enciende el fuego y se espera a que el aire al interior del globo se haya quemado. En términos simples, paso a paso se prepara para la culminación que es volar. Un pastel se prepara con ciertos ingredientes y luego de mezclarlos en un cierto orden se obtiene lo que queremos, porque los mismos materiales agregados de maneras diferentes preparan diferentes dulces… y a veces nada en realidad.
Supongo que si empezamos un bizcocho de vainilla y no tomamos en cuenta las proporciones del endulzante y se nos olvida la sal. A veces igual pasa que los ingredientes que usamos están en el orden correcto y en las cantidades adecuadas, pero queda de un sabor extraño porque de antemano sabíamos que uno de los huevos estaba pasado. Tenemos la posibilidad de hacer las cosas, pero depende de tantas cosas el resultado. Puedes tener todos los ingredientes correctos, medidas exactas e ingredientes en perfecto estado; pero si el horno no está precalentado, si lo sacas antes, o si lo sacas después se te daña por completo.
La vida gira de diferentes maneras, y a diferentes velocidades, tiene diferentes ritmos y hasta diferentes tonalidades. Si nuestro suelo no está bien preparado para resistir los tirones del globo, no pensemos que podemos ser capaces de resistir las tempestades del aire caliente. El problema no son los ingredientes, a veces es solo la velocidad en que los agregamos; para principiantes, la mantequilla tiene que estar bien mezclada con el azúcar para poder agregar los huevos, o queda grumoso todo el pastel.

Siento que cada vez que algo se empieza con demasiada emoción y no queda como esperamos, nos desanimamos sin ganas de intentarlo otra vez. Otros casos se dan que simplemente lo empezamos otra vez, pero ¿Cómo saber la manera correcta de hacer un pastel que sea del agrado del resto? Muchas veces le agregamos una buena cantidad de azúcar y nos dicen que es demasiado dulce. Lo intentamos otra vez con menos azúcar y hacemos que alguien diferente lo pruebe, pero este nuevo degustador tiene una afición a la dulzura y nos exige agregarle más a la próxima. Decidimos conformarnos con hacerlo a nuestro gusto y dejar de agradar al consumidor itinerante, aguardando que quien pruebe y le guste continúe estando cerca para cada biscocho recién horneado. 

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Cuentos de Vivian

La Jirafa que encogía

Había una vez, una jirafa común como cualquier otra, bueno, no tanto porque una vez se cayó por el hoyo que por error había cavado su hermano. Allá abajo, porque este no era un hoyo cualquiera, su hermano lo había hecho tan grande que podía guardar hasta las cosas más grandes del mundo, como: dinero, o incluso un árbol. Como el hoyo era tan grande, su hermano tenía que bajar de alguna manera a ese hoyo sin lastimarse, entonces ideó una puerta secreta debajo de su cama. La jirafa no sabía sobre esa puerta secreta, pero jugando una vez con sus amigos, se cayó. Entonces sus amigos llamaron a sus padres para ver qué le pasaba, a su vez, sus padres llamaron a la policía, ellos a su vez llamaron a los bomberos y los bomberos llamaron a los detectives y los detectives llamaron a los enfermeros... pero nadie la pudo encontrar; pero su hermano sabía dónde estaba, pero le daba miedo decir el lugar, porque había guardado cosas que a sus padres le harían enojar porque son cosas que él le había sacado a sus padres en secreto.
Mientras arriba pasaba todo esto, en el hoyo súper hondo, la jirafa había encontrado su peluche de infancia, mucho dinero -quién sabe cómo lo consiguió- y también al final del hoyo -muy extenso en realidad- encontró un tarro con un dibujo no muy común, eran tres triángulos y un esqueleto de jirafa, con líquido adentro. Entonces, la inocencia de esta pobre jirafa hizo que pensara algo muy particular: "Quizá esto ayude a los huesos" y sin pensarlo dos veces, se lo tomó.
En la superficie, su hermano había vencido su miedo después de dos semanas. Le dijo a sus padres dónde estaba la entrada, vieron a su hija, la jirafita, la abrazaron e iban a contarle algo, pero de repente desapareció... o eso creían ellos. Su hija no había desaparecido, se había encogido tan pequeña como una hormiga, sin embargo volvió a aparecer como por arte de magia. Sus padres sorprendidos dijeron: "¡Nos asustamos mucho! Pensamos que habías desaparecido, creo que la profundidad nos está afectando al cerebro" Entonces la jirafa les explicó y les dijo que no les estaba afectando nada y les contó la historia que ya todos conocemos.
Esta es la historia y la razón por la que desde ese momento, la jirafa comenzó a usar su poder para ayudar a los demás; convirtiéndose así en la heroína de la sabana.

25 y un milagro - 9

“Estaba vistiéndome cuando llamaste para decirme algo importante de Raúl, tuve que decirte que no podía porque ya casi era la hora de irnos. Sentí tu voz preocupada y estuve dándole vueltas a la conversación que sostuvimos hasta que me llamaste en el ventanal. Te veías agitado, nervioso, preocupado. Corrí a abrirte la puerta y asustado la cerraste tras de ti, dijiste algo de Nicol, a quien no conocía muy bien en ese momento, y entendí que había tenido un hijo con Raúl. No me diste tiempo para nada, Miguel, estabas muy extraño. De la nada apareció Raúl por mi espalda y solo escuché el disparo y vi tu pecho rojo, pensé que te perdería ese día. Tomé tu teléfono del suelo para llamar por ayuda pero el nerviosismo y el miedo me impedían marcar con facilidad. No había alcanzado a marcar cuando entró una llamada de un número guardado como ‘Nicol’. Raúl debió haberse fijado en esto cuando me tironeó la blusa para arrancarme el teléfono de las manos. Solo alcancé a levantar mi cara cuando vi su mano aproximarse para estallar en mi oído. No recuerdo mucho de esos minutos, pero te escuché gritar, perdía el conocimiento cuando vi a Raúl agarrar tu teléfono y estrellarlo contra el piso, luego perdí el conocimiento y desperté en casa de Carol con un gel cubriéndome la parte adolorida de mi cara; ella fue quien me contó de ti”. Me contó Bianca esa tarde mientras me acariciaba el pecho donde estaba la cicatriz. Todo entre nosotros estaba tal como lo había deseado, pero habían detalles que no me calzaban: Había pasado todo un año y Bianca me trataba con tanto amor como si solo hubiera estado en coma por unas semanas, ¿Qué me estaba ocultando?
“¿Qué ha sido de tu vida este tiempo?” Inquirí determinado. Ella palideció y levantó su cabeza, se quedó muda por un par de segundos y balbuceaba una y otra vez “nada, nada” mientras agitaba su cabeza en negación.  Quise preguntarle más, pero no parecía ser el momento preciso para hacerlo, causaba ruido en mi mente saber que pasó todo un año y Bianca continuó con su vida pero no se siente cómoda diciéndome lo que estuvo haciendo. Busqué otra consulta para hacerle, una que fuera más sencilla, pero no había; solamente la miré a los ojos e intenté en vano calmar la situación. “¿De Raúl se sabe algo?” fue mi siguiente movimiento. Ella bajó su cabeza preocupándome un poco. “¿Qué sucede?” pregunté un poco cabizbajo, ella levantó su mirada, no aguantó la presión y se levantó. Acarició su cabello y puso su otra mano en la cintura, su postura definitivamente no era de alguien que estuviera feliz de recordar el año que había pasado. La intriga me comía por partes y solamente quería que me dijeran las cosas de las que me había perdido. “No puedo ahora. Miguel, prometo que te lo diré, pero ahora mismo aun es difícil recordarlo sin sentirme un poco mal” respondió con tono triste, “mejor me voy y vuelvo mañana, ya se está haciendo tarde” fue su reacción. Ahora me quedaba con dudas y sin compañía, todo por haber querido preguntar lo que había pasado.
El Doctor Muñoz se acercó cercana las 11 de la noche para un control de rutina, me miró con aire preocupado y  me preguntó por Bianca, “¿Está bien?” exigió saber. “Claro que si” le dije, pero no entendía la relación que ellos sostenían. “¿Ustedes se conocen?” fue mi pregunta, él me miró atónito y sin poder creerlo me confesó “¿Ella no te ha contado aún?”. “Al parecer me he perdido mucho este año” le dije con tono sarcástico, estaba incluso un poco molesto, ¿Cómo Bianca me podía ocultar tantas cosas? “¿Me contará o solo me dejará con la duda?” dije firme al Doctor. “Solo pensaba que era más apropiado que ella te cuente, pero puedo darte algunas partes de la historia, las partes que yo conozco solamente” me miró con angustia, terminó de escribir cosas en su libreta, se colgó el estetoscopio y resopló desganado, caminó hacia la silla gris que estaba a un costado de la camilla, se acomodó y me llamó por mi nombre luego de mucho tiempo. “Miguel, Bianca es la única que ha venido cada uno de los días a verte, ella siempre te contaba lo que había sucedido y hasta se quedaba dormida acariciándote la mano o el cabello. Ella es tu ángel, siempre me preguntaba por tu desarrollo y por el día que llegaras a despertar. No sé qué la habrá pasado un día cuando por una semana no apareció y cuando volvió tenía marcas muy extrañas en el cuello y los brazos, algunas de las marcas tenían morado y azul a su rededor, al más nuevo de los doctores quizá se le dificulte, pero esas marcas son claras de forcejeo y maltrato; alguien le hizo algo muy feo a ella, porque luego de ese cuadro ella no era la misma. Entraba tranquila, sin su tarareo habitual, sin los saltos que daba” me contó con tranquilidad. “Doctor, ¿hace cuánto fue esto?” buscaba saber con miedo, “Creo que si prestas atención, aún puedes notar las marcas de sus brazos, eran los más marcados” me respondió amargamente. Se levantó y me aconsejó tratarla con cuidado y no preguntar mucho sino esperar a que ella se sintiera cómoda contándome los detalles. “Ella te ama, ¿Lo sabías?” preguntó antes de salir de la habitación. Sonreí y asentí con un nuevo cariño por ella, sí, yo ya la amaba, pero ahora mi amor era diferente, más profundo. Todo ya era tranquilo para poder continuar el descanso, y lo vi en el pasillo. Tenía cara diabólica, un cuchillo en la mano y sangre en su camisa. Intenté ocultarme bajo la sábana delgada pero me vio igual. Podía sentir su furia desde mi camilla, él intentaba entrar pero los guardias advirtieron lo extraño y corrieron tras él. Mi presión subía y las enfermeras corrían a chequearme. Todo por ese sopenco. 

