Otra vez soñé de ti, y en un instante estuve ahí, entre ustedes dos, ella quería ir a la piscina y tu querías ver una película. Debo ser sincera, la verdad es que yo quería estar con ella, pero tenía unas ganas enormes de relajarme en mi habitación. Así que me fui contigo, no con mi hermana. Subimos el espacioso ascensor hasta el piso 2 y caminamos con lentitud a la habitación, después de todo era la segunda habitación a la derecha.
Pedimos papas fritas a la habitación y prendimos el televisor con las películas ya pensadas. Recuerdo haber apagado la mitad de las luces mientras terminabas de poner la película. "¿En inglés?" me preguntaste, y tu sonrisa nerviosa delataba tu inseguridad y te dije que mejor en español. Nos sentamos en el enorme sofá rojo de la sala de estar y nos pusimos cómodos, tu en tu esquina y yo en la mía.
Pero la tarde no tardó en ponerse fría y partiste a buscar mantas para abrigarnos, pero sólo había una y me la diste. Estabas muerto de frío, pero eres más caballero de lo que piensas, y solo me cubriste a mi. Pasaron los minutos como si fuéramos eternos, y bajaba la temperatura cada vez más. Me acerqué un poco a ti para abrigarte con la mantita y dudaste, pero finalmente decidiste acurrucarte en el abrigo. Solamente fuimos tu y yo lado a lado, cubiertos por el mismo abrigo. Llegó un momento en el que pasaste tu brazo por detrás de mi nuca, y fue el cielo para mí. No tardé en acomodarme en tu hombro, como si fuéramos cómplices del mismo delito. Sonreí y todo cobró un significado diferente. No estábamos prestando tanta atención a la película como al principio, pero sabíamos exactamente cuán lejos estábamos del otro; no porque la distancia nos separara, sino porque había un tercer individuo que no habíamos tomado en cuenta hasta ese punto.
Otra vez soñé de ti, de cómo tus manos acariciaban mi espalda, buscando heridas que sanar. Estuviste ahí conmigo sin tener deseos que eso se terminara. Bajamos al Hall principal para hacer nuestras tareas de la universidad, tu con tus códigos y yo con mis letras. No podíamos dejar de mirarnos a través del salón. Nos habíamos parado lejos el uno del otro para no tentarnos a lo prohibido, pero yo era más débil, y me acerqué para tomar un descanso de las responsabilidades. Y te acaricié, cerraste tus ojos para disfrutar el cariño y suspiraste hondo, tomando energías para el resto del día. Me estaba alejando, pero ya no pudiste aguantar la presión y te doblegaste ante lo obvio. Tomaste mi mano y me pediste que me quedara, pero no que me quedara en ese lugar ni en ese momento, que me quedara contigo por el resto de tu existencia, que me quedara en tu corazón, tal como tú te habías instalado en el mío. Me arrodillé a tu lado y suspiré que sí, pero si queríamos permanecer el uno en el otro, había que hacerlo bien.
Y en ese preciso instante ella apareció, mi hermana. Te levantaste a recibirla y te abrazó fuertemente. No había que ser un genio para darse cuenta que tu corazón le pertenece a alguien más, y tampoco hay que mirar mucho para darse cuenta que ese alguien más no eres precisamente tú. Así ella notó algo extraño y decidió alejarse de nosotros, y tu fuiste tras de ella para arreglar las cosas. Te besó y tu le respondiste pero con lágrimas corriendo en tus mejillas. Ella abrió sus ojos y sintió tu dolor cuando decidió liberarte. "Vete, siempre lo supe" sentenció, y tu pecho se redujo en alivio. Volteaste a mirarme y sonreíste y mi pecho se alegró, mi corazón se ensanchaba mientras mi temperatura corporal se enloquecía, a lo lejos escuché un ladrido ensordecedor de mi perra, y abrí nuevamente los ojos para darme cuenta que todo ese tiempo había permanecido en mi cama, y que sin quererlo, otra vez soñé de ti.
domingo, 26 de noviembre de 2017
Me atacaron los recuerdos.
Hoy al fin nos subimos al auto nuevo, espectacular. Más potencia, más rapidez y mucho, mucho más cómodo. Pero en el instante que me subí en el asiento del copiloto me atacaron los recuerdos, las miradas cómplices y las bromas sin sabor.
