domingo, 25 de diciembre de 2016

18.09.2010

Hace ya un tiempo que quiero escribirte, contarte todo lo que pasa por mi mente. Pero no de esta manera, no tan anónimo, sino de una manera que alcance a tocar cada parte de tu mente y cada fibra de tu corazón; acariciar tu alma con un suspiro y hacerte recapacitar de todo lo que alguna vez creías verdad.
Eran las 8 de la noche cuando te vi entrar con tu vestido azul, venías combinando cada paso con el movimiento de tus manos y no dejabas de sonreír. Como siempre tu guitarra al hombro y tus uñetas en la boca, típico de ti. Yo no podía contenerme estando de pie en la cancha mientras te veía llegar, eras mi mejor amiga y mis pensamientos se volvían locos cerca tuyo. Yo soy el de las fotos, y recuerdo haber sacado mi cámara justo en el momento en que llegabas para capturar tu azul profundo con mi rojo alarmante; Te veías tan cansada de tanta celebración, un dieciocho de Septiembre no deja a nadie de pie sin haberle dado una dura batalla, pero tu estabas feliz, te encantaban esas cosas.
Por mi parte estaba ayudando a las personas a servirse comida, a organizar los juegos y cuidar de los más pequeños. "¿Falta mucho para las empanadas?" preguntaban todos, pero tu les respondías con una sonrisa gentil y decías que llegarán cuando tengan que llegar.
Es probable que no recuerdes nada de esto, pero para mi se me hace fácil, es tan fácil recordarte alegrando a tu familia y sonriendo al son de una buena cueca. Me volvías loco.
Al final de la noche logramos una increíble conversación que únicamente se vio interrumpida por tu novio que llegó a alejarte de mi y de nuestro momento tan agradable. Sabía que no estábamos juntos, pero soñar se me daba fácil. A lo largo del tiempo seguimos perdiéndonos, porque cuando al fin estás libre de ataduras y dispuesta a quererme, yo me involucro con alguien más y viceversa. ¿Cuándo coincidiremos?
Quizá pronto sea el día que volvamos a encontrarnos, y no para simplemente tomar un helado y hablar del clima, sino que encontrarnos, como lo hacen las constelaciones, con explosiones y fuegos artificiales, con colores, formas y sonidos extravagantes, encontrarnos para no volver a perdernos. O quizá perdernos, pero de la mano, para perdernos en las infinidades del éxtasis y disfrutar de las instalaciones inmediatas del placer eterno.

Enamórate de mi

Si tuviera que pedirte algo sería que te enamoras de mí. Enamórate de mis noches y mis días, de mis rosas y espinas, enamórate de mis risas y enojos, de mis aceleraciones y mis pausas. Espero que te enamores de mis peinados y mis chasconeadas, de mis labios pintados y los partidos, de mis ojos delineados y los días sin maquillaje. Enamórate de mis uñas y mis dedos huesudos, de mis piernas extrañas y mis pies nerviosos. Enamórate de mis manos ásperas y de su suave caricia, de mis mordidas y mis besos. Enamórate de mis llantos y mis cantos, de mis afinaciones y mi desentonar gracioso. Enamórate de mi ruido y mi silencio. Enamórate de mi alisado y mi encrespado, de mis días azules y mis días amarillos. Enamórate de como camino y como me río. Enamórate de mis cuentos y mis historias, de mis escritos y mis borradores. Enamórate de quien soy y quién no soy. Enamórate de mis bailes y mis tropiezos, mis aciertos y errores, mis éxitos y fracasos. Enamórate de mis fortalezas y debilidades, mis altos y bajos, mi ansiedad y mi OCD. Enamórate de mis besos para darte más, de mis caricias para hacerte más, de mi paciencia para tenerte más y de mi comida para darte más. Enamórate de mi; y te aseguro que de ti amaré hasta tu suspiro.

~Adiós

Así es como se evapora el perfume gastado de tu indiferencia. Nadie tiene el repuesto, ni la respuesta. Alguna vez alguien mencionó que el mayor destructor de ilusiones era el mismo engaño que el tiempo hacía creer, "pronto sentirás". Pero el pronto más cercano de la existencia se vuelve eternamente difuso ante la mera posibilidad de una ruptura. Traicionada tu silueta con las figuras que la mente desdibuja detrás de seres esquizofrénicos inconfundibles. Llenos de amargura por tu recién descubierto panorama. Adiós dice la luna, que te miraba acurrucado cada noche. Adiós dice la estrella que te guiaba paso a paso en trastabillados callejones de hielo. Adiós dice la aurora que baña tu recuerdo con inconfundible rastro de hielo, frío como la huella que queda tras tu pasada. Gracias por llegar, por quedarte y por marcharte. Continuar con tus capítulos en otro libro es el favor más grande que puedes hacer. Somos el mismo puzzle con imágenes diferentes. Así de simple, adiós dice la primavera, aguardando a su enamorado invernal; ese que de coincidir, la eternidad los acompañaría por imposible que suena a la razón.