Siguiente capítulo: 25 y un milagro - El final

lunes, 21 de diciembre de 2015

Cuentos de Gabriel

El perro mutante

Había una vez, un laboratorio de Estados Unidos en el que hacían cualquier experimento con seres vivos. Un día trabajaron con un perro. Esa fue una decisión terrible, principalmente porque le echaron un gas que hacía que todo se mezclara con él. Es decir, cuando algún otro animal chocaba con él, el perro obtenía alguna característica del otro ser.
Un día el perro iba cerca de la veterinaria cuando resulta que justo cuando llegó se cruzó con un gato, lo que pasó es que se transformó y cambiaron su cola y sus orejas.
Resulta que cuando llegó le dio un infarto a la veterinaria y cuando pasó eso, el ayudante de la veterinaria corrió a llamar a una ambulancia. Cuando la ambulancia llegó, tomó a la veterinaria, la subieron y en medio del camino... el carro explotó.
Fin.

Duendes de Juguete

Había una vez unos duendes que querían hacerle una broma a Santa Claus. A los renos la pusieron un lanza pintura y cuando pasó Santa, se dio cuenta que fueron los duendes. Santa se enojó y le dijo a esos duendes que se retiraran para los regalos de esta navidad. Ellos no pudieron estar en la navidad, por esto se sentían tan mal que tuvieron que decirle a otro duende que él los ayudara a convencer a Santa Claus para ir a ayudar en la navidad.
Alex, el duende que los iba a ayudar, le hizo preguntas a Santa y dijo que por favor incluyera a los duendes traviesos en esta navidad. Santa cambió de opinión y aceptó que los duendes estuvieran ayudando es esta navidad con la condición que ayudaran en cada regalo.
Fin. 

domingo, 20 de diciembre de 2015

25 y un milagro - 8

La noche que pasé fue un poco complicada, no había posición que fuera cómoda ni agradable para dormir; pero no era algo que me preocupara verdaderamente, ya había dormido por un año y quería saber de qué más me había perdido en todo ese tiempo. Carol vino a visitarme temprano en la mañana, se había recortado el cabello y Lucas se había dejado la barba. Entraron alegres a abrazarme; Carol, con cautela propia de una madre primeriza, me acercó a Antonio, su nene de 2 meses. Ella estaba radiante, con esbozos de agotamiento característicos de largas noches sin dormir. “Lucas estuvo muy preocupado por ti, Miguel” exclamó Carol con tono de burla, Lucas a su vez se excusaba diciendo que solo le preocupaba que alguien tan cercano de su esposa le pasara algo malo. Las asperezas entre nosotros iban quedando atrás finalmente. Antonio era un bebé muy especial, sus ojos eran igualitos a los de su padre, con la preciosa nariz de ella; lo tomé en mis brazos y su olor a bebé me llenó el alma, era una criatura tan maravillosa, no podía creer lo afortunado que era de poder cargarlo. Lucas se veía como un padre orgulloso de su muchachito, no dejaban de hablar de las estrategias que ponían en práctica para criar bien a su niñito y de los documentales de TV que Carol disfrutaba por las tardes. Toda la conversación parecía tan amena que pude olvidar por unos instantes mi dolor, estaba distraído con Antonio y sus sonrisas de recién nacido, estuve tan pendiente de las historias de ellos que casi me aprendo su vida de memoria. Era una tarde agradable, sin embargo sentía que necesitaba algo más.
Luego de un silencio corto que ambos hicieron mientras me acomodaba en la camilla, solté sin vacilar “Lucas, gracias por ayudarme esa noche, supe que fuiste a buscar a Bianca también para llevarla lejos de Raúl, no sabes lo agradecido que estoy contigo”. Bajó la mirada y con una leve sonrisa confesó que en una parte de su corazón, esa noche, él esperaba que ya hubiese muerto desangrado, pero cuando vio la expresión de tristeza de Carol y su crítico estado, no pudo más que retractarse de todos sus sentimientos, corrió por las calles buscando la manera de salvar a este pobre simplón para que su esposa estuviera bien; cuando entré en coma, continuó contándome, la culpa le comía la conciencia y oraba por mi mejora. “Eso te hace aún más valioso para mí, Lucas” agradecí con amabilidad. Con un fuerte abrazo despedí a Lucas y Carol, prometieron venir tan a menudo como les fuera posible, se despidieron y voltearon. Mientras salían, cerré los ojos para procesar esta nueva información en mi mente, mis ojos se mantenían rígidos hasta que oí su risa en el pasillo. Bianca al fin había llegado otra vez.

“¿Estás cómodo?” inquirió ella, “Feliz cumpleaños y un día” respondí nervioso, no me sentía así por verla desde cuando estábamos en la escuela. “Esa no fue mi pregunta, pero gracias”, su sonrisa era perfecta; como de costumbre, ella cantaba para subirme el ánimo, tarareaba mis melodías favoritas y cambiaba a sus canciones predilectas. En su repertorio siempre estaba nuestra canción, esa que escuchábamos y nos transportábamos a épocas más tranquilas, como cuando ella pasó un verano en el campo conmigo y mi familia; recuerdo haberla querido besar un par de veces, pero el nerviosismo juvenil me impidieron concretarlos. Ella acomodó las persianas y cerró la ventana porque el frio empezaba a entrar por las orillas. “Hace tiempo que no sentía este frío” resopló ella, arreglándose su chaleco de lana. “Tampoco yo” agregué burlonamente, ella se sentó en la silla gris del costado de mi camilla y me dijo con voz suave: “Miguel, hay tanto que necesitas saber de este tiempo” y su sonrisa cambió a desgano. “¿Quieres contarme?” inquirí sutilmente mientras en mi interior moría por saberlo todo. “Claro que lo haré” me respondió, “Pero el ahora es nuestro” y se paró de la silla para recostarse a mi lado. Me corrí a una orilla de la camilla para permitirle compartir esa plaza y media de colchón, se acurrucó entre mi pecho y mi mentón; olía a lavanda, como solía recordarlo, su cabello estaba suave al contacto y su calor abrigaba mi costado. La abracé con delicadeza y besé su frente. Ella mantenía sus ojos cerrados y una sonrisa en su rostro. “Tanto tiempo esperé para esto” balbuceó con ternura. “También yo” dejé escapar, “también yo”. Estuvimos así por poco más de 15 minutos que fueron el paraíso para mí. No había dolor, ni tiempo, ni interrupciones; solo ella y yo, juntos. Corrí el cabello de su cara y acaricié su mejilla, ella estaba por quedarse dormida y yo no podía más que observarla. Su suave piel y sus pestañas encrespadas no podían ocultar su cansancio, ahora estaba al fin tranquila después de su ‘año de angustia’ como había mencionado el otro día. Besé nuevamente su frente, y esbozó una sonrisa con una orilla de sus labios, su mente luchaba por mantenerse atenta a mis movimientos, pero su cuerpo no le permitía tal deseo. Besé su mejilla mientras con mi mano masajeaba su cabellera, ella abrió sus ojos suavemente y con aire de impaciencia exigió: “Estuve esperando mucho tiempo como para que me hagas esperar más”, y coquetamente movió sus cejas dándome el pie a concretar lo que estaba tramando. Y la besé, y todo volvió a tener sentido, como esa primera vez hace más de un año, cuando nuestras dudas eran más sencillas. La besé y su suave toque a fresas me embriagó el alma, la besé y no quería dejar de hacerlo. Podía sentirme como uno a su lado, respirábamos el mismo aire, sentíamos lo mismo en ese precioso instante. Era como magia de las que te atrapan porque el mago es muy hábil con las manos, te embobas con el truco y el resultado es mejor del que esperabas; así fue con Bianca, nunca un beso había sido tan maravilloso en mi vida. Ella era mía y yo completamente suyo. Volvió a acurrucarse en mi pecho y susurró con ternura “Creo que me enamoré de ti, idiota” y sonrió sin más. Esa tarde fue mágica. 