Y descubrí ahí que te quería más que antes, con un cariño diferente al de esa vez que me fuiste a buscar para comer pizza. Descubrí ahí mismo que te quería más que esa vez que servimos comida y subíamos y bajábamos a buscar más jugos y más platos. Descubrí que ahora te quería de una manera más pura que cuando estábamos tomando helado escondidos de la multitud. Descubrí que lo que sentía por ti no se compara con el sentimiento tan sincero que ahora encontré dentro de mí por ti, uno que sería de capaz de esperarte por el resto de la existencia si fuera necesario, uno que podría viajar millones de kilómetros tan sólo para verte.
Me atacan los recuerdos porque huele a tu perfume, huele a todas esas veces que llegamos a mi casa y no quería bajarme, pero tenía que hacerlo. Me atacan los recuerdos de esas veces que iba ella en ese asiento delantero que me pertenecía a mí por antigüedad, cuando ella no sabía que realmente estaba ahí por un breve momento. Me atacan los recuerdos de maneras que ni yo entiendo, porque eso mismo que renegué tantas veces, hoy lo escribo, y que el mundo se entere, y que saque sus conclusiones, porque la verdad, ya no interesa. Me atacan por la espalda de cuando dijiste que no, y terminaste haciéndolo igual, un febrero helado, y no por el clima. Me ataca la indiferencia de mis labios cuando podrían haberse mezclado en el hechizo de otoño, esa vez envueltos en bachata.
Quiero seguirme subiendo al auto, porque cada vez que estoy ahí, es como estar nuevamente ahí contigo, como si nunca se nos hubiera ido la oportunidad de estar ahí.
Y descubrí ahí que te quería más que antes, con un cariño diferente al de esa vez que me fuiste a buscar para comer pizza. Descubrí ahí mismo que te quería más que esa vez que servimos comida y subíamos y bajábamos a buscar más jugos y más platos. Descubrí que ahora te quería de una manera más pura que cuando estábamos tomando helado escondidos de la multitud. Descubrí que lo que sentía por ti no se compara con el sentimiento tan sincero que ahora encontré dentro de mí por ti, uno que sería de capaz de esperarte por el resto de la existencia si fuera necesario, uno que podría viajar millones de kilómetros tan sólo para verte.
Me atacan los recuerdos porque huele a tu perfume, huele a todas esas veces que llegamos a mi casa y no quería bajarme, pero tenía que hacerlo. Me atacan los recuerdos de esas veces que iba ella en ese asiento delantero que me pertenecía a mí por antigüedad, cuando ella no sabía que realmente estaba ahí por un breve momento. Me atacan los recuerdos de maneras que ni yo entiendo, porque eso mismo que renegué tantas veces, hoy lo escribo, y que el mundo se entere, y que saque sus conclusiones, porque la verdad, ya no interesa. Me atacan por la espalda de cuando dijiste que no, y terminaste haciéndolo igual, un febrero helado, y no por el clima. Me ataca la indiferencia de mis labios cuando podrían haberse mezclado en el hechizo de otoño, esa vez envueltos en bachata.
Quiero seguirme subiendo al auto, porque cada vez que estoy ahí, es como estar nuevamente ahí contigo, como si nunca se nos hubiera ido la oportunidad de estar ahí.
lunes, 20 de noviembre de 2017
Hoy me siento linda
Hoy me siento más linda que otros días, más atractiva y un poco más agraciada. Pero no hay nada diferente, salvo mis chasquillas. Para quién no lo sabía, desde siempre he querido tener flecos o chasquillas, pero siempre la negativa del resto me ha detenido, porque "con pelo crespo no se pueden tener chasquillas, o vivirás amarrada a la plancha". Y les creí a todos por mucho tiempo, hasta que decidí intentarlo; y sinceramente, lo peor que podría pasar era que me quedara mal, pero siempre habría una manera de ocultarlo.
Me sentí libre, libre de los prejuicios y de la vergüenza del pelo crespo con chasquillas, me sentí completamente diferente, y hoy específicamente me sentí más linda.
Pero no se basa solo en un corte de pelo nuevo, porque hoy me pillé vistiéndome con los colores que te gustan, con las sombras que te cautivan y con el perfume que te atrapa, pero no llegaste nunca, y eso lo hace aún más especial, porque después de todo hoy me arreglé, me vestí y me peiné para mi, tan solo para mi. Me pinté los labios porque me gusta el morado mezclado con el rosa al centro, me encrespé las pestañas porque me encanta cómo se ven con la nueva máscara 2 en 1 que me regalaron para mi cumpleaños. Me hice trenzas a los lados para controlar el frizz, y me las amarré con elásticos que combinaban, solo por el placer de saber que todo era del mismo tono hoy.