sábado, 12 de noviembre de 2016

~Por mi •

Al final llegue a la conclusión que lo que más me gustaba de ti, era lo que yo sentía al saber que me querías, mi propia mente diciéndome que averiguara más antes de lanzarme al precipicio, pero yo decidí aferrarme a ese sentimiento, parecido a ese en que el invierno cautiva los árboles para que dejen sus hojas. Pero el tiempo pasó y como aquel árbol grande y robusto que tanto admiras, recuperé las hojas, el verano volvió y recuperó cada gota de placer que el invierno le había robado.
Lo mejor de ti, era cuando estabas junto a mi, pero al saber que no era eso lo que me cautivaba, ya no quedó nada ahí para aferrarse, lanzándome lejos al abismo. La gracia que había en tus ojos se desvaneció al tardar demasiado en dar un paso más cercano a la aventura y cuestionar cada respiro. La silueta de tu presencia se hizo cada vez menos necesaria frente al brillo que otorgaba la estación; las luces de los carteles anunciando las salidas me decían más que tu sonrisa moribunda. 
Ese tren en el que nos conocimos, donde se confunden las paradas y se traspapelan los libros. Ese tren contenía más magia según mi mente que según tú impresión. Era el tren más desquiciado que haya aparecido.  
Si tuviera que resumir las aventuras que vivimos juntos, sería más fácil que las desventuras que nos alcanzaron desprevenidos; no tenemos una gran historia que contar, pero claro que hubo una historia. 
Contando cada paso que dimos en diferentes direcciones, ya estamos a la altura de relatarnos cómo es el polo norte, mientras te describo como se ve el polo sur. Las palabras serían vacías y llenas de preguntas que ninguno de los dos quiere hacer. 
La diferencia, esta vez, es que el polo sur me atrae más que la idea de viajar al norte. Me llama más la atención concentrarme en las bondades que tiene la vida que el hecho de tener que volver a caminar hasta llegar a tu punto, solo para descubrir que decidiste avanzar sin decirme a dónde. Avanzaré también, descubriré mi propio rompecabezas. Pero ten en cuenta, que si fuera por mi, la historia sería diferente, los ríos andarían más rápidos y las palmeras darían más sombra. Si fuera por mi, la aurora no debería bañar las hojas del árbol sin decirle que no pretende acariciarle por siempre. Si fuera por mi, la obra sería diferente, menos actores y más historia. Si fuera por mi, los violines y las traversas habrían entonado la sonata en C mayor, sonrientes a cada acorde que contuviera un sol. Si fuera por mi, los colores no habrían importado porque sabríamos como combinarlos de tal manera que todos quisieran descubrir la magia de la pintura. 
Pero de no ser por mi, no habríamos tenido ni un gramo en el kilo de emociones. De no ser por mi, habríamos seguido perdidos en el Ecuador, intentando descifrar la jungla de lo desconocido. 
Por mi, las velas ardían al son de las estrellas, por mi vinieron magos a cautivar los sentidos, por mi las entrevistas tuvieron un vuelco impresionante en el horizonte de posibilidades; por mi el reloj se detuvo para regalarnos eternidad dentro del viaje, a pesar de las dudas y a pesar de las personas; por mi sucedió una, otra y otra vez que no buscamos excusas sino razones. Dejamos de pensar en lo que podía salir mal y empezamos a buscar la gracia de que todo saliera bien. Fue interesándote más la brisa marina que la fría mañana en la montaña, y fue ahí que no supe qué hacer. El tren avanzaba y no sabía si subir o esperar en la estación al siguiente que nos llevara lejos, a lo desconocido. Pero encontré otra luz que iluminó el sentido. Ya no era por mi, ya no era a pesar de mi, tampoco para mi. 

Lo único triste para ti es que ahora,  simplemente, no será por mi... ni conmigo. 

miércoles, 26 de octubre de 2016

Rojo Escarlata

Era como una enfermedad incurable. Caminaba de un lado de la habitación al otro, como si buscara en las paredes la respuesta que buscaba. Todo en el retrataba el escrutinio de la investigación, su traje gris entallado y su corbata roja daban la ilusión de una investigación formal e importante. Todos sabían que él se dedicaba a hacer cosas extrañas, pero nadie nunca le había preguntado qué era lo que hacía en verdad. 
Volvió a mirar al hombre que tenía en frente para preguntarle, está vez con más pausas que la vez anterior por la ubicación de Stella. "¿A Dónde la llevaron?" Inquiría con melancolía, "Sé que sigue con vida" era su suplica vacilante. Pero nunca lograba nada, la presunta muerte de su antigua novia era el secreto mejor guardado del grupo revolucionario del sur, lo habían enculpado del asesinato y pasó 5 años en la prision estatal. Toda su furia se acumuló para encontrar pistas e indicios de Stella, su novia hermosa que no tenía mayor culpa que ser demasiado buena para este mundo. Nunca nadie entendió cómo había terminado emparejándose con el mitómano de la avenida principal. 
"¿Quién sabe dónde está? ¡Necesito encontrarla!" Seguía sin alzar la voz, sin embargo sus ojos quemaban con toda la ira de un corazón roto. El frenesí aumentaba a cada segundo y luego fue incontenible. Quién sabe de qué sería capaz estando un minuto más en ese lugar. Tomó sus cosas y salió de la habitación, decidido a buscarla. Y ese era solo el comienzo. 

viernes, 21 de octubre de 2016

Fluido y natural

"Todo fue tan fluido, tan espontáneo, tan natural, que a ninguno de los dos nos pareció nada raro que de pronto mi mano estuviera en su mano, que nos miráramos a los ojos como dos adolescentes o dos tontos" 
-Mario Benedetti 

martes, 18 de octubre de 2016

How couldn't I?

¿Y cómo no voy a amarla? Si cada vez que me mira, las estrellas parecen repiquetear en sus ojos, cada vez que me sonríe la eternidad me cosquillea la garganta. Cómo no querer tenerla cerca si cada que me mira coqueta su nariz se arruga y deja entrever una sonrisa juguetona. Cómo no voy a querer estar cada minuto de mi vida cerca de ella si cada vez que me toca, mi piel se eriza frenética.
¿Cómo no voy a amarla? Si cada vez que conversamos pareciera que tenemos el mundo a nuestros pies, y podemos hacer y deshacer como queramos. Cada segundo que pasamos juntos, nuestras moléculas combinan y se coordinan para darnos movimientos similares y sincronizados. Cómo me gustaría estar siempre al rededor de esos labios que desdibujan mi mundo implantando nuevas maneras de colorear la vida. Cómo no querer oler siempre el aroma de su convicción y perfume, ese perfume a rosas que penetra hasta la parte trasera de mi mente, donde se guardan los recuerdos y se activan con cada susurro de su llegada.
¿Cómo no me va a enloquecer? Si cada vez que mueve sus manos me imagino esa noche en que las tenía en mi espalda, acariciándome suavemente hasta llegar a mi cuello. Cada día que pasa recuerdo los movimientos suaves que hacía por mi pelo, sus uñas pintadas dejaban el rastro imborrable de su pasada, alocaban mis neuronas y revoloteaban mis hormonas.
¿Cómo no me va a sacudir su presencia? Si cada vez que estamos juntos me tiemblan las rodillas y se me aprieta el estómago. Cuando me mira mis entrañas se contraen y me avisan que ni la comida hace falta cuando la tengo cerca. Cuando me habla, su voz penetra en mi mente con más fuerza que cualquier canción de rock que haya escuchado jamás. Su música conmueve mi centro, cada vez que canta me desorienta y reorienta.
¿Cómo no voy a querer estar con ella? Si cada vez que la miro, las posibilidades son eternas e infinitamente perfectas, aunque venga la mala fortuna, jamás nos irá mal juntos.
¿Y cómo no voy a amarla? Si ella es todo lo que soy.