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25 y un milagro - 7

Abrí mis ojos y Bianca estaba frente a mí con una sonrisa tan hermosa que casi parecía un sueño. El aroma de la habitación era exquisito, podía transportarme al campo donde pasé vacaciones cuando niño, mi vida era pura felicidad en esos años, miré mis brazos y agujas perforaban mis manos, levanté la vista y Bianca seguía mirándome atónita; sus ojos delataban lágrimas previas y emoción del momento, no se veía cansada y tenía una extraña apariencia más adulta. Su cabello rizado me recordaba las tardes que pasábamos en el Restó los miércoles mientras ella vivía con Raúl; recordé lo importante que debía decirle de Nicol y su hijo pero al intentar hablar mi garganta carraspeó. “Tranquilo” me dijo “no has hablado en mucho tiempo, ten cuidado con tus movimientos”. Me ayudó a sentarme y comencé a recordar algunas cosas de esa fatídica noche. Carol también había estado ahí, dejó un globo con el típico mensaje de “recupérate pronto” firmado por ella, Lucas y su pequeño Antonio. Miré alrededor de la habitación y con tono burlesco me dijo “Logré que te dieran la 417, pensé que se te haría más cómodo, así tenemos una habitación en común”, intenté sonreír y el poco movimiento me pasó la cuenta. Ella se veía como un ángel, era lo único en lo que podía pensar. Luego de un par de minutos tratando de verme como un humano normal, comencé la ronda de preguntas para saber un poco más por qué estaba en el hospital ese día. Empezamos por lo simple y aunque casi obvio yo no sabía: “¿Cuánto tiempo llevo aquí?” pero antes de responder, entró la enfermera y un doctor con preocupación en su mirada. El Doctor Muñoz me revisó, tomó la presión y le pidió a Bianca que se retirara por un momento. Ella asintió y me miró: “Solo para que te orientes un poco, mañana cumplo 26 años, esperaré mi regalo” y se alejó cerrando la puerta y dejando la estela de su vestido azul en el pasillo.
Toda esa noche imaginé lo que podría haber sucedido en un año, cómo ha cambiado la vida y lo perdido que estaba. En mi mente todo se detuvo cuando llegué a casa de Bianca y la llamé por la ventana, ella sorprendida salió por el ventanal y vio mi agitación; se apresuró abrirme la puerta de entrada. Exhausto cerré la puerta tras de mí y le dije con palabras muy simples que Raúl había tenido un hijo con Nicol hace unas semanas. Dejó todo en secreto para poder rearmar su vida sin las interrupciones del prejuicio y aparentar ser quien todos creían que era. Fue en ese instante que oí el estallido y sentí la sangre brotarme por el pecho, no era el corazón, pero lo suficiente cerca como para matar a cualquiera. El rostro enfurecido de Raúl tras la ventana del salón y la pistola negra estaban fijamente clavados en mí, Bianca palidecía al solo verme sangrar, agarró su teléfono y marcó con nerviosismo mientras otra de sus manos se embarraba intentando ayudarme. Raúl la tironeó y la mandó lejos, con una sola cachetada la calló y la dejó inconsciente. “Aló?” se oía en el teléfono, y solo pude gritar con todas las fuerzas que me quedaban un ahogado “Auxilio” un par de veces hasta que no pude aguantar ni un segundo más.

Nicol llegó a visitarme al día siguiente, era una agradable vista de ella y su pequeño que ya cumplía un año. Era un niño hermoso, sonriente y bien parecido a su madre, con suerte jamás tendrá que parecerse a su padre. Nicol había oído de mi despertar y, al igual que la mayoría que me conocía, estaba sorprendida. Entró a la habitación y soltó un suspiro de alivio y se apresuró a sentarse cerca de la camilla mientras su hijo se acomodaba entre mis piernas. “Fue todo mi culpa, no debí haberte dicho todo ese mismo día”, explicó, “Supuse que algo andaba mal cuando te llamé esa noche para decirte que no fueras de inmediato a contarle a Bianca porque él sospechaba algo, pero ya era tarde y solo escuché un apagado grito de auxilio. Fue ahí que llamé a la policía y la ambulancia” completó. Al fin el registro quedaba un poco más claro en mi mente. Nicol había llamado a Lucas y Carol para que nos ayudaran, así cuando llegaron a casa de Raúl se llevaron a Bianca a casa de Carol para evitar que Raúl le hiciera daño alguno. Tras varias horas de búsqueda, lograron dar con Raúl en las afueras de la ciudad y lo apresaron al instante. Llegué al hospital con menos de la mitad de la sangre que necesitaba y con una inconciencia evidente. Me llevaron a la sala de emergencias y quitaron la bala de mi pecho. La recuperación tardaría unos cuantos meses, pero un daño en la arteria principal había causado un derrame en mi cerebro durante la operación. Nadie creyó que seguiría con vida después de eso, y el coma se extendió por todo un año hasta ayer que desperté de milagro. No bien pasó una hora cuando el niño de Nicol casi se cae de mi camilla y ella lo atrapó casi de suerte. Decidió que ya era hora de irse y me besó en la frente agradeciendo mi buen ánimo al enterarme de todo esto. “Vendré otra vez durante la semana” se despidió alegre, no todos los días despierta alguien de un coma tan largo. 

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25 y un milagro - 6

Esa misma noche llamé a Carol para pedirle ayuda y consejos, se burló un poco de mí, pero accedió a juntarse conmigo al día siguiente. Charlamos alegremente por un par de horas, el helado se hizo muy poco y el café se enfriaba esperando que nos lo termináramos. Recordamos memorables tardes juntos en la plaza y lo bien que la pasábamos. Carol seguía radiante, con su nuevo bebé en camino su rostro irradiaba felicidad. Lucas había comprado una casa cerca de la playa y estaban decorando la habitación del pequeño Antonio que ya casi llegaba, la idea de una familia era tan agradable, solo quisiera que Bianca también quisiera una familia conmigo. “Nicol me habló de Raúl un par de veces pero lo pintó diferente a cómo es ahora” Carol interrumpió mis pensamientos, “¿Diferente? ¿En qué sentido?” Incurrí sin la amabilidad que había sostenido toda la tarde. “Diferente, más mujeriego y engreído, menos trabajólico y sin ganas de formar una familia, especialmente por eso Nicol lo dejó, él luego dejó de sociabilizar por un largo tiempo, compró su casa en la villa en que vive ahora y no se dejó ver hasta hace casi un año, cuando empezó a salir con Bianca” dijo Carol con tono desinteresado, a ella no le agradaba Raúl y se le notaba en la mirada y cómo se refería a él. ¿Por qué con Bianca? ¿Qué quería lograr? Pasados unos minutos me despedí de Carol cuando Lucas llegó a buscarla, fue un agrado verla y olvidar por unas horas la realidad. Lucas aun me miraba detenidamente con recelo, como si fuera a arrebatarle su pequeño. Lo felicité por su bebé y caminé hasta mi moto, bajo el casco había un papel con número de teléfono y un corto mensaje: “Hay algo que debes saber de Raúl, llámame”. Casi al instante tomé mi teléfono y guardé el número por si perdía el papel.
La curiosidad me aniquilaba, por mucho que habían pasado tres días desde que hablé con Carol, no podía sacarme de la cabeza lo que ella había dicho: “No se dejó ver hasta cuando empezó a salir con Bianca”. Retumbaba en mi cabeza el mensaje en la moto y mi cabeza no hacía más que repasar las pocas conversaciones que alguna vez había sostenido con Raúl: sus movimientos, su necesidad de no dejarse llevar por los demás y su constante alejamiento para hablar por celular: era doctor, tenía muchas llamadas de seguro, pero ningún doctor que conociera habría mirado con expresiones tan extrañas como él lo hacía con Bianca y Carol. El tipo parecía muy extraño para mí desde el principio, pero siempre me convencía que eran mis celos nublándome la vista, después de todo, Raúl era un tipo tímido y de pocas palabras. Sin aguantarlo más llamé al número que previamente había guardado en mi celular y esperé, esperé y esperé. Casi termino la llamada cuando una voz contestó, su voz, más familiar que de costumbre, respondió: “Pensé que no llamarías Miguel, había estado esperando”.
Nos pusimos de acuerdo y nos encontramos con Nicol en el café cerca de mi casa, poco habíamos hablado cuando me dijo inesperadamente: “Sé que amas a Bianca y que ella se va a casar con Raúl, pero hay algo que debemos evitar”, aguardó mi respuesta, pero mi sorpresa no me permitió hablar. “¿Qué sabes del hijo que tuvo hace poco?” me preguntó ella intentando en vano disolver mi sorpresa. “¿Un hijo?” fue todo lo que pude decir, “No sabía que Raúl tuviese un hijo” resoplé con tono exigente, “cuéntame”. Nicol bajó su mirada y con tono endeble soltó unas palabras: “Hace varios meses ya volvió a salir conmigo, hablamos y Raúl quería intentarlo otra vez conmigo, pensé que seguía igual de engreído y le dije que no, aunque no me esperaba lo que me sucedió después”. Casi adivinando lo que seguía le pregunté si el bebé estaba bien. “Por supuesto” me dijo, “Un padre con mucho dinero puede hacer que cualquier madre no revele nada” fue su explicación. Hablamos en cuanto al pequeño y cómo había sido su recuperación post parto. Su rostro decaído evidenciaba las noches en vela que había tenido que pasar y la tortura que significaba no decirle nada a nadie, ni a sus propios padres. “Es casi un alivio Miguel, no sabes lo difícil que ha sido para mí” dijo finalmente con un esbozo de sonrisa; “gracias por confiar en mi” respondí, no estaba seguro si la nueva información era buena o mala para mí, pero de seguro Bianca debía saberlo.

Marqué su número y ella respondió casi al instante. “Debemos hablar algo muy importante” dejé salir sin cuidado, ella preocupada quiso aplazar nuestro encuentro “Hoy es una noche especial para Raúl y vamos a una cena del hospital, ¿No puedes esperar a mañana?” inquirió. “Mañana puede ser un poco tarde” y colgué mientras me subía a la moto, determinado conduje hacia la Villa de los ricachones y en el camino me topé con la Limusina del Doctor engaños. Mi enojo se dejaba ver a través del casco y salió casi por arte de magia del carro. Me gritó unas cuantas cosas para alejarme pero decidido le respondí “Bianca necesita saber de tu hijo”, me puse el casco y continué en dirección a su casa, a la rapidez que iba, de seguro llegaba antes a ella que el pelmazo ese.  