Fue una jornada maratónica, en donde inclusive me combinaba la botella de agua. Estuve todo el día haciendo cosas, incluso fui a votar... y ningún despeine, ninguna mancha en el vestido y ningún error de maquillaje... y ahí lo noté, después de todo el día, la única que había estado ahí para presenciarlo todo fui yo misma.
Y descubrí que me vestí para mi, me peiné para mi, me maquillé para mi, me perfumé para mí. Porque para llegarte a amar por completo y confesarte todos mis sentimientos, era necesario que primero me dibujara en el alma un corazón gigante, destinado para mí. Fuera las inseguridades y las torpezas. Porque descubrí que un simple corte de pelo no te hace alguien diferente, pero hace de tu diferencia una ocasión para ser alguien aún más especial. Por eso hoy me siento linda, porque ya no es tan importante el físico, sino que ahora puedo mirar al espejo y no acomplejarme, porque al fin me siento linda para mí.
Me sentí libre, libre de los prejuicios y de la vergüenza del pelo crespo con chasquillas, me sentí completamente diferente, y hoy específicamente me sentí más linda.
Pero no se basa solo en un corte de pelo nuevo, porque hoy me pillé vistiéndome con los colores que te gustan, con las sombras que te cautivan y con el perfume que te atrapa, pero no llegaste nunca, y eso lo hace aún más especial, porque después de todo hoy me arreglé, me vestí y me peiné para mi, tan solo para mi. Me pinté los labios porque me gusta el morado mezclado con el rosa al centro, me encrespé las pestañas porque me encanta cómo se ven con la nueva máscara 2 en 1 que me regalaron para mi cumpleaños. Me hice trenzas a los lados para controlar el frizz, y me las amarré con elásticos que combinaban, solo por el placer de saber que todo era del mismo tono hoy.
Fue una jornada maratónica, en donde inclusive me combinaba la botella de agua. Estuve todo el día haciendo cosas, incluso fui a votar... y ningún despeine, ninguna mancha en el vestido y ningún error de maquillaje... y ahí lo noté, después de todo el día, la única que había estado ahí para presenciarlo todo fui yo misma.
Y descubrí que me vestí para mi, me peiné para mi, me maquillé para mi, me perfumé para mí. Porque para llegarte a amar por completo y confesarte todos mis sentimientos, era necesario que primero me dibujara en el alma un corazón gigante, destinado para mí. Fuera las inseguridades y las torpezas. Porque descubrí que un simple corte de pelo no te hace alguien diferente, pero hace de tu diferencia una ocasión para ser alguien aún más especial. Por eso hoy me siento linda, porque ya no es tan importante el físico, sino que ahora puedo mirar al espejo y no acomplejarme, porque al fin me siento linda para mí.
domingo, 19 de noviembre de 2017
Breaking point
you're not being consistent or consequent. it's not fair for any of us. What are you gonna say? That you miss me? You were the one that didn't want a commitment. you were the one who was afraid of finding everything one was looking for. Don't come back crying and telling me it's not over, don't tell me everything would be the same when we both know it's not like that any more.
Your friends already told me I'm your best shot. Your friends said I needed to be strong, but nothing really mattered, because you still wanted to win, without losing any piece of the cake. Oh, my dear friend, how I long for the moments where the tables will turn. When you come back begging for forgiveness, crying for a chance to show your feelings, I'm not going to be there anymore, because all of these words are coming out to stay just there. OUT.
Your friends already told me I'm your best shot. Your friends said I needed to be strong, but nothing really mattered, because you still wanted to win, without losing any piece of the cake. Oh, my dear friend, how I long for the moments where the tables will turn. When you come back begging for forgiveness, crying for a chance to show your feelings, I'm not going to be there anymore, because all of these words are coming out to stay just there. OUT.
Un día escribí de ti
Siempre es fácil escribir de ti, siempre lo ha sido y siempre lo será. Es fácil porque causas algo en mi a cada momento.
A veces solo te limitas a una mirada sencilla del otro lado del salón mientras todos entonan una melodía que ni tu ni yo escuchamos, porque estamos escuchando nuestro propio acorde. Otras veces es diferente, porque eres el único que logra calmarme tras una serie de frustraciones, lo más mágico es que no necesitas hacer nada para calmarme, me irradias tranquilidad y tu calma me relaja.
