Era tarde cuando decidimos tener una experiencia fugaz, tarde porque las horas habían ido muy deprisa y mis padres ya habían llamado por la ventana para entrar a casa, tarde porque te ibas a otra ciudad, tarde porque ya había perdido toda esperanza de que te fijaras en mi.
Era tarde para sacar la guitarra y ponerse a cantar, tarde para practicar acordes de una canción que había pasado ya de moda; era tarde para entonar ese sutil himno de ansiedad, ese que cantaste en esa noche, contra viento y marea.
Era tarde para juguetear con nuestros dedos y encontrarnos entre miradas que duraban una eternidad en 3 segundos.
Era ya muy tarde para ponerse de pie y dar un pequeño paseo por los arbustos del lugar, era tarde porque ya iban a empezar a regar. Era tarde para mostrarte mi anillo, el que reconociste días más tarde entre capas de lana.
Era tarde para hablar de trivialidades, tarde porque otra vez se escuchaba el grito desesperado de una mujer en busca de su niña. Era tarde para decidir abrazarte, tarde porque ya lo había hecho unas tres veces en esos minutos.
Era tarde para mirarte a los ojos, tarde porque ya sabía lo que venía. Tarde porque te habías intentado acercas a mí unas 4 veces y tus nervios te impedían concretar ese magnífico deseo de marcar mi vida para siempre.
Era tarde para lo que seguía en la noche, decirme que era la indicada, tarde para abrazarme, tarde para besarme.
Era tarde para convencerme de la realidad, esa magia que de ti provenía, que yo misma te compartía. Era tarde para reconocer ese momento como el más sublime de los segundos.
Era tarde para mirarme y decirme que mañana seguiríamos con este asunto pendiente, que de pendiente solo quedaban nuestras ganas.
Era tarde para ocultarnos tras los árboles pretendiendo ser parte de los juegos de los demás, solo para disfrutar de la maravilla de una aventura escondida.
Era tarde para subir al último piso del edificio y recorrer mis gustos con tus labios, era muy tarde para las caricias amigables, esas ya habían pasado a un segundo plano.
Era tarde para enseñarme el gusto de tu compañía, acostumbrarme a tu llamado y que te acostumbraras a mi canto.
Era tarde para abrazarte y conocer cada parte de tu espalda, tarde para los masajes en la frente que hacían tus labios. Tarde para los secretos susurrados y canciones dedicadas.
Era tarde para ir a la piscina, tarde para verte besando a mi amiga, tarde para recordar nuestros exquisitos momentos, tarde para mirarte de la misma manera, y muy tarde, demasiado tarde para pedir perdón. Más tarde aún para querer volver a mi vida con un desgastado "aún hay tiempo" porque, mi amigo, ya es muy tarde.