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25 y un milagro - 5

Desde aquí podía escuchar su risa, no había cosa más agradable en esos instantes, me había acostumbrado a tal grado a su bullicio constante que era casi imposible no extrañarla una vez se había ido. Estaba ahí yo, fuera de la mansión de Raúl esperando que ella se asomara al ventanal. Cada tarde después de almuerzo se juntaba con algunas vecinas a charlar de qué se yo y luego subía a su alcoba, a despejar su mente seguramente. Con precisión apareció como cada tarde de miércoles; su cabello rizado ondeaba al viento y su vestido de flores combinada con sus aretes de mariposa. Llevaba un labial rosa, distinto al que solía ocupar cuando vivía cerca de casa, sin embargo no dejaba de sonreír, por mucho que tuviera que fingir… podía notarlo en sus ojos. Con un pequeño llamado se paralizó y giró en dirección a mí, me sonrió e hizo señas para indicarme que bajaría en un instante. Dejé soltar un suspiro para dar espacio a la emoción de verla otra vez. Nuestros momentos a solas habían disminuido constantemente desde que se vino a vivir con ese hombre.
Cada tarde de miércoles durante los últimos 2 meses hemos quedado con Bianca de juntarnos para tomar un café en el Restó del sector en el que vive. Aún es extraño pasar por ella en mi moto cuando todos manejan carros de lujo y hasta limusinas, la vida es muy diferente en este sector; aún más cuando mi moto es tan tosca que dificulta pasar desapercibidos. Raúl es dueño de una casa modesta comparada con las otras de la villa, de igual manera es ostentosa comparada con aquellas en las que Bianca y yo solíamos vivir de niños. “Es más de lo necesario” decía ella, olvidándose de lo cómoda que podía llegar a vivir en ese lugar. Ante los suntuosos complejos no podía más que sorprenderme y sentirme menor que todo lo que me rodeaba; a veces, hasta la acera era más costosa que cualquier cosa que alguna vez yo había poseído. Bianca me miraba con recelo y no se dejaba sorprender por tan magníficos escaparates.
Llegamos al lugar y nos sentamos en la mesa de siempre, a la ventana porque ella adora sentir el sol del atardecer, ese naranja a las 7 de la tarde que a algunos ‘solo le molesta la vista’ para ella era lo más agradable, “Me hace recordar a casa y las cosas buenas” era su repetitiva razón, ya me la sabía de memoria junto a otras varios ‘tips’ incluyendo su flor favorita y la forma más entretenida según ella de hacer el trabajo arduo, aun así era hermoso escucharle decir esas cosas. Nos trajeron la carta y pedimos lo de siempre, trajeron el café mientras preparaban las tostadas con mermelada que tanto nos gustaban de aquél Restó. Esta era una tarde especial para ambos; para mí era una oportunidad de recordarle que, como ella había dicho antes, los dos meses habían pasado y ya era hora de volver a casa, deudas saldadas la dejaban libre para volver e intentarlo junto a mí; para ella era un día festivo, ni más ni menos que el día en que cumplía 25 años. Su emoción era evidente, estaba entusiasmada por los planes que teníamos para ese memorable 11 de Julio que, sin duda alguna, sería lo mejor de ese mes para ambos. Saqué un pequeño regalo que le había preparado, unos sencillos aretes dentro de una cajita, envueltos a su vez en papel de arroz de lila, su color favorito. Con asombro tomó el regalo y me abrazó, “Raúl no recordaba que mi cumpleaños era hoy, ha trabajado todo el día, gracias por recordarlo” me dijo titubeante; tomó el envoltorio mientras lenta y cuidadosamente lo abría, sin dejar que el papel se rasgara. Al instante se puso sus nuevos pendientes y comenzó a alardear de lo lindos que se veían en ella, me reí a la vez y aproveché la euforia para tomarle la mano y hacerle la pregunta que me había estado atragantando todas estas semanas: “¿Volverás a casa?”.

Pero no respondió, su sonrisa cambió por seriedad y su éxtasis repentinamente se tornó en serenidad de esas que asustan. Me miró con angustia y soltó mi mano, se cubrió el rostro y dejó relucir un anillo del que antes no me había percatado: tenía una sencillez y finura exquisitas, era plateado con una rosa grabada en el frente, me fijé en el dedo que estaba el anillo y mi cara perdió su color. “¿Cuándo fue?” solté sin pensar, evidenciando enojo y celos en mi cara. “hace dos noches me preguntó si quería casarme con él en unos meses más” balbuceó ella. “¿No pudiste si quiera decírmelo?” resoplé con enfado aguardando una explicación coherente, mientras intentaba recordar que era su cumpleaños y merecía una buena tarde. Me calmé y la miré, sus ojos sollozantes revelaban su ternura y la necesidad de protección, en ese instante recordé cuánto la he amado y lo importante que es en mi vida, y lo feliz que quiero que sea. “Quiero ayudarte, ¿Puedo?” recurrí luego de calmarme, ella sorprendida asentía con recelo. Hasta aquí había sido un cumpleaños extrañamente memorable. Vino Carol a mi mente y lo fuerte que ella fue al sobreponerse a la situación y deseé tenerla cerca, quizá era hora de pedirle un par de consejos. 

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25 y un milagro - 4

Ahora la decisión estaba en manos de Bianca. Luego que Raúl le dijera todo lo que tenía por decirle, ella salió de la habitación pálida y nerviosa; le costaba un poco respirar y no articulaba bien las palabras. Fue a su casa de inmediato y no dijo ni una palabra en cuanto a su conversación con ese hombre. Molesto me acerqué a Raúl a preguntarle sobre el asunto, pero con mirada competitiva me repitió unas burdas palabras de antaño: “Que el mejor gane”. Anonadado reaccioné ante la sugestiva invitación a luchar por Bianca, pero aún necesitaba saber qué le había dicho este tipo a ella. Bianca me había contado de él y de sus gustos; me habló de lo perfecto para ella que era él y me comentó en repetidas ocasiones lo bien que él la hacía sentir cada vez que la elogiaba. Sus labios decían emoción pero sus ojos delataban lo forzado que estaba siendo para ella. Me dijo una y otra vez lo bueno que yo hacía en su vida y noté convicción, pero aún chasqueaba en mi memoria la noche de nuestro primer beso y como Raúl le había propuesto ser su novio.
Bastaron unas horas para recibir el mensaje dudoso de Bianca: “¿Podemos charlar un momento?”. Eso estaba demás, ella sabía que siempre estaría dispuesto para verle y hablarle, ella hacía de mis días una montaña rusa en el mejor sentido de la expresión. Esa noche ahí me tenía, colgando de un hilo por saber qué le había dicho ese patán –que admitámoslo, era muy bueno, pero un rufián en cualquier historia- y por qué había quedado ella tan conmocionada. Su primera pregunta fue directa: “¿Qué sientes por Carol?” y mi corazón se detuvo por un segundo, ¿Qué tenía que ver ella en todo esto? “Nada” repetí convencido; ella entreabrió sus ojos y balbuceó otra pregunta que en un principio no comprendí: “¿Qué sientes por mí?” y otra vez mi corazón se detuvo, pero esta vez cobraba ánimo para responder de manera más calmada y con ánimos de héroe, pero mi mente no dejaba de divagar en Raúl y su absurda propuesta, él había jugado sucio y me obligaba a perfeccionar mi método. La miré a los ojos y le respondí con determinación: “Siento que solo quiero estar contigo, sentarme a tu lado por siempre y no dejar pasar ni un segundo más; quiero tomar tu mano y mirarte, tus ojos, tu sonrisa, Bianca, cada vez que hablamos, no dejo de sonreír” y de la manera más sencilla que pude, tomé su mano, acaricié su rostro y esperé una reacción… pero nada. Junté mi frente a la suya y respiré hondo del mismo aire que respirábamos. Acerqué mis labios a los de ella y sentí su amarga pena en los labios. Con ojos llorosos me miró y no pudo contener sus ojos vidriosos de estallar en lágrimas de dolor. “Tendré que irme lejos, no quiero hacerte sufrir viéndome con alguien más, sabiendo que tus sentimientos son tan profundos”. “De todas maneras me harás sufrir si no puedo verte nunca más” respondí con dolor. Exigí que me explicara, pero se limitó a calmar mis ansias con una invitación: “Almorcemos mañana en el café de Villa buena y podemos hablar más tranquilamente, necesito descansar”.

Llegué al café y pedí lo que siempre ella pedía, ordené la comida para ambos y aguardé pacientemente hasta ver su silueta aparecer en el horizonte. Traía una sonrisa de esas que se practican durante toda la noche y un ánimo del que notas cansancio pero no dices nada por protocolo. “¿Quieres ordenar algo para comer?” dijo con voz trémula. “Ya lo hice, pedí tu favorito” y me sonrió débilmente. Luego de la conversación de rutina de cómo había pasado la noche y qué le había parecido el clima de hoy volteamos nuestra conversación a lo que nos importaba realmente. “Raúl me pidió que me fuera a vivir con él” dijo nerviosa. Llegó el garzón y nos ofreció el vino de la casa, ella aceptó por ambos y me sorprendió con una frase simple: “creo que le diré que sí”. Sentía la impotencia llenar mi cerebro y bloquear mis movimientos, se nublaba mi vista y no podía expresarme con claridad. ¿Cómo era posible que ella aceptara irse con él? ¿Qué tenía que hacer para detenerla? ¿Qué hizo él para convencerla? La angustia no me dejaba hablar y tuve que beber un sorbo del vino recién servido. Con dificultad aclaré mi garganta y exigí una explicación más detallada de la situación y ella comenzó a relatarme cómo Raúl había pagado toda la cuenta del hospital y había cuidado de ella cada día durante las semanas que ella estuvo ahí, sonaba lógico pero injusto. “Pero tú no lo amas” solté con efervescencia y dejé que absorbiera tal declaración. “No tengo otra manera de pagar todo lo que hizo por mí; además, él ha sido tan amable y bueno conmigo, simplemente parece correcto” dijo tímida. “¿Y estás dispuesta a renunciar a tu felicidad únicamente para hacer feliz a un hombre que no te ama tanto como yo?” respondí con audacia. Nuestras miradas se cruzaron por más que unos segundos. Sus ojos vidriosos aparecieron nuevamente para recordarme lo frágil que había quedado estas semanas, me castigó un suspiro que ella dejó salir y su “jamás comprenderías” que soltó sin más preámbulos. Se levantó para irse dejando su comida a medias y sacando algunos billetes de su cartera. Me levanté y pregunté en búsqueda de esperanza: “¿Qué debo hacer para que no te vayas con él y sigas a tu corazón?”. Levantó su mirada y se acercó lo suficiente para besarnos, pero solo dijo “Ni yo misma lo sé” y se alejó sin decir una palabra más. 