Hay ocasiones incluso que simplemente basta con que llegues a algún lugar para hacerme feliz, verte entrar por esa puerta ancha logra en mí algo que nadie más produce: satisfacción.
Pero también eres el que más me frustra, porque siempre te va pésimo en las cosas que sabes que te va a ir pésimo, pero tu actitud mega optimista hace que lo intentes, y siempre aprendes y creces y te haces más fuerte, pero siempre te va pésimo tal como ya lo sabías. Me frustras porque siempre logras salir con alguien y tener a alguna chica nueva muriéndose de ganas de estar contigo, alguien que haría de todo por llamar tu atención e impresionarte. Y tu caes en ese juego de conquista terrible, del que, por lo general, sales al corto tiempo. Me frustras porque sabes que seríamos súper mega geniales juntos, y yo también lo sé, pero no queremos intentarlo por no sé qué razón. Pero en el fondo, te entiendo, porque también soy así, muy mensa como para leer las señales y muy asustadiza como para atreverme a arriesgarlo todo y perder. Te entiendo porque a mi también me surgen inseguridades, y me encantas, pero no estoy segura que me encantes de esa manera que todos creen que me encantas.
Siempre será fácil escribir de ti, porque tus recuerdos más tiernos de mi son algunos que yo ya no tengo, pero estoy segura que no recuerdas la camisa azul y pantalones negros que usabas el día que nos sacamos la foto en la actividad del 18 de Septiembre, porque siempre soy yo la que se acuerda de ese tipo de cosas, las cosas que se consideran pequeñas, pero que al final son las grandes.
Un día en el futuro diré que escribí de ti, de tus mañas, de tu música, de tus sonrisas y de tus inseguridades. Un día te contaré que escribí de la manera en que te ríes con los ojos entrecerrados cuando acabas de burlarte de mi en mi cara y estás esperando que entienda el chiste. O te diré de cómo mueves tus manos nerviosas cada vez que te enfrentas a una situación nueva, cómo caminas de un lado a otro cuando necesitas aprenderte algo de tu carrera. Siempre sabré escribir de ti, de tus mil maneras de explicarme lo que ya sabía, de tus modismos para hablar y de cómo inclinas tu cabeza hacia abajo para reírte de alguien que contó un chiste malo que igual te dio risa.
Quizá llegará el día en que puedas decir que leíste lo que escribí de ti, y que te sonrojaste, que te dio nervios y que no supiste cómo reaccionar. Quizá estarás pensando que es muy pronto, o que ya es muy tarde, no hay un intermedio, simplemente porque siempre estamos muy prontos o siempre nos encontramos muy tarde.
Llegará ese día en que me dirás al oído todo lo que siempre he querido oír: o que me dejas ir para siempre o que jamás me dejarás otra vez; pero finalmente sucederá, que mirarás las estrellas y en un segundo de reflexión llegarás a decir en voz alta que un día escribí de ti.
A veces solo te limitas a una mirada sencilla del otro lado del salón mientras todos entonan una melodía que ni tu ni yo escuchamos, porque estamos escuchando nuestro propio acorde. Otras veces es diferente, porque eres el único que logra calmarme tras una serie de frustraciones, lo más mágico es que no necesitas hacer nada para calmarme, me irradias tranquilidad y tu calma me relaja.
Hay ocasiones incluso que simplemente basta con que llegues a algún lugar para hacerme feliz, verte entrar por esa puerta ancha logra en mí algo que nadie más produce: satisfacción.
Pero también eres el que más me frustra, porque siempre te va pésimo en las cosas que sabes que te va a ir pésimo, pero tu actitud mega optimista hace que lo intentes, y siempre aprendes y creces y te haces más fuerte, pero siempre te va pésimo tal como ya lo sabías. Me frustras porque siempre logras salir con alguien y tener a alguna chica nueva muriéndose de ganas de estar contigo, alguien que haría de todo por llamar tu atención e impresionarte. Y tu caes en ese juego de conquista terrible, del que, por lo general, sales al corto tiempo. Me frustras porque sabes que seríamos súper mega geniales juntos, y yo también lo sé, pero no queremos intentarlo por no sé qué razón. Pero en el fondo, te entiendo, porque también soy así, muy mensa como para leer las señales y muy asustadiza como para atreverme a arriesgarlo todo y perder. Te entiendo porque a mi también me surgen inseguridades, y me encantas, pero no estoy segura que me encantes de esa manera que todos creen que me encantas.