sábado, 15 de octubre de 2016

23:18

Bien lejano en el pasado quedó aquel día abandonado del que ya no quiero vivir, cuando sus labios tocaban otra piel y no me dejaban vivir. El recuerdo se cambió por el suave repiqueteo de las aves al anochecer. Caminar de la mano y aventurarse por caminos ultra conocidos, pero que sabíamos que abrían la puerta a experiencias totalmente nuevas. Pintamos las calles de colores extravagantes. Repletos de aromas que solo nuestros cerebros captarían. Las horas pasaban y nos aventurábamos a llegar más abajo en la línea de lo conocido, a explorar las manos que con tanta suavidad nos cobijaron en nuestros nervios. Las manos que, siempre he dicho, son protectoras. Eran suaves y tiritonas, pero nuestras, pero juntas. Todo se veía como salido de una película mal grabada, la gente alocada y los niños gritando, pero quizá ese es nuestro tipo de película, las que nadie entiende por no estar prestando atención al lugar correcto. Ambos sabíamos que era una noche crítica, llena de expectativas que nos esforzábamos por alcanzar pero que pronto las tiramos por la borda. 
Fue maravilloso, ¿no lo crees? 
Aún sabiendo todo lo que estaba por suceder, me alejé y luego me arrepentí, no podía soportar la idea de tener la chance de salir victoriosa tan luego y de que en realidad era posible, nunca nada había estado tan cerca, como ese momento y esa oportunidad. Pero se fue como se van las golondrinas al llegar el invierno, se fue como la lluvia cuando sale el sol. 
En fin que seguimos avanzando en la ruta arco iris que desdibujaba los pasos, casi al unísono caminamos hacia otra dirección, buscando lo que queríamos encontrar. Los minutos sobre esa montaña de dudas pasaron más lento que en cualquier otro momento, pero las necesitábamos para calmar nuestras ansias. Llegaron esos invasores del terror para arrebatarnos la tranquilidad que era tan profundamente nuestra. Al salir de ese rincón de amargura volvimos a pisar lugares que ya conocían nuestras pisadas. Lugares que albergaban otros recuerdos que se nos ocurrieron noches anteriores. Fue muy gracioso cuando cerraron con candado la oportunidad del que buscaba algo pasajero, pero ese no era nuestro recuerdo ni nuestro momento. Era solo otra excusa para escuchar los latidos del corazón retumbando en mis oídos. La sangre me bombeaba a un ritmo constante, casi el mismo que el tuyo. Avanzamos sin saber realmente la dirección que queríamos tomar, pero tú habías encontrado el camino que te acomodaba y te daba las energías que necesitabas. Y si, ese sabor me cautivó. Perdona que te lo diga, pero no hay forma de cambiar el pasado, y eso me alegra, porque jamás podré modificar la trampa que la luna nos puso. 
Pasaron más horas y los segundos se hacían eternos. Ya después de varias conversaciones sin sentido encontramos el sentido que queríamos darle a nuestro giro inesperado de eventos particulares. 
Pero la eternidad nuevamente se nos acababa en una noche, había que dejar todo saturado de recuerdos antes de volver a la misma etapa frívola de la que habíamos venido. Pero no queríamos que terminara de esa manera. Me hubiera negado a recordar tantas estrellas en tan poco cielo. 
Pero habiendo tantas estrellas, justo resulta que esa noche era de estrellas fugaces, que con el viento son más veloces y deciden hacerte revolotear. 
No recuerdo bien cómo llegamos a plantarnos tan firme en el suelo que nos sostuvo. Mis manos se gastaron del roce, y las tuyas se emblanquecían por la presión. Estábamos tan colapsados de pasados que un instante de perfecto presente era lo que necesitaban nuestras entrañas rotas. La sangre me fluía tan rápido que creí desvanecerme un momento. Pero era tan buena la realidad que no tenía ganas ni de soñar. 
Y ese instante llegó con aroma a azúcar y destellos de manjar. Sonrisas nerviosas y pequeños repiqueteos de puro placer. Era como el más suave de los telares que me abrazaba y no dejaba espacio al frío susurro del mar. Ardía todo mi ser al simple contacto. Pero no quedó en eso exclusivamente. Te encargaste de dejar marcado con fuego el roce de ambas suelas gastadas. Ese roce de ojos cerrados y corazones abiertos, escrito como con tinta en una hoja de papel en blanco. Dulce, tan dulce que mareaba y embobaba, daba vueltas por mi cabeza y volvía a los labios. Coordinados como en una coreografía que solía detestar, pero éramos uno más en el escenario, y querido, sacamos ovaciones.. al menos en mi cabeza. 
Fue un espectáculo digno de admirar, cuando dos constelaciones se atrevieron a juntar lo bello de la galaxia con lo tranquilo del mar. 
Esos pequeños destellos me persiguen y me raspan el cráneo por dentro, pidiéndome salir y volver a danzar a la luz de las velas, como si fuera yo quien pudiera encenderles la luz. Lloran las abejas porque ya no pueden alcanzar la miel. Sin un segundo de ventaja, todo suena como una gastada canción de la que ya no podemos disfrutar, ese típico sueño que jamás vamos a lograr emular. Esa esperanza perdida de volver a encontrar el segundo perfecto dentro de un minuto del terror.

viernes, 14 de octubre de 2016

La pequeña Rojita

Quién hubiera dicho que esa niña que odiaba la arena de la playa se haya convertido en princesa del más mágico cuento cuando, casi sin previo aviso, las cartas del juego cambiaron y fue ahí mismo, entre arena, que su cuento cambió.
Las estrellas brillaban esa noche, era fácil verlas cuando estás constantemente deseando su compañía, dicen que un deseo lo bastante fuerte puede hacer milagros, pero ¿Qué clase de milagros?
No solo brillaban, a veces hasta se hacía más fuerte su brillo, otras casi desaparecían. Pero ahí estaban todas, danzando a la luz de la luna, alegres a su al rededor. Una de ellas estaba alejada del tumulto, brillaba con timidez, estaba ya cansada de intentar ser como la estrella del medio, a esa que todas las nuevas se le acercaban para probar su calor. Pero esa estrellita era singular, no era un brillo blanco como las otras, ni amarillo como las más antiguas, mucho menos azul como la estrella central. Ella era Roja, viva, llena de energía, pero fría como ninguna. Todo el que se le acercaba comenzaba a dudar si en esa región del cielo había aún algo del calor que emitía la grande Azul. Ella sabía lo diferente que era y ya se había dado por vencida. No había ninguna estrella que quisiera acercarse a ella. Incluso cuando aparecían las nuevas exploradoras que se aventuraban a ir a verla, terminaban rindiéndose al calor incomparable de la Azul. Siempre pasaba, y la pequeña rojita no quería seguir luchando contra la corriente.
Hasta que llegó una estrella diferente, con tonos celestes, obvio se acercó primero a la Azul y probó su calor. Obvio que fue con ella primero, todos lo hacían, nada raro había en eso; pero esa estrella no estaba satisfecha, no sentía que ese era su lugar. Tomó un pequeño paseo por la galaxia buscando, viendo y sintiendo; hasta que la vio, vio su frío y se atrevió a acercarse. La energía que la Roja emitía era más intensa y vibrante que todas las otras a las que se había acercado jamás. Tenía miedo, era algo tan espectacular que no se atrevía a seguir avanzando esta estrella celeste, incluso se preguntó a sí misma si valía la pena arriesgarse, pero lo hizo y algo extraño sucedió. Ambas estrellas comenzaron a cambiar de color, mezclándose, uniendo energías y adquiriendo temperaturas nuevas y extrañas. El movimiento de la Roja hacia el centro logró hacer que su energía se mimetizara con la de la estrella celeste. Estas estrellas no sabían qué sucedía y buscaban explicaciones a lo más mágico que puede haberles pasado. Se complementaban y se reinventaban, pero no pudieron terminar, una gigante Roja lejana estaba a punto de morir, y todos saben que ese proceso ralentiza cualquier fusión que tengan en mente. Todo explota, cambia, se destruye y tiene que siempre empezar otra vez.
¿Qué fue de nuestras estrellas? quizá algún día se sepa, pero para eso, ellas tienen que saberlo primero.