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domingo, 13 de diciembre de 2015

25 y un milagro - 3

Mi cabeza daba vueltas luego de todo lo que había pasado. Con Bianca asistimos a la boda de Carol con Lucas y todo salió muy hermoso. Bianca estuvo delicada un par de semanas y le costó recordar algunas cosas al principio; olvidamos el tema de Raúl Vs. Miguel, aunque solo yo tenía un contador mental -en el que tenía más puntos a favor si de algo importa- y nos concentramos en ayudar a nuestra amiga a mejorarse. Carol estuvo muy presente ayudando a Bianca y por ello salimos a tomar un café un par de veces. Lucas sabía de todo el asunto y no pude evitar recordar cada vez por qué estuve enamorado de ella en la preparatoria, su risa tan tierna y su personalidad tan suave la hacían perfecta. Uno de los días me quedé conversando con Lucas en la terraza de su nueva casa y llegamos a la conclusión que nunca vamos a lograr sobreponernos a lo que pasó y lo suertudos que fuimos al zafarnos de lo que nos salvamos. Me miró directo a los ojos y me dijo "Miguel, ordena tu vida y haz las cosas bien desde ahora". Esa fue casi una sentencia, pero caló profundo.
Bianca me sonrió durante la ceremonia, estaba sentada en la segunda fila, en el asiento del centro, se veía espectacular con su vestido amarillo y su cabello rizado, el color de su sombra de ojos combinaba casi a la perfección con la corbata de Raúl, se veían bien juntos, pero los tres sabíamos que había algo extraño allí. Bianca tenía un broche naranja que acomodaba cada vez que volteaba a verme en la quinta fila. Sabía que iba a mirarme cuando su mano se acercaba al broche de su peinado, me preparaba y me dejaba ver fresco y radiante para conseguir su atención. Después de la ceremonia que definía la vida de la bella Carol, nos hablamos por un buen rato en el bar; de costumbre ella pidió su jugo de Mango y yo pedí un whisky con hielo. Nos miramos, conversamos y llegó Raul cuando empezaba la música, la sacó a bailar. Los vi moviéndose al son de la balada mientras sentía mi cara llenarse de celos y mi cuerpo se aventuraba con la adrenalina que comenzaba a llenar mis venas. Nunca estuve tan agradecido de la profesión de Raúl como en ese momento en el que, tras una llamada, Bianca volvía a quedar disponible. La tomé de la mano y la llevé a la pista de baile; rogué por la canción perfecta y no fue en vano. Fue una noche increíble en la que bailamos y nos reímos como antes. Me volvía loco saber que salía en citas con él, pero me agradaba que siempre tenía tiempo para mí. Su inteligencia me impacta y aún me sorprende lo asombrosa que es. Siento que si sigo así terminaré teniendo el privilegio de enamorarme de ella, pero no sé si ella tendrá la desdicha de sentir lo mismo por mí. Bailamos y le acaricié la mejilla, la miré directamente a los ojos y no pude más que soltar las primeras palabras que vinieron a mi boca: "Te ves maravillosa, como siempre, y aún quiero ser parte de tu vida por siempre". Ella se sorprendió un poco pero no se molestó, buena señal, ¿verdad?

"Ordena tu vida y haz las cosas bien desde ahora" sonaba en mi cabeza constantemente durante la boda; cuando salimos a la terraza del recinto ella se acercó a mí, tomo mi mano y dijo con una voz casi imperceptible: "¿Cómo lo haces para conquistar mi mente de esa manera?". Sonreí con un sentimiento de victoria y me acerqué a ella, "Es fácil cuando estás frente a alguien como tú" respondí con ternura. Jugueteamos con nuestros dedos hasta que no logramos contener nuestros deseos. Ella se me acercó y me besó como aquella primera vez en mi casa, hace ya varios meses atrás. Todo era perfecto... Hasta que en la puerta apareció Raúl, con una propuesta para Bianca; una propuesta que daría vuelta nuestro pequeño universo.

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viernes, 4 de diciembre de 2015

25 y un milagro - 2

Ya pasó una semana de que Bianca no me habla. Ese beso fue increíble, de verdad que si, pero ella no sabe qué hacer ahora, cómo reaccionar. Me temo haber perdido a mi mejor amiga. Bianca estaba saliendo con Raúl hace un par de semanas pero nada había salido de ello, Raúl era muy tímido y Bianca muy extrovertida, pero se llevaban bien y de alguna manera disfrutaban de la compañía del otro. Bianca me había contado un par de cosas de él, pero nunca pensé que llegaría a suceder algo entre ellos. Una tarde cualquiera me contó de sus miedos y sus desafíos, me contó de sus problemas del pasado y me reveló algunos secretos que tenía. Ella era asombrosa en ese instante, hablaba de cosas dolorosas como si solo fueran un antiguo cuento para asustar a los niños. Resultó en ser un gran día.
"¿Podemos vernos?", sonaba tímida en el teléfono, cosa inusual en ella. Corrí a su casa y toqué el timbre, ese timbre viejo que a duras penas funciona, y ella salió a recibirme. Nos sentamos en el pórtico y ella me sirvió jugo de manzana, trajo galletas y un par de muffins recién horneados. "Lamento mi lejanía" me dijo, delatando una risa nerviosa. Le pregunté por cómo se sentía y qué quería hacer; sonrió y tomó mi mano; el contacto de su piel con la mía fue como electricidad, mágico como la primera vez; me dijo lo mucho que me quería y la confusión que había en su cabeza en ese momento porque Raúl le había pedido ser su novia esa misma noche que nos besamos. Me dijo que quería decirle que sí, pero no pudo. Extrañamente sentí que ganaba un punto en una imaginaria lista de "a favor de Miguel". Su cara estaba serena, siempre ha sido así, solo que la disfraza con su habitual efervescencia. "Quiero besarte otra vez, y quiero escaparme contigo, pero tengo una vida que mantener y en este momento no me entregas la estabilidad emocional que necesito" fueron sus palabras. Sentí como mi corazón se partía. Las palabras se grabaron en mi cabeza como fuego y no dejé de pensar en su deseo de besarme y lo mucho que quería besarla yo también.  Pero sus palabras habían sido terminantes, yo no era el adecuado para ella en este momento y la quiero demasiado como para hacerla sufrir. Intenté cobrar ánimo para esa semana,  Bianca iba a viajar a casa de sus padres y volvería en unos días. Fui a dejarla a la estación y antes de subirse me abrazó por más de unos simples segundos y me besó la mejilla. La miré directo a los ojos y pude sentir sus ganas de concretar esa idea loca que teníamos ambos. Siempre ella fue la madura,  se alejó un poco de mí y me dijo: "aprovecha de pensar y organizarte,  sabes que te quiero mucho y que eres alguien sumamente te especial para mí. Prométeme que estarás bien", asentí y desapareció entre la multitud.
Ocho días más tarde y yo ya tenía el mejor plan de todos: Bianca volvería a verme y en ese instante le diría todo lo que siento por ella,  pero llevaría un ramo de flores conmigo, para no pasar vergüenza.  Pero el tren no aparecía,  revisaba el boleto una y otra vez y las 19:25 se me hacía horrible. No aparecía en ningún lado y ya eran las 19:40. Me acerqué a la dama del mesón para preguntar por el tren de las 19:25 y me respondió con una suave sonrisa "los trenes tienden a retrasarse en esta época del año producto del clima. Si no ha llegado a las 8, haremos una llamada de emergencia". Me senté a esperar esos 20 minutos que aún faltaban, esperé pacientemente pero el reloj parecía no avanzar. Luego de la tortura de los segundos eternos, volví a acercarme al mesón,  pero la cara de la asistente era diferente. Preocupada. Y luego soltó el teléfono por el que estaba hablando. Me paralicé ante la sola idea de un accidente,  aun así reaccioné y corrí por ayuda, y luego no podía hacer más que esperar lo mejor.

4 horas pasaron hasta que me dijeron en qué habitación estaba ella. Suerte que nada más ni nada menos que Raúl era su médico de turno. Al fin ese sopenco era para algo útil. Entré al hospital y me dijeron que estaba delicada y no debíamos molestarla con pequeñeces. Decidido subí al cuarto piso y ubiqué la 417.  Curiosa fecha,  un 17 de abril nos conocimos. Abrí la puerta y allí estaba ella, serena y hermosa. Me senté a su lado y tomé su mano delicada, le acaricié la frente y entreabrió sus ojos; era una ocasión sublime.

