sábado, 12 de noviembre de 2016

~Por mi •

Al final llegue a la conclusión que lo que más me gustaba de ti, era lo que yo sentía al saber que me querías, mi propia mente diciéndome que averiguara más antes de lanzarme al precipicio, pero yo decidí aferrarme a ese sentimiento, parecido a ese en que el invierno cautiva los árboles para que dejen sus hojas. Pero el tiempo pasó y como aquel árbol grande y robusto que tanto admiras, recuperé las hojas, el verano volvió y recuperó cada gota de placer que el invierno le había robado.
Lo mejor de ti, era cuando estabas junto a mi, pero al saber que no era eso lo que me cautivaba, ya no quedó nada ahí para aferrarse, lanzándome lejos al abismo. La gracia que había en tus ojos se desvaneció al tardar demasiado en dar un paso más cercano a la aventura y cuestionar cada respiro. La silueta de tu presencia se hizo cada vez menos necesaria frente al brillo que otorgaba la estación; las luces de los carteles anunciando las salidas me decían más que tu sonrisa moribunda. 
Ese tren en el que nos conocimos, donde se confunden las paradas y se traspapelan los libros. Ese tren contenía más magia según mi mente que según tú impresión. Era el tren más desquiciado que haya aparecido.  
Si tuviera que resumir las aventuras que vivimos juntos, sería más fácil que las desventuras que nos alcanzaron desprevenidos; no tenemos una gran historia que contar, pero claro que hubo una historia. 
Contando cada paso que dimos en diferentes direcciones, ya estamos a la altura de relatarnos cómo es el polo norte, mientras te describo como se ve el polo sur. Las palabras serían vacías y llenas de preguntas que ninguno de los dos quiere hacer. 
La diferencia, esta vez, es que el polo sur me atrae más que la idea de viajar al norte. Me llama más la atención concentrarme en las bondades que tiene la vida que el hecho de tener que volver a caminar hasta llegar a tu punto, solo para descubrir que decidiste avanzar sin decirme a dónde. Avanzaré también, descubriré mi propio rompecabezas. Pero ten en cuenta, que si fuera por mi, la historia sería diferente, los ríos andarían más rápidos y las palmeras darían más sombra. Si fuera por mi, la aurora no debería bañar las hojas del árbol sin decirle que no pretende acariciarle por siempre. Si fuera por mi, la obra sería diferente, menos actores y más historia. Si fuera por mi, los violines y las traversas habrían entonado la sonata en C mayor, sonrientes a cada acorde que contuviera un sol. Si fuera por mi, los colores no habrían importado porque sabríamos como combinarlos de tal manera que todos quisieran descubrir la magia de la pintura. 
Pero de no ser por mi, no habríamos tenido ni un gramo en el kilo de emociones. De no ser por mi, habríamos seguido perdidos en el Ecuador, intentando descifrar la jungla de lo desconocido. 
Por mi, las velas ardían al son de las estrellas, por mi vinieron magos a cautivar los sentidos, por mi las entrevistas tuvieron un vuelco impresionante en el horizonte de posibilidades; por mi el reloj se detuvo para regalarnos eternidad dentro del viaje, a pesar de las dudas y a pesar de las personas; por mi sucedió una, otra y otra vez que no buscamos excusas sino razones. Dejamos de pensar en lo que podía salir mal y empezamos a buscar la gracia de que todo saliera bien. Fue interesándote más la brisa marina que la fría mañana en la montaña, y fue ahí que no supe qué hacer. El tren avanzaba y no sabía si subir o esperar en la estación al siguiente que nos llevara lejos, a lo desconocido. Pero encontré otra luz que iluminó el sentido. Ya no era por mi, ya no era a pesar de mi, tampoco para mi. 

Lo único triste para ti es que ahora,  simplemente, no será por mi... ni conmigo.