lunes, 10 de octubre de 2016

Aquella flor

No sé cómo puede ser tan difícil sujetar una flor que está destinada a florecer y deliberadamente arrojarla al viento para verla caer pensando que en algún otro jardín algún otro sembrador ya está por darte su flor más preciada. No hay momentos que retumben más en mi cabeza como la canción de cuna que te cantas cada noche para convencerte que todo está bien, te arrullas como bebé y te tapas, pensando que ningún monstruo de abajo de tu cama podrá hacerte daño jamás. Es ahí donde te equivocas, porque la flor está. El monstruo está y tú también estás. Ya viene siendo hora que decidas qué quieres hacer. Si quedarte o irte. Pero no me ruegues que no sienta, que no influya o que simplemente no duela. Porque así son todos, encuentran el cuadro que necesitaban para enmarcar la foto y de pronto ya no están tan seguros que esa era la mejor toma; y comienza el nuevo viaje a buscar la captura correcta, donde el sol se vea mejor y donde el viento menee mejor las hojas de los árboles. 
Está todo como debiera estar en una obra. Los tramoyas, el guión, la escenografía y las canciones. Pero resulta que tú, el actor principal, estás llegando tarde a cada ensayo y ya no hay tiempo para que te aprendas el libreto. 
Ya es hora de recoger la flor que tiraste y dejarla entremedio de un libro, entre páginas gastadas por tus labios moribundos. Déjate llevar por las garras somníferas del devorador de ultratumba, que atemoriza tu mente y sacude tu corazón. 
Al fin y al cabo, este es tan solo un acto más, en la ópera de la flor marchita porque olvidaron regarla. 

jueves, 22 de septiembre de 2016

Esta noche ~

Y su mirada era como el viento en otoño. Tenía el poder de cautivarte y convertirte en una gota de rocío en la mañana invernal. Pequeña y serena. Había algo que me hacía estremecer, nunca supe si era el tono con que decía mi nombre o la manera en que me miraba frente a cada respuesta acertada que escuchaba. Tenía un talento especial para escuchar. Siempre supo hacerme sentir especial. Él era diferente. Como una helada en verano, así de llamativo. Misterioso e intrigante, pero completamente asequible. Sus ojos no ocultaban nada, su alma pura se reflejaba en ellos como agua cristalina que deja entrever el fondo. Fue tan sencillo internarme en las profundidades de sus pensamientos que no distinguía luego si eran mis ideas o las que le había leído un rato atrás. Se hizo una pausa y sonrió. "Yo iba a decir eso" musitó con agrado, como si ya nos hubiéramos leído el pensamiento miles de veces. Era tan fácil. Tan fácil. Reímos un par de veces más para darnos cuenta que la eternidad del momento solo había durado un par de horas y ya anunciaba la noche que se cumplían los minutos que se nos habían prestado. 
Tuvimos que devolver cada suspiro al lugar que le pertenecían, lograr equilibrar nuestras células para acostumbrarnos a la falta del otro. No hubo tiempo de despedidas, porque esas aparecen cuando ya no queda más que hablar. 
Si tan solo supiera que lo más bello de la velada no fueron los adornos, sino el sonido que su sonrisa hacia al brillar. Lo más fácil de la noche fue la actuación que terminó siendo real, sin engaños y sin rodeos. Coronando los segundos con visiones fugaces de las oportunidades que teníamos en frente. Cada paso nos alejaba de lo desconocido, pero nos acercaba a lo familiar que tanto buscaba. Ese sentimiento cálido, difícil de reproducir. No hubo tiempo de decir adiós, las estrellas sabían que no era necesario, una gran historia no se termina en el primer capítulo. 
No hubo tiempo de dudar, porque nadie encuentra un diamante rogando al cielo que sea falso. Las más claras percepciones se hacían humo al tener que esforzarse por crear una respuesta en otro idioma lejano, que no daba abasto para desconcentrarme, tuve que estar ahí al cien por ciento, sus palabras exigían ser escuchadas con ese dulce repiqueteo que marcaba su esfuerzo. No era mi tiempo, pero fue un tiempo perfecto. No era mi noche, pero terminó siendo la velada perfecta para entrevistar a un extraño y hacerlo cercano. Fue la noche perfecta para descubrir la belleza de lo desconocido, salir de la comodidad para adentrarse en un mundo que solo los valientes alcanzan. Y hoy, amigos míos, fui más valiente que de costumbre. 

martes, 6 de septiembre de 2016

Letters for the final hour (2)

Dearest Milly,
I can't lie to you, I freaked out when you told me about Jim. What a creep! I cannot believe how weird this situation is. I promise I'll go down there this weekend. Alysha told me all about the situation in your campus. I didn't know Jim was capable of all those awful things! I heard about all the little girls that were found dead at the library. What kind of monster are you facing? I must say I was very happy to know he disappeared, but I'm worried for his next move.
My mom said I should bring you back home because she thinks is better for you to be protected. Prepare your things so when I arrive on Friday you're ready to leave. I don't want surprises, I just want your safety.
Best wishes,
Patrick.