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25 y un milagro

No, aún no puedo creer que hoy es mi cumpleaños. 25 años. Ella tiene 24 y ya tiene toda su vida organizada, y yo aquí, esperando un milagro. Toda mi vida pensé que ser un adulto sería sencillo: te independizas, trabajas, terminas la universidad, entre todo te casas y tienes hijos, vives plenamente y envejeces junto a tu mujer. Suena sencillo. Pero nada te prepara para el quiebre que viví.
Estando sentado a punto de apagar las velas de mi vigésima quinta torta cumpleañera recordé las palabras que siempre salían de su boca: "Mi vida es muy feliz". Yo quería sentir eso también, pero las complicaciones de tomar malas decisiones pueden afectar hasta tus más simples planes, llega un punto en el que poco importa cuánto has trabajado por lograr hacer las cosas bien, sientes que todo está hecho un desastre.
Carol era la mujer perfecta. Tenía una hermosa sonrisa y cabello largo, era tranquila y simpática. Tenía una manera muy tierna de ver la vida, no le gustaba cantar mucho, pero disfrutaba bailar de vez en cuando. Mi amiga Bianca era todo lo contrario. Teníamos que pedirle que se callara, que hablara más despacio o que dejara de cantar. Sin embargo era muy simpática, tenía buenos planes y trabajaba duro por hacer de sus sueños una realidad. Siempre nos juntábamos y conversábamos, con ella era fácil.
Cuando descubrí que ser adulto era cosa compleja, decidí pedirle ayuda a Carol. Ella, con su serenidad habitual, podría guiarme a una decisión más cuerda. Nos juntamos a tomar jugo, de ese natural que a ella le encanta. Comíamos unas magdalenas cuando me lanzó la bomba. "Estoy embarazada" dijo con tono sutil, “no quería decírtelo, pero todo fue tan rápido que aún estoy conmocionada. Pero si de algo te sirve, esta puede ser una sorpresa de cumpleaños!”. "¡Aún falta una semana para mi cumpleaños!" Le dije con voz ronca. No me lo podía creer. No podía creerlo. No era posible que en tan solo una noche mi vida haya dado tantos giros incorrectos. Agarré mi vaso y tomé el último sorbo que quedaba. Le pasé el dinero de la cuenta y, con indignación grabada en la frente, me retiré sin decir más.
Llegué a mi casa destrozado, sin saber qué hacer. Llamé inmediatamente a Bianca y le conté lo sucedido; estaba sorprendida, pero con una calma impresionante me dijo "y cuál es tu siguiente paso a la solución?", "me gustaría retroceder el tiempo y hacer muchas cosas de diferente manera" fue mi respuesta. Sabía que no se podía y sabía que había sido mi decisión alejarme por un tiempo de ella, pero mi querida Bianca siempre estuvo ahí. Que tonto fui.
Carol me llamó esa tarde pero no tuve el coraje de contestarle el teléfono. Era una bebé, significaba muchas cosas, para ella y para mí. Significaba dejar de estudiar luego de lo mucho que me había costado retomar; significaba trabajar de sol a sol para juntar el dinero que esa criatura iba a necesitar para tener una vida buena, porque no es su culpa tener padres imperfectos. Significaba que ella tendría que sacrificar su tiempo, sus habilidades y su juventud, porque 22 años la hacen joven y a veces niña ante mis ojos. ¿Por qué lo hice? Carol llamaba otra vez, pero tampoco pude responderle, así con los siguientes 3 días. Bianca y yo nos juntamos a crear un plan que funcionara para mí y mi nueva situación. Ella siempre me recordaba las cosas buenas de la vida. Su risa estruendosa y su energía inagotable. Siempre tenía ideas locas. Pero la vida tenía que continuar, especialmente en este momento, cuando necesitaba el valor de reconocer frente a Carol que yo no podía porque no era suficiente para ella, que merecía algo mejor, pero que le iba a ayudar con todo. Le rogué a Bianca que fuera conmigo a enfrentar la situación, pero me miró con determinación y dijo "no es mi guerra". Me sonrió, arregló mi camisa me dijo: "solo dile la verdad".
Llegué donde habíamos quedado con Carol y con una risita nerviosa le dije que ahora si podía hablar y que me disculpara por estos 5 días sin dar señales de vida. Hablamos por mucho rato y al final de todo me dijo "Miguel, eres el hombre perfecto para alguien más. Solo que decidimos unir nuestras vidas por siempre. Lamento haber sido parte de todo esto, pero mi relación con Lucas debe seguir, él me ama y aceptó lo que sucedió. Me va a apoyar y ayudar. Nos vamos a casar en mayo."
Decoramos toda la casa y los invitados comenzaban a llegar; la primera, como siempre, fue Bianca. Llegaron mis primos y algunos compañeros de la universidad. Llegaron mis colegas y algunos amigos de la familia, pero Carol no llegaba. Cantamos y reímos por mucho rato, al cabo era mi cumpleaños y quería disfrutarlo. Apagué las velas y miré el rostro de los que estaban ahí y cómo Bianca sonreía sin parar. Observé detenidamente y no pude evitar imaginar qué habría sido de mí si hubiera aceptado ir al cine esa noche con ella y no ir al bar con mis compañeros de trabajo donde me encontré a Carol. Luego de unos segundos que parecieron horas, sonó el teléfono y sabía que era para mí, ya toda la tarde me habían llamado para felicitarme y mi hermana estaba aburrida de contestar y gritar "¡Miguel te buscan!"
Me acerqué a la puerta donde estaba colgado el teléfono y saludé normal. Era su voz entrecortada de emoción y me decía "felicidades, te tengo una sorpresa de cumpleaños". "Mientras no me digas que son gemelos, creo que todo bien" y reí con arrepentimiento, ¿Y si son gemelos? Ya la había arruinado otra vez. "El doctor había confundido los exámenes. No estoy embarazada, tu vida puede seguir normal". Al parecer, ese era el milagro que estaba esperando, pero mi vida ya no podía seguir normal. Todo lo que había sufrido, todo lo que había pasado por mi cabeza en esta semana me habían hecho reconocer algunas cosas importantes. Sabía lo que quería hacer. Sabía dónde quería llegar. Sabía con quién quería compartir mi vida y arreglarla, hacer las cosas bien.
Caminé decidido, sonriente, varonil. Ella me vio y notó la extraña emoción que me embargaba, me sonrió como siempre. Llegué a su lado y la abracé, le dije la noticia y me dijo que estaba feliz por mi, continuó hablándome pero no pude escucharle, la adrenalina subía por mi cuerpo. Sabía qué tenía que hacer ahora, esta vez sí sabía. Le dije que se callara y preguntó por qué.

Y la besé. Y todo cobró sentido.

Siguiente Capítulo: 25 y un milagro - 2

viernes, 27 de noviembre de 2015

Vecinos de tren

Ese fue el momento en que me capturó, cuando sus ojos se encontraron con los míos. Era tarde ya, cerca de la media noche cuando él se acercó a donde yo estaba. Ambos esperábamos el último tren camino a casa, pero sabíamos que aún faltaban 10 minutos. Esos eran nuestros 10 minutos. 
Él me miró en muchas ocasiones y, con mirada juguetona, lo miré también un par de veces. Nada especial había en él, nada fuera de lo normal. Un joven alto de jeans y zapatillas, su mochila pesada y sus audífonos blancos. Todo iba bien, hasta que decidió mirarme por más de lo acostumbrado por un completo extraño. Su mirada me quemaba en la piel y yo sabía que estaba interesado. Me resistí por un par de minutos hasta que mi curiosidad no me permitió seguir ocultándome tras mi libro. Lo miré y le sonreí. Ese fue mi error. 
Se acercó y preguntó si yo también era de "La Rivera". La última estación del tren, precisamente en la que yo vivía pero no quería admitirlo; con un nervioso "¿Por qué preguntas?" Tornamos la conversación en mejillas coloradas y narices arrugadas. Me contó que se había mudado hoy a ese sector y le costaba orientarse, pero que esta mañana me había visto subir al tren. 
Conversamos por los siguientes 5 minutos hasta que el silbido del tren nos devolvió a la normalidad. Yo ya estaba perdida en su mirada pero sabía disimularlo porque, ¿cómo iba a sentirme atraída por un completo desconocido? No tenía ni pies ni cabeza esta situación, así que decidí agarrar mi bolso y mi guitarra y subí al tren. 
Entramos y se sentó junto a mí mientras cerraba su mochila tras sacar un par de manzanas. Me ofreció una pero no quise aceptarla, aún la situación era incomoda. El olor del trabajo lo tenía pegado en la nariz, además había que agregar el olor sudoroso de la estación y el encierro del tren. Ya no podía con tanto, pero él me miró y me preguntó por la guitarra, que si tocaba y si le podía tocar algo. Me sorprendí con su "por favor!" Y su carita de perro mojado. Aún dudosa saqué la guitarra y le comencé a contar que soy maestra de música en un pequeño colegio fuera de la ciudad.  "¿Y qué toco ahora? ¡Solo conozco canciones para niños!" Fue mi primera respuesta. Su cara sonriente me dieron la tranquilidad que necesitaba para recordar una vieja tonada de amor, una canción simple que habla de dos personas amándose desde antes de encontrarse. Menuda canción, no se supone que hable de nosotros dos, pero así fue como todo comenzó. 
20 minutos fueron suficientes para hablarnos y reírnos, porque cuando llegamos a la estación y nos bajamos sabía que tendría que mantener una amistad "de tren" con él, que ya había cautivado cada fibra de mi ser. 
Me acompañó hasta mi casa y platicamos un tanto más. Sin saber qué tan lejos estaba él de su casa, quería decirle adiós, pero también quería que se quedará ahí frente a mí por el resto de la noche. Me dijo buenas noches y me besó la mejilla, con su mano acarició mi rostro y bajó hasta mi hombro. Me dijo lo bien que le había hecho hablar conmigo y lo agradecido que estaba de haberse mudado al barrio La Rivera. 
Me miró otra vez, tan profundamente como la primera mirada en la estación. Me miró por un tiempo que no alcanza a ser minuto, pero fue mucho más que segundos. Segundos profundos y mezclados con horas. Cuando su mano en mi hombro bajo suavemente hast tocar el borde de mi reloj y finalmente agarrar mi mano. 
Me dijo "te veo mañana supongo" y le dije que ya no, que probablemente ya no porque se acababan las clases. Me miró y sonrió y me acarició con sutileza mi mano con la suya. Con su mano derecha volvió a acariciar mi mejilla y se dirigió hacia mi. Esos 3 centímetros de separación eran tan cálidos que me llenaron de una sensación nueva e interesante. Sus manos sostenían firmemente mi cuello pero sin ser sofocante, sino con seguridad y cariño. 
Antes de concretar cualquier instinto que tuviera, abrió sus ojos y solo dijo "ya te había visto antes, mucho antes, en mis más dulces sueños. Sabía que te iba a encontrar algún día" 
Y el tiempo se hace confuso, recuerdo sus labios tan exquisitos al contacto de los míos. Recuerdo su perfume y sus caricias. Cada detalle de esos breves segundos. Abrí mis ojos y me dijo aún con sus ojos entrecerrados "soy tu vecino desde hace un par de horas". 

