domingo, 26 de noviembre de 2017

Otra vez soñé de ti

Otra vez soñé de ti, y en un instante estuve ahí, entre ustedes dos, ella quería ir a la piscina y tu querías ver una película. Debo ser sincera, la verdad es que yo quería estar con ella, pero tenía unas ganas enormes de relajarme en mi habitación. Así que me fui contigo, no con mi hermana. Subimos el espacioso ascensor hasta el piso 2 y caminamos con lentitud a la habitación, después de todo era la segunda habitación a la derecha.
Pedimos papas fritas a la habitación y prendimos el televisor con las películas ya pensadas. Recuerdo haber apagado la mitad de las luces mientras terminabas de poner la película. "¿En inglés?" me preguntaste, y tu sonrisa nerviosa delataba tu inseguridad y te dije que mejor en español. Nos sentamos en el enorme sofá rojo de la sala de estar y nos pusimos cómodos, tu en tu esquina y yo en la mía.
Pero la tarde no tardó en ponerse fría y partiste a buscar mantas para abrigarnos, pero sólo había una y me la diste. Estabas muerto de frío, pero eres más caballero de lo que piensas, y solo me cubriste a mi. Pasaron los minutos como si fuéramos eternos, y bajaba la temperatura cada vez más. Me acerqué un poco a ti para abrigarte con la mantita y dudaste, pero finalmente decidiste acurrucarte en el abrigo. Solamente fuimos tu y yo lado a lado, cubiertos por el mismo abrigo. Llegó un momento en el que pasaste tu brazo por detrás de mi nuca, y fue el cielo para mí. No tardé en acomodarme en tu hombro, como si fuéramos cómplices del mismo delito. Sonreí y todo cobró un significado diferente. No estábamos prestando tanta atención a la película como al principio, pero sabíamos exactamente cuán lejos estábamos del otro; no porque la distancia nos separara, sino porque había un tercer individuo que no habíamos tomado en cuenta hasta ese punto.
Otra vez soñé de ti, de cómo tus manos acariciaban mi espalda, buscando heridas que sanar. Estuviste ahí conmigo sin tener deseos que eso se terminara. Bajamos al Hall principal para hacer nuestras tareas de la universidad, tu con tus códigos y yo con mis letras. No podíamos dejar de mirarnos a través del salón. Nos habíamos parado lejos el uno del otro para no tentarnos a lo prohibido, pero yo era más débil, y me acerqué para tomar un descanso de las responsabilidades. Y te acaricié, cerraste tus ojos para disfrutar el cariño y suspiraste hondo, tomando energías para el resto del día. Me estaba alejando, pero ya no pudiste aguantar la presión y te doblegaste ante lo obvio. Tomaste mi mano y me pediste que me quedara, pero no que me quedara en ese lugar ni en ese momento, que me quedara contigo por el resto de tu existencia, que me quedara en tu corazón, tal como tú te habías instalado en el mío. Me arrodillé a tu lado y suspiré que sí, pero si queríamos permanecer el uno en el otro, había que hacerlo bien.
Y en ese preciso instante ella apareció, mi hermana. Te levantaste a recibirla y te abrazó fuertemente. No había que ser un genio para darse cuenta que tu corazón le pertenece a alguien más, y tampoco hay que mirar mucho para darse cuenta que ese alguien más no eres precisamente tú. Así ella notó algo extraño y decidió alejarse de nosotros, y tu fuiste tras de ella para arreglar las cosas. Te besó y tu le respondiste pero con lágrimas corriendo en tus mejillas. Ella abrió sus ojos y sintió tu dolor cuando decidió liberarte. "Vete, siempre lo supe" sentenció, y tu pecho se redujo en alivio. Volteaste a mirarme y sonreíste y mi pecho se alegró, mi corazón se ensanchaba mientras mi temperatura corporal se enloquecía, a lo lejos escuché un ladrido ensordecedor de mi perra, y abrí nuevamente los ojos para darme cuenta que todo ese tiempo había permanecido en mi cama, y que sin quererlo, otra vez soñé de ti.

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