Letters for the final hour

Dear Patrick,
Everything has been very weird this past days, I've been running away from him. My life is in danger and I don't know what to do anymore. I'll tell you everything you need to know in this letter, but you'll need to come down here to the campus to figure out everything for yourself.
Last Monday I was having dinner with Jim, my ex boyfriend (Yes, we split up a couple days ago) and it was a lovely dinner. He lit up some candles and prepared the meal. We were discussing something about scholarships, I don't know why but he got really mad that I got to study with one and he didn't. Suddenly he stood up and shouted something I could barely understand: "You selfish bird. you're just waiting for the right moment to fly away and forget about all of us". Considering how much I fell for him you could imagine I was really hurt. Quickly I stood up as well, with tears streaming down my face I looked at him in disgust and slapped him. Everything seemed a little off, but I was so shocked I couldn't think of that situation any longer, I needed a break.
That same night I went to visit my sister Ally, she helped me feel better. We talked and laughed for a while, but Jim stayed there in the back of my mind.
On Tuesday morning I didn't feel well at all. I started throwing up and my temperature got really high. Something was happening with me and I couldn't figure it out. I tried talking but my tongue felt really weird. my vision got blurry and I couldn't concentrate, I felt dizzy and nauseous. I laid down in my bed and slept what I thought were a couple hours. I Actually slept for a whole day and a half.
When I woke up, Jim was sitting in front of me, he looked at me with an angry face and whispered: "You should be dead". I screamed and he disappeared. I have a bad feeling about all of this. Please come help me.
Sincerely,
Milly.

miércoles, 13 de julio de 2016

Rechazo Aceptado - Frégoli (2)

Ya la había visto varias veces, ¡Anna era espectacular! Era la mejor enfermera de la ciudad, además era voluntaria de varios hospitales en la ciudad de al lado, siempre veía sus hermosos ojos café y su espléndida sonrisa. Uno de los días en que recordé lo hermosa que era fue cuando estaba en el parque dando de comer a los patos que nadan en el lago; era una tarde fresca, la brisa era agradable y se podía reconocer un ambiente primaveral. Justo en esa ocasión, mientras los patos hacían su sonido particular, vi lo bella que se veía Anna en frente; ella prefería moverse, estar siempre quieta la agotaba, siempre trotaba y le gustaba andar en bicicleta, por eso era muy extraño verla sentada leyendo un libro… pero juntos los leíamos. Ahora ya solamente podía verla en los chequeos de rutina, una vez al día y cuando mucho. Aun no quería nada conmigo. Decidí que mientras la esperaba, descubriría más sobre el accidente en el bus de aquella tarde.
EL chofer del bus, Juan dijo que se llamaba, me contó un par de cosas sobre la ciudad. Tori era un pueblo muy extraño, dijo él, siempre con las más extravagantes anécdotas y siempre con las personas más interesantes. A juan lo conocía de antes, llámenme demente, pero su cara se me hacía muy familiar, era como si lo conociera de toda la vida. Él era un hombre sencillo y amigable, accedió a llevarme en su camioneta al lugar de los hechos para ver cómo había quedado el lugar. Fuimos y tras un par de horas de viajes llenos de canciones, llegamos al punto exacto donde había ocurrido todo. Juan me dijo que todo había ocurrido muy rápido y que no hubo tiempo de reaccionar. Una mujer, de apariencia deportiva, había golpeado la puerta con una gran roca que atravesó el parabrisas y salió corriendo internándose en el bosque a un lado de la carretera. Volvimos a casa con Juan y cenamos lo usual, papas con ensalada y un trozo de pollo a la plancha. “Fue muy extraño Frank, esa mujer venía decidida, pero su objetivo no era el bus, definitivamente creyó que podría lanzar la roca más arriba, se notaba en su mirada” dijo Juan; no sabía si creerle porque toda la situación era bastante extraña. Recapitulando, Juan iba manejando y una mujer con estilo deportivo se acercó a la orilla de la carretera y lanzó una roja tan fuerte que rompió el parabrisas, esto desconcentró al conductor quien, tras esfuerzos de mantener el control, dejó escapar el volante y la máquina se movió como animal salvaje. Seguido a todos estos sucesos que casi no recordaba, vino el choque con el furgón de combustible que iba delante de nosotros, eso generó tanto fuego. Al menos tanto misterio me había aliviado un poco la mente de pensar tanto en Anna y lo mucho que la amaba y quería recuperarla.
“Estás hecho un desastre”, fueron sus palabras inmediatamente después que me limpié las manos con masa, era nuestro intento de pan y había sido muy complicado. Uno pensaría que a los treinta años es más fácil hacer las cosas, pero no, son igual de difíciles. “Deberías ayudarme, tú eres la experta” le sonreí, ella asintió con una sonrisa escondida tras la mueca de desgano; “Ya viene siendo hora que aprendas, no es la primera vez que hacemos esto” me regañó. “Es mucho más entretenido verte como haces el pan si es por ayudarme, tu cara tiene la apariencia de amor” respondí tras hacerme el galán. Ella sabía lo mucho que disfrutaba estar a su lado, todo era más sencillo y se me hacía tan familiar el sentimiento que nada salía realmente mal, todo lo solucionábamos juntos. Pero también esa noche cambió drásticamente después de sacar el pan del horno. Alguien más estaba en casa y no reconocía