jueves, 26 de noviembre de 2015

Happy thanksgiving

Hoy es un día muy especial para algunos, no tanto para otros. Para mí es un día que puedo aprovechar para recordarle a algunos de mis más queridos cuán agradecida estoy por ellos. Puedo ser más agradecida con mi padre Celestial por todas las bendiciones que me ha dado, que me da y me sigue dando. 

Uno por uno, intentare referirme a la mayor cantidad de personas. Perdón a los que no recuerde, no significa que no los quiera o que no esté agradecida, pero hay una razón por la que me identifico con Dory de buscando a Nemo. 

A mi mamá le agradezco todo. Mi vida, mis habilidades, mis conocimientos, mis gustos, mis disgustos, mi lealtad a la iglesia y lo que aprendí al verla mientras crecía. Estoy agradecida por sus consejos y sus reproches. Estoy agradecida por cantarme cuando era pequeña, estoy agradecida por sus abrazos y sus caricias. Estoy agradecida por sus lasañas y sus pizzas, por las tradiciones que creábamos como familia sin darnos cuenta. Estoy agradecida por su amor incondicional. Por darme un ejemplo magnífico de cómo ser una Madre, una hija, una esposa, una hermana, una amiga, una profesional, una maestra, una compañera y una persona ejemplar. Estoy agradecida por sus constantes palabras de aliento y lo mucho que cree en mí. Gracias, mil gracias. 

A mí papá le agradezco todo también. Le agradezco la vida, su ejemplo, su ingenio y su creatividad, estoy agradecida de su buen humor y su manera divertida de ver la vida. Estoy agradecida de sus enseñanzas y de su energía cuando jugaba con nosotros. Estoy agradecida de su habilidad de ser un súper papa. Amigable y cariñoso. Estoy agradecida de su devoción a Cristo, por obedecer sus enseñanzas y esforzarse por ser un digno poseedor del Sacerdocio. Estoy agradecida por cuidarme y protegerme. Estoy agradecida por ser mi compañero de aventuras y travesuras. Estoy agradecida por tener tanta paciencia y enseñarme las cosas buenas de la vida. Estoy tan agradecida de saber que tengo alguien que me apoya y me cuida, que está dispuesto a irme a buscar en la madrugada cuando llego de viaje y está dispuesto a cuidarme de los peligros. 

A mis hermanos les agradezco su compañía, su amor y sus risas. Siempre recuerdo sus mejores cualidades. Estoy agradecida por bendecirme con sus travesuras, por ayudarme a hacer travesuras y por sostenerme en los momentos tristes. Estoy agradecida del ingenio del Claudio, de su habilidad para aprender y dibujar cuando le da la gana. Estoy agradecida de la capacidad creativa de la Vivi, por sus pulseras y sus collares y sus mil dibujos. Estoy agradecida de la energía y ánimo de Gabriel, porque corre conmigo y salta y juega y grita y baila sin parar. Estoy agradecida porque es por ellos que amo las familias grandes. 

A mis amigos, los más cercanos, esos que son incondicionales, gracias por quererme y preocuparse por mí. Estoy agradecida de Jorge y su parental control. Estoy agradecida por su cariño, por su bondad, su gran ejemplo de resistencia y fuerza. Estoy agradecida por su voluntad a ayudarme y sus chistes fomes 'that crack me up'. Estoy tan agradecida por su ayuda, porque sin él, mi vida no sería tan buena como lo es. Estoy agradecida por mi Yayi, la Naya loca. Estoy agradecida por su amor, su preocupación, por haber servido una misión y entender mis crisis mentales porque ella tiene las mismas. Estoy agradecida porque ella es tan firme en el evangelio, por ser de las que actúa y no sobre las cuales se actúa, por ser valiente y apañadora. Estoy agradecida por su ejemplo de gratitud y lo mucho que ama a las personas. Estoy agradecida por socorrerme y hablar conmigo. Estoy grandemente agradecida por mi mejor amigo, porque sabe sacarme una sonrisa aún después de haber sido la causa de mi molestia. Estoy agradecida por Mario, porque me acompaña en mis locuras, entiende mis chistes ñoños y me aconseja cuando lo necesito. Estoy intensamente agradecida de ese día, porque no hay historia más entretenida que la de cuando nos conocimos. Estoy tan agradecida de la Fer, porque ella sabe cómo funciona mi mente y sabe mejor que nadie conectarse con mi más profundo ser, estoy agradecida porque me conoce más que yo misma y sabe lo que necesito antes de yo 'figure it out'. (Estoy agradecida que sepan ingles!) Estoy agradecida de que ella sabe exactamente lo que mi estomago quiere y cómo ayudarme. Estoy agradecida que a pesar del tiempo y la distancia, la veo y retomamos donde quedamos. Estoy agradecida por mi linda Becky McKay, porque entiende mis juegos de Disney, entiende mis locuras y porque sabe quererme como lo necesito. Estoy agradecida porque tiene siempre una imagen, una frase o una cita de un libro que se asemeja a la situación por la que pasamos. Estoy tan agradecida de haberme decidido quedar a pasar la noche en la convención o no hubiéramos hecho click. 

Estoy agradecida por las buenas personas que me rodean constantemente, que vamos al cine y molestamos mientras comemos pichangas. Estoy agradecida por la Monini, porque con su carisma alegra mis días; agradezco por la Cami, gracias a ella he aprendido de la simpleza de la belleza y agradezco su buen temperamento; agradezco por las locuras de la Caro y aunque cambie de celular como con la ropa, agradezco que entienda y acepte mi forma de ser; agradezco a la Paty por sus ideas geniales y sus consejos de vida, por las tonterías en la florería y por su risa; agradezco a la Ledita, porque por ella puedo creer un poco más en algunas cosas y porque reafirma el dicho de 'lo bueno viene en frasco pequeño' porque ella es tan tierna así. Agradezco su inocencia coqueta y su choreza, menos mal que entre ellas puedo sentirme la más linda, porque todas somos tan lindas como decidamos ser. 
Estoy agradecida por el novio de la Fer, Alonso, porque simplemente hace mi vida mejor. Estoy agradecida por las hermanas de la sociedad de socorro que sin saberlo siguen impresiones espirituales que cambian mi vida. Estoy agradecida por los misioneros y hermanas, ellos hacen que mi corazón acelerado se calme y me sienta protegida en medio de la ciudad. 

Estoy agradecida por 'dos completos por mil' y por las pichangas a 1500. Estoy agradecida por la ensalada cesar y por los tarros grandes de Nutella. Estoy tan agradecida por los jugos en cajita y por la leche con chocolate. Estoy agradecida por las 3 tritón de chocolate por 850 y las Quaker de avena a 600. Estoy agradecida por las botellas de Cachantun de litro porque me hacen tomar más agua sin darme cuenta. En la misión habrían sido mi salvación.  Estoy agradecida de los brownies y las manzanas Royal. Estoy agradecida por el manjar y la leche condensada. 
Estoy agradecida por la 129 y la 121 que son las más rápidas y siempre me paran. Estoy agradecida por el Jacarandá y las Gerberas, por los maules y el sol. 

Hay tanto por lo que quiero agradecer que realmente no podría expresarlo todo.  Pero van entendiendo un poco la idea. 