ya esas manos suaves de horas antes. Me asusté, lo confieso, me despedí y salí sin desperdiciar ni un segundo. Bajé apresurado las escaleras para encontrarme a Anna, quizá había bajado en el ascensor, esa era una mejor idea, pero para qué molestarse cuando son sólo tres pisos. “¿Por qué tan aprisa?” preguntó tras el mostrador de la entrada, “Estaba alguien extraño allá arriba y supuse que habías bajado a trabajar en recepción como de costumbre” sonreí nervioso. “Ah, sí, olvidé mencionarlo, lo lamento” dijo nerviosa. Algo de seguro me estaba ocultando tras ese nerviosismo, pero la noche ya se había instalado y preferí despedirme con un sencillo abrazo y partí. Supongo que desde ahí es que comenzaron los problemas, pero intentamos solucionar diferencias y seguimos una vida tranquila. Tranquila al menos hasta una semana antes del accidente, claro.
Volví a conversar con Juan en la plaza que había estado el día anterior, él no se acordaba mucho de nuestras conversaciones, pero tras contarle lo del accidente, recuperó su memoria. Se rio y dijo que muchas veces cuando uno se enfrenta a situaciones tan extremas tiene a sufrir un shock. Reímos toda esa tarde y jugamos ajedrez; hoy, sin embargo, parecía más cansado de lo normal, nos despedimos y me senté a contemplar el paisaje antes de volver a casa… y fue cuando la vi correr otra vez. Anna pasaba cada día y no podía evitar verla. Era mi oportunidad. Me puse de pie para alcanzarla cuando pasara más cerca y pedirle nuevamente que fuera mi esposa. Yo la amaba y no quería dejarla, le prometería esforzarme más, le prometería ser mejor y apoyarla con más ahínco; pero una llamada me detuvo: el hospital.
“Sus quemaduras fueron leves señor Rochester, pero nos preocupa la muñeca; con tanto forcejeo, usted sufrió una lesión al tendón, poco común pero peligrosa y necesitamos internarlo de urgencia” dijo la secretaria. Asentí y antes que se completara un minuto vinieron otras dos enfermeras a llevarme al otro rincón del edificio para ser examinado con más detenimiento. “¡Estás aquí amor!” sonreí al ver a Anna, ella me miró con extrañeza y me pidió que me recostara. Ya estaba más tranquilo porque sabía que ella me iba a cuidar bien. Me pusieron la anestesia de rigor y luego dormí profundamente.
“Despierta Frank” dijo Anna un par de meses atrás, estábamos viendo una película que solo ella ansiaba ver porque yo ya la había visto un millar de veces, “¿Por qué siempre te duermes?” me regañó, solía decir que era una falta de respeto al trabajo duro de alguien y que no me correspondía mirarlo en menos. Hablábamos siempre a la salida del cine, era una especie de tradición, tomábamos helado y caminábamos por la plaza. Su sonrisa me cautivaba siempre. Jugueteábamos mientras caminábamos, pero esa tarde algo extraño sucedió, porque cambió de humor y salió arrancando. Cada vez esto sucedía con mayor frecuencia, pero no podía comprender la razón. Tenía que investigarlo sin que ella se enterara, pero ¿cómo hacerlo si ella siempre estaba cerca?
Luego de la operación todo pasó como en un sueño, veía a las enfermeras entrar y salir, veía a Juan entrar, leer un periódico y salir, veía también a Anna entrar y salir, y veía cómo los doctores me curaban el brazo y veía cómo los días pasaban. La verdad, no estoy seguro que simplemente me hayan hecho algo en el brazo. Me dolía la cabeza como si alguien se hubiera entrometido y me hubiera arrancado un par de recuerdos, era ese dolor feroz del que uno se despierta un sábado por la mañana, ese dolor que cala en la parte posterior del cráneo, ese dolor que uno sabe la razón pero no hay cura aparente. Decidido, levanté el brazo hasta tocar mi nuca para notar algo que me agarró por sorpresa, en mi brazo no había nada, absolutamente nada; pero al tocar mi cabeza, tenía algunas curaciones en la parte posterior baja. El obvio ‘¿Qué había sucedido?’ fue rápidamente reemplazado con la entrada del Doctor. Juan era su asistente. ¿Juan era su asistente? “Señor Rochester, debo confesar que le hemos mentido por un largo periodo de tiempo” comenzó a decir el Doctor Guzmán, su mirada reflejaba un inusual orgullo, como si hubiera logrado algo que llevaban tramando por un tiempo. “Usted no tenía nada en el brazo, pero si le decíamos la razón verdadera a su operación, intentaría escaparse otra vez del Hospital Psiquiátrico en el que ha vivido toda su vida”,  “¿Toda mi vida? ¿A qué se refiere Doc.?”
Aparentemente soy un paciente más. El hospital Psiquiátrico Guzmán ha sido mi hogar sin que yo me diera cuenta. Aún estoy en recuperaciones de la última operación que, según dice, cambiará todo. Me habían diagnosticado el Síndrome de Frégoli pero no pude creerlo por un largo tiempo. Quizá a eso se debía tanta confusión con las profesiones de Anna, en realidad ella solamente era una ávida lectora que no trabajaba porque sus padres le mantenían en secreto. Y eso lo sabía, solo que no lo había recordado. Anna me miraba de lejos, extrañamente me sonreía desde el frente de la habitación, en la cama 367-B, al igual que yo, padecía de un extraño Síndrome que nadie me quería revelar. Aún teníamos que someternos a otro análisis craneal y participar de varias sesiones, porque el Doctor decía que la demencia aún no se podía curar, pero lograban darnos una estabilidad de mayor duración. Yo simplemente quería abrazar a Anna y decirle lo mucho que la amo, por eso viajé, por eso intenté pedirle matrimonio – aunque haya sido a la mujer equivocada – ahora intentaría decirle todo lo que siento por ella, para poder, finalmente, armar una vida juntos.  

El señor Faundez

Creo que es mas factible la eliminación completa de su sistema. Al fin y al cabo, no necesitará ningún dato de ese tiempo, ¿verdad?  

El silencio otorga. Venga, recuéstese en la camilla y pronto le atenderá el doctor; él sabe mejor cómo es el procedimiento. 
Señor Faúndez, que gusto tenerle aquí. Pensé que nunca volvería. ¿Cómo le fue después de la extracción anterior? ¿Aún no siente molestias? Porque según veo en el reporte, esta vez tendrá que ser una extracción mucho más profunda y complicada. La última vez usted quería quitar los recuerdos de esa joven de la que una vez habló. Ahora, por lo que entiendo es eliminar completamente su memoria de todo ese año. Puedo preguntarle ¿por qué lo hará? No creo que valga la pena. Usted ha aprendido y ha crecido tanto con esta experiencia. Señor Faúndez, usted me inspira. No importa cuántas cosas haya vivido, aún tiene su característico humor y sonrisa en la cara, usted hace feliz a toda su familia y sus amigos lo llaman porque es el alma de la fiesta. ¿Está seguro de esto? 

sábado, 9 de julio de 2016

Un Rechazo Aceptado

Era más fácil mirar por la ventana del bus que seguir pensando en las millones posibilidades por las que ella me habría rechazado. No era justo, yo era todo lo que ella pedía en un hombre, ella siempre lo había dicho. Me esforzaba constantemente por ser la mejor versión de mí mismo, pero ya nada importaba porque se había ido sin dar explicaciones. La lluvia seguía cayendo por la ventana y unas gotas tímidas entraban por el pequeño espacio que la goma gastada dejaba ver, y yo seguí sin entender el porqué de la cuestión.
No me aguanté lo Emo del momento y comencé a hacer el clásico video clip imaginario: puse lo típico para estos momentos, me puse la capucha del gorro y apoyé mi frente en el vidrio rayado del bus. Era el momento ideal para sentir pena, veía cómo el universo seguía mi video clip cuando aparecieron esos chicos, él le besaba la frente a ella y tiernamente la tomaba por la cintura, como yo solía hacerlo con mi novia.
Íbamos a casarnos, teníamos todo planeado... bueno, yo lo había planeado todo. Miraba de reojo mi mochila y el bulto del bolsillo delantero, esa cajita cuadrada ya no tenía más valor que cualquier otra, con cualquier otro anillo dentro. Justamente ayer había sido mi cumpleaños y lo pasamos de maravilla, ella sonreía y todo era especial entre nosotros. ¡Santo Cielo! sí que había tenido suerte, después de todo, una chica como ella no solía fijarse en chicos como yo.
Anna era atenta y servicial, sonreía constantemente y tenía un gusto extraño por los dulces, gusto que aunque no compartíamos, sabíamos mezclar con mi salado paladar. Nos conocimos en una librería, ella buscaba el famoso Harry Potter, tiempo después me vine a enterar que jamás lo había leído, empezamos juntos porque era uno de mis favoritos. Como cualquier otro día, yo había entrado a la librería a ver cómo iba todo en mi día de descanso; solían pasar las anécdotas más locas cuando Karen estaba en la tienda, rara vez eran anécdotas buenas si debo aclarar; conversé un momento con Luis, el chico nuevo que llevaba un par de días trabajando, y mientras reíamos, entró ella: Anna. Con su bufanda turquesa y su chaqueta blanca resaltaba en la tienda llena de grises y cafés de invierno. La miré detenidamente y reconocí el típico paseo de no saber dónde buscar entre tantos libros aguardando salir, miré rápidamente a Luis y le hice señas para que fuera a atenderla, cómo deseaba haber estado de turno ese día para hablar con ella sin ningún miedo, pero la ansiedad me comía y no pude evitar hacerme pasar por un cliente más. Cuando semanas más tarde ella se enteró que la tienda era mía no podía evitar mirarme entrecerrando los ojos y repitiendo un sordo “me engañaste”. Ese día en la tienda sabía que no debía perderla de vista. Me confesó que estaba recién adquiriendo el gusto por los libros y le parecían fascinantes los tesoros que ya había encontrado; había navegado entre las olas de ‘Mil leguas de viaje submarino’ y se había perdido en la chocolatería de Willy Wonka, acompañó al León durante los 7 libros de ‘Las crónicas de Narnia’ y se había roto su corazón con el diálogo de Mr. Darcy en el mundo romántico de Jane Austen. Sus ojos reflejaban la chispa que encendía todo ese motor de lectura, su mirada era espectacular, creo que de eso me encanté en esos escasos dos minutos que hablamos entre pasillos.
El bus frenó bruscamente y mi video clip se vio interrumpido por el griterío de unas mujeres en la calle, la gente de delante del bus corría sin parar y no podía entender la situación tras la música rompecorazones que había puesto para vivir mis penas. Retiré mis audífonos y escuché pequeñas explosiones y mucha gente llorando, todos corrían frenéticos y yo aún en el limbo. Una mujer entrada en edad gritó un ahogado “Consigan ayuda” antes de romper a llorar. ¿Qué era todo este alboroto? Pensé entre dudas y temor. Me apuré a acercarme a la ventana frontal del bus pero los intentos eran nulos por las llamas que se elevaban sin avisar. De una película desgarradora digna de un Nicholas Sparks, había pasado al más temible escenario de cualquier Destino Final. Mis revoluciones habían aumentado más rápido que cuando estuvimos con Anna en un terremoto en India, todo se derrumbaba pero para nosotros no era algo desconocido, crecimos con sismos y nada menor a 7 grados nos preocupaba demasiado. Ella se reía suavemente mientras veía a la gente correr despavorida por un ‘grado 5’. Ella decía que con suerte la gente sobreviviría a un ‘grado 8’, decía que un ataque al corazón se los iba a llevar antes de poder salir arrancando.
Intenté aliviar la situación y calmarme para encontrar la manera de romper la ventana del bus que ya se completaba con llamaradas más altas que una casa de dos pisos. Tomé el martillo ‘en caso de emergencia’ y no sirvió para nada, era peor que un juguete chino; sin embargo, y para suerte mía, eventualmente la ventana con su goma gastada cedieron ante la presión que las personas de afuera ejercían y calló frente a mis pies, dejando libre la ventana para que las 3 personas y yo pudiéramos escapar al monstruo que casi nos comía rostizados. Ya en tierra mis revoluciones se calmaron un poco y logré mirar a mi alrededor en busca de pistas que me revelaran qué había sucedido: un par de personas quemadas, un camión impactó al bus de frente, dos choferes muertos, una avenida completa envuelta en llamas y mucha, muchísima gente sin entender qué había pasado en esos eternos 15 minutos.
Bajó un libro del estante y me miró risueña, era ‘La piedra Filosofal’ y me invitó a leerlo juntos, no podía negarme a tan aventurera invitación: serían siete libros de emociones e intrigas, siete entregas en los que podríamos entrelazar nuestros corazones a medida que crecía su amor por el mundo en palabras. Pero solo llegamos a la mitad del primero cuando me dijo que estaba cansada de todo, cansada de mí y de mis ganas de seguir con un mundo de fantasía que, según ella, eran más importantes para mí. Lo que aún ella no entendía era que lo que más me gustaba de los personajes era la manera en que podía reflejarlos en ella. Las características que más amaba en un personaje estaban en Anna, y eso la hacía más especial que cualquier personaje de mis sueños, o cualquier personaje de mis más preciados libros. Anna, sin entender a razones, salió furiosa de la casa; era nuestra primera gran pelea y había sido terrible. Por supuesto que no lo entendía, de un momento de plena paz y tranquilidad, pasamos a sobre exaltarnos hasta odiarnos. Solo podía esperar que se calmara y calmarme yo mismo.
Pasaron varios días en los que me costaba concentrarme, era difícil leer las historias que sabía hasta de memoria. Me daba vueltas el episodio que habíamos vivido con Anna y quería arreglar las cosas. Volví a su casa una mañana más fría de lo normal para encontrarla de rodillas en la puerta, con ojos hinchados, labios partidos y la nariz enrojecida. Solo pude abrazarla, ella y su hermosa sonrisa, me dijo que no sabía qué había pasado y que no entendía qué era lo que la había hecho enojar, pero que estaba apenada y quería recomponer esto que teníamos, que era precioso. La sostuve por la cintura y ella agarraba mi nuca, nos acercamos con ternura y, entre lágrimas, nos besamos.