Finalmente, gracias por amarme, quererme y ayudarme. Gracias. Gracias. 

domingo, 15 de noviembre de 2015

#Sorry

Y se subió hasta donde yo estaba y me tomo de la mano. Sutil, imperceptible y encantador, como siempre. Me miró a los ojos y se acercó a mí para decirme al oído algo intrascendente. Nos miramos a los ojos y sabíamos lo que queríamos, pero no me atreví. 
Volvimos a vernos y prácticamente corrí a saludarlo. Un abrazo, un beso en la mejilla y unos diálogos gastados que solo hacían que la espera fuera menos agotadora. Sus ojos sonrientes y sus manos moviéndose al hablar mantenían fina mi atención. El color de su camisa le asentaba muy bien, además de su perfume. 
"¿Ya te vas?" Le pregunté mientras lo abrazaba. "No", fue su respuesta, sorprendido por la extraña pregunta, "solo era una excusa para abrazarte", respondí ante su mirada confusa. 
Mirar y sonreír se da tan fácil a su al rededor, precisamente es lo que me encanta de conversar. 
Al final, caminando para partir nuestros destinos una vez más, me recordó mi deuda, deuda que me pone muy nerviosa, pero que en el fondo de mi ser quiero pagar. Sonreí llena de nervios otra vez y sabía lo que se acercaba cuando caminó a abrazarme. Solo espero estar lista para que por fin la tercera sea la vencida.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Happy Birthday (:

Llevo una hora sentada frente a la pantalla sin saber cómo empezar a escribir. La verdad No sé cómo empezar a decir lo que quiero decir. 
I guess I want you to know how great these years have been. How incredible you've made me feel. 
Un día estaba en el deepest of blues, y de la nada me hablaste y dijiste que lo mejor de el día era hablarme. Fue como un milagro. 
Y así ha sido toda la vida, como un milagro. 
Mi cerebro no ha funcionado muy bien estos días, pero quién mejor que tu para entender eso, toda la vida es una montaña rusa, y solo se divierte uno cuando aprende a gritar en los rápidos, los lentos, los altos y los bajos.  La vida, mi querida amiga, se vive realmente cuando estamos dispuestos a dar, y tu, en estos años has dado más de lo que otra persona habría dado por mi. Tengo pocas teorías de cómo nos conocimos, pero ninguna es más importante que la pequeña satisfacción de tenerte en mi vida. 
son 22 años de locuras, 22 años de imaginaciones. 
Tenemos MILES de historias, literalmente miles, pero las canciones pegadizas, Katy perry en Just Dance, hablar hasta las 3:05 and more! contar historias, secretos y memorias, ir a coro, fiestas, noches de hogar, efy, campamentos, mutuales, actividades JAS, decir canciones al mismo tiempo, amar a los mismos, odiar a los mismos, Instituto, interestaca, ganarle a Arica en seminario, chocolates del hermano Aedo, Helados, F.R.I.E.N.D.S. y tanta, tantas otras cosas más.
Feliz cumpleaños, porque el 11/11 no pasa desapercibido.

lunes, 19 de octubre de 2015

Receta de valentía

De qué se compone la valentía? 
Un poco de miedo mezclada con una pizca de adrenalina? A veces una gota de acidez con tronquitos de canela! 
Muchas veces viene en dosis pequeñas para no acelerarnos tanto, otras viene en dosis de camión, para que dure todo el verano! 
La verdad, la receta no la sé, pero quizá se componga de risas nerviosas y manos sudorosas, carácter fijo y actitud determinada. 
Sea lo que sea, nadie es tan valiente como después de hacer lo que creía imposible.

domingo, 18 de octubre de 2015

Muy tarde

Era tarde cuando decidimos tener una experiencia fugaz, tarde porque las horas habían ido muy deprisa y mis padres ya habían llamado por la ventana para entrar a casa, tarde porque te ibas a otra ciudad, tarde porque ya había perdido toda esperanza de que te fijaras en mi. 
Era tarde para sacar la guitarra y ponerse a cantar, tarde para practicar acordes de una canción que había pasado ya de moda; era tarde para entonar ese sutil himno de ansiedad, ese que cantaste en esa noche, contra viento y marea. 
Era tarde para juguetear con nuestros dedos y encontrarnos entre miradas que duraban una eternidad en 3 segundos. 
Era ya muy tarde para ponerse de pie y dar un pequeño paseo por los arbustos del lugar, era tarde porque ya iban a empezar a regar. Era tarde para mostrarte mi anillo, el que reconociste días más tarde entre capas de lana. 
Era tarde para hablar de trivialidades, tarde porque otra vez se escuchaba el grito desesperado de una mujer en busca de su niña. Era tarde para decidir abrazarte, tarde porque ya lo había hecho unas tres veces en esos minutos. 
Era tarde para mirarte a los ojos, tarde porque ya sabía lo que venía. Tarde porque te habías intentado acercas a mí unas 4 veces y tus nervios te impedían concretar ese magnífico deseo de marcar mi vida para siempre. 
Era tarde para lo que seguía en la noche, decirme que era la indicada, tarde para abrazarme, tarde para besarme. 
Era tarde para convencerme de la realidad, esa magia que de ti provenía, que yo misma te compartía. Era tarde para reconocer ese momento como el más sublime de los segundos. 
Era tarde para mirarme y decirme que mañana seguiríamos con este asunto pendiente, que de pendiente solo quedaban nuestras ganas. 
Era tarde para ocultarnos tras los árboles pretendiendo ser parte de los juegos de los demás, solo para disfrutar de la maravilla de una aventura escondida. 
Era tarde para subir al último piso del edificio y recorrer mis gustos con tus labios, era muy tarde para las caricias amigables, esas ya habían pasado a un segundo plano. 
Era tarde para enseñarme el gusto de tu compañía, acostumbrarme a tu llamado y que te acostumbraras a mi canto. 
Era tarde para abrazarte y conocer cada parte de tu espalda, tarde para los masajes en la frente que hacían tus labios. Tarde para los secretos susurrados y canciones dedicadas. 
Era tarde para ir a la piscina, tarde para verte besando a mi amiga, tarde para recordar nuestros exquisitos momentos, tarde para mirarte de la misma manera, y muy tarde, demasiado tarde para pedir perdón. Más tarde aún para querer volver a mi vida con un desgastado "aún hay tiempo" porque, mi amigo, ya es muy tarde. 

sábado, 17 de octubre de 2015

"I'm terrified"

Rapunzel: I've been looking out of a window for eighteen years, dreaming about what I might feel like when those lights rise in the sky. What if it's not everything I dreamed it would be? 
Flynn Rider: It will be. 
Rapunzel: And what if it is? What do I do then? 
Flynn Rider: Well,that's the good part I guess. You get to go find a new dream.

Alguien

Ya las emociones llegan a ser momentáneas, esas líneas de expresión que en realidad expresan más que tus mismas palabras me dicen que ya no; que no siga, que pertenecen a alguien más, alguien ya las usó de comillas y ya se enamoró de su encanto casual. 
Alguien ya saboreó el dulce toque de tu mirada en sus ojos, ya alguien encontró refugio en tus manos y en tus caricias. Alguien ya tocó cada esfera de seguridad dentro de tu corazón, ya no hay espacio para otra. Alguien ya leyó tus palabras formadas en el viento, ya rió con tus cuentos y se imaginó como la princesa en cada verso. Alguien ya aprendió a reconocer tu olor, ese perfume penetrante que solo algunos perciben, alguien ya grabó en su memoria tus tonos al hablar, tus pequeñas miradas de inseguridad y tus tiernas facetas de adulto. Alguien ya escudriñó cada versículo de tu desaliñada realidad, alguien ya creyó en la posibilidad de un futuro resplandeciente. 
Alguien ya dibujó en papeles las palabras más tiernas para darte ánimo, alguien ya cocinó lo que sería contigo un sin fin de placeres. 
Alguien ya conoce tu libreto, y ríe cada vez que empieza la función. 
Pero tranquilo; para alguien, en algún momento, esa soy yo. 

lunes, 5 de octubre de 2015

1:50am

Yo de verdad que ya no sé qué hacer, porque pareciera que el amor es alérgico a mis letras. Nada parece funcionar cuando escribo y ninguna sonata romántica sale de mis aturdidos dedos. Mi cerebro aún quiere contar la historia del primer beso de aquella joven tan desaliñada del edificio amarillo; aún mis intenciones de contar la historia de cuando la misma joven se enamoró perdidamente por unos 3 días. Nada parece brotar de dos dedos bien regordetes, que ni con ejercicio cambian.  
Me han dicho que la inspiración solo ataca a quienes están trabajando, pero resulta que de tanto trabajar, ya no me queda tiempo para contar las anécdotas escondidas de tal extraordinaria aventurera. 
Primero lo primero, nadie puede explotar de tantas letras, pero la cajita donde se guardan se puede romper, ahí queda la escoba. De verdad necesitamos cajas más seguras. 
Segundo, necesitamos más ideales. Necesitamos gente que crea que puede ser protagonista, testigos ya hay varios, ¿alguien se casa? 
Tercero, las historias siempre tienen un gancho de verdad, y diache que cuesta a veces no relatarla toda. 
Cuarto, life goes on. 










sábado, 3 de octubre de 2015

En comparación

Había vez una niña, más hermosa de lo que ella creía. Tenía la sonrisa más contagiosa que existía, era inteligente y llena de ánimo, todo parecía ideal en su vida, parecía perfecto. Todo, absolutamente todo se derrumbó un día; el día en que le dijeron que no podía, y se la creyó. 
Meses pasaron de desilusiones y llantos, pero nadie sabía de su pena; todo el mundo aún creía en su bella niña que podía con todo. Nunca se dieron cuenta que ella, al igual que las otras bellas niñas, también tenía sentimientos. 
Luego de varios meses gritando su angustia en silencio, alguien la escuchó; alguien estaba pendiente de ella un día, vio su rostro y el movimiento nervioso de sus manos, oyó su risa, no era igual que antes, esta sonaba pálida y llena de compromisos. Alguien vio más allá de sus ojos cafés, alguien decidió prestar atención. 
Ese fue el momento en que ese alguien se transformó en su rescate. De ese momento en adelante todo se trataba de cosas más simples en comparación.  Volver a apreciar el aire y los rayos de sol, volver a amar la primavera y el invierno, hasta que el otoño y el verano sean partes de tu felicidad también. 
Hoy por hoy, la niña ya no es una niña, o quizá si, parte de ella aún vive en constante miedo de sucumbir otra vez; la gran diferencia esta vez, es que ahora ella sabe que puede, que nadie tiene el derecho de reclamar tu felicidad y apropiársela. Lo que tanto le costó aprender, amar su vida, su sonrisa y sus ojos. 
El siguiente paso será simple, en comparación.