La adrenalina del momento no me había dejado percatar que todo mi brazo derecho estaba ardiendo, me había quemado mientras intentaba abrir la ventana del bus, ahora era un dolor intenso que no me dejaba hacer más que gritar del dolor. La enfermera que estaba ayudando a los heridos me escuchó a lo lejos y decidió acercarse para aliviar un poco el ardor. “Necesito cortar su camisa” me dijo, tenía un acento extranjero, como si viniera del pueblo de al lado, justo al que me dirigía. “No se mueva, necesito cortar su camisa para que no se le pegue” volvió a decir, pero mis reflejos eran más fuertes que mi voluntad de permanecer quieto. Hizo un gran trabajo para sacar todos los trozos de tela que quedaban cerca de mis heridas, me aplicó un tipo de crema que disminuía el ardor y sanaba quemaduras; mientras me la aplicaba, aproveché de ver sus ojos: profundos ojos café que revelaban dolor. Eran semejantes a una pintura que yo ya había visto. Sus facciones eran preciosas y sus labios tenían una forma muy peculiar. Me preguntó si recordaba mi nombre y asentí. “¿Quieres decirme cuál es?” preguntó tímida. Soy Frank, respondí, pero eso ya lo sabías. Claro que lo sabía, necesitaba salir del shock para darme cuenta frente a quién estaba. Debí haber parecido un loco, frente a la mujer que amo y sin reconocerla. “¿Qué haces aquí?” le pregunté con ansias. Pero no, ella no quería volver a la misma dinámica que habíamos estado repitiendo por las últimas semanas, ella merecía mucho más, pero yo aún quería sentir eso que me hacía feliz. Quizá ya se había dado cuenta de mi problema, quizá siempre lo supo, pero esa tarde era una tarde que no quería explicar, ya habrá tiempo para eso un poco más adelante, lo importante ahora es concentrarse en los hechos, en el choque y en qué había pasado en realidad.

miércoles, 8 de junio de 2016

Tornado

Ella era todo lo que podía hacerme feliz. Ella destruía cada parte de mi ser y la componía al instante. Ella era de esas personas que jamás esperarías encontrarte. Se alegraba con las cosas más locas y jugueteaba cada noche con su pelo. No aceptaba las injusticias y reclamaba las diferencias 

lunes, 25 de enero de 2016

Nada.

Ella tiene la misma nariz que su padre, con los ojos espectantes de su madre. Es tan linda que me sorprende aún siga sin compromisos, estos hombres no saben nada de la vida. Esperan tenerlo todo para darse cuenta que en realidad no tenían nada importante; buscan las cosas materiales cuando en realidad necesitan solamente amar.

#EsaSeñoraSíQueSabe

martes, 5 de enero de 2016

25 y un milagro - Después del final

La abracé con ternura y besé su mejilla. Se veía espectacular, era su día especial. Mi pequeña se veía radiante. No puedo creer lo grande que está, pareciera que hace un par de años aprendía a andar en bicicleta y atarse los zapatos y ahora maquillada y peinada debo entregarla en su boda. La ceremonia fue hermosa, había tanto amor entre ellos, era innegable. Alejandro la amaba y ella lo amaba a él, la forma de verla me recordaban a un yo más joven, más aventurero, años antes cuando estaba en una situación similar. Diana me había enseñado del amor como nadie, estos años juntos había aprendido que se puede amar y que se puede ser feliz. Mi hija ya estaba comenzando una nueva y excitante etapa de su vida, tenía todas las posibilidades a sus pies. Entramos a la recepción y saludamos a quienes venían entrando para celebrar de este día con nosotros. Alejandro ayudaba con los más desorientados y los llevaba a sus asientos mientras Bianca estaba radiante recibiendo abrazos y felicitaciones.
Una vez adentro, fui a la cocina a buscar las bandejas con más comida cuando escuché su voz. "Nunca te han gustado los camarones Miguel". Quedé perplejo, era cierto, no me gustaban, pero al resto de mi familia si y ellos querían comerlos. ¿Por qué sigo pensando en camarones cuando acabo de ver al fantasma de mi ilusión encarnado frente a mí? "¿Bianca?" Incurrí nervioso, "¿De verdad eres tú?" Ella nerviosa se acercó y asintió. Tocó mi mejilla y el peso del pasado me dominó, caí de rodillas y me costaba respirar. ¿Cómo era posible? ¡No tenía sentido! Llevo más de 20 años de mi vida pensando que el amor de mi vida había muerto. Pasé años culpándome por no haberla protegido y sobre protegiendo a Diana para no perderla también. ¿Qué le diré a ella? Mi esposa no puede enterarse de esto. Por más que lo intente, las cosas nunca tendrán su orden si ella se entera que el amor de mi juventud aún sigue dando vueltas en mi cabeza. Bianca me tomó de la mano para levantarme y suspiró más aliviada. "Sé que necesitas explicaciones, y estoy dispuesta a dártelas, ¿y si nos vemos mañana en el Restó de la villa?" Fue su siguiente movimiento. "¿Mañana? ¿Miércoles?" Resoplé embravecido, "¿cómo pretendes que actúe normal cuando ya me has hecho tanto daño? No puedes morir y pasar veinte y tantos años haciéndome creer que te fuiste, dejándome sufrir sin darme ni una pequeña señal de vida, no puedes luego de todo volver y decirme que todo va a estar bien, porque no lo estará. Vete" y volteé sin creer lo que había dicho, volteé para avanzar con mi hija, con mi esposa Diana y con el nuevo integrante de la familia, seguí adelante para olvidar ese fatídico cuadro en mi vida que me había enseñado tanto mientras me partía el corazón a la mitad.
Diana me vio volver alterado, estaba con mi presión por los aires y aún no hallaba el ritmo respiratorio normal, tocó mi frente y me alcanzó un vaso de agua. “Al fin podremos conocer a los padres de Alejandro” me avisó, “Viajaron 6 horas para estar con su hijo en un día tan especial como hoy”. “¿Dónde están?” pregunté sorprendido; había hablado un par de veces con José y me contó de su vida, había enviudado cuando el pequeño Alejandro solo tenía 3 años y conoció a María, quien crio a su hijo como si fuera suyo. José era el tipo del hombre del que cualquiera quisiera ser amigo, era simpático y sencillo, cada mes viajaba al sur a buscar más mercadería para su empresa, de ahí que Alejandro sabía tanto de ese rubro, estudió la ingeniería que le permitía ayudar en la empresa y vivía de una manera acomodada. Con Alejandro sabía que Bianca estaría tranquila. Ellos eran una familia buenísima, hablaban con palabras cultas y reían con cosas sencillas. Me agradaban mucho y estaba feliz que fueran mi familia, ya era hora de conocerles físicamente.

Entraron al salón y quedé atónito. Alejandro corrió a abrazar a un hombre alto y con cara amable, asumí que era José. Lo que me contuvo pálido fue ver a María, su mujer, ella era alta, cabello rizado, piel tostada y ojos alegres, su apariencia delataba su felicidad y vida plena pero una evidente preocupación. Diana agarró mi brazo y me jaló hacia donde estaban ellos, saludó con gusto a José y besó en la mejilla a María… a la que yo ya conocía como Bianca.