Siempre será fácil escribir de ti, porque tus recuerdos más tiernos de mi son algunos que yo ya no tengo, pero estoy segura que no recuerdas la camisa azul y pantalones negros que usabas el día que nos sacamos la foto en la actividad del 18 de Septiembre, porque siempre soy yo la que se acuerda de ese tipo de cosas, las cosas que se consideran pequeñas, pero que al final son las grandes.
Un día en el futuro diré que escribí de ti, de tus mañas, de tu música, de tus sonrisas y de tus inseguridades. Un día te contaré que escribí de la manera en que te ríes con los ojos entrecerrados cuando acabas de burlarte de mi en mi cara y estás esperando que entienda el chiste. O te diré de cómo mueves tus manos nerviosas cada vez que te enfrentas a una situación nueva, cómo caminas de un lado a otro cuando necesitas aprenderte algo de tu carrera. Siempre sabré escribir de ti, de tus mil maneras de explicarme lo que ya sabía, de tus modismos para hablar y de cómo inclinas tu cabeza hacia abajo para reírte de alguien que contó un chiste malo que igual te dio risa.
Quizá llegará el día en que puedas decir que leíste lo que escribí de ti, y que te sonrojaste, que te dio nervios y que no supiste cómo reaccionar. Quizá estarás pensando que es muy pronto, o que ya es muy tarde, no hay un intermedio, simplemente porque siempre estamos muy prontos o siempre nos encontramos muy tarde.
Llegará ese día en que me dirás al oído todo lo que siempre he querido oír: o que me dejas ir para siempre o que jamás me dejarás otra vez; pero finalmente sucederá, que mirarás las estrellas y en un segundo de reflexión llegarás a decir en voz alta que un día escribí de ti.
lunes, 7 de agosto de 2017
Easy come, easy go.
Me impresiona lo difícil que me es recordar algunos detalles que en algún instante consideré muy importantes, sin embargo hoy son sólo partes de un recuerdo leve en el pasado. Así fue con aquel beso que significaba la eternidad en mis manos, un susurro imperceptible de emoción y duda, jugueteos constantes con los pensamientos que terminaron en lo que recuerdo haber descrito como "el más interesante de los bailes"... pero hoy es solo un recuerdo frágil que se doblega ante mi imaginación. ¿Cuánto frío hacía? ¿Cuán incómodos eran los asientos? ¿Cuánto olor a pizza había cerca? ¿Era de verdad tan oscuro como creía? Detalles que no permanecieron tan arraigados en mi mente como alguna vez lo creí.
A pesar de todo, aún recuerdo como si hubiera sido recién, el roce palpitante de sus labios contra los míos sin llegar a concretar nada en absoluto, recuerdo con claridad el calor en mi espalda, no he podido borrar sus manos en mi cuello, ni el aroma a menta de aquel día de verano en el colegio.
Supongo que lo que me acompañará siempre no es el beso mágico del que siempre escribo, sino lo que lo rodeaba, las cosas que hacían espectacular ese instante.
Podemos decir que los volví eternos, esos recuerdos quedarán por siempre grabados en mis sentidos, porque al cerrar los ojos es fácil volver a leer esas sensaciones. Eso me mantiene creando nuevos sueños, en donde se mezcla la fantasía con la realidad, permitiéndome crear nuevas experiencias sensoriales, reviviendo los detalles que hacen de todo, un instante perfecto.
A pesar de todo, aún recuerdo como si hubiera sido recién, el roce palpitante de sus labios contra los míos sin llegar a concretar nada en absoluto, recuerdo con claridad el calor en mi espalda, no he podido borrar sus manos en mi cuello, ni el aroma a menta de aquel día de verano en el colegio.
Supongo que lo que me acompañará siempre no es el beso mágico del que siempre escribo, sino lo que lo rodeaba, las cosas que hacían espectacular ese instante.
Podemos decir que los volví eternos, esos recuerdos quedarán por siempre grabados en mis sentidos, porque al cerrar los ojos es fácil volver a leer esas sensaciones. Eso me mantiene creando nuevos sueños, en donde se mezcla la fantasía con la realidad, permitiéndome crear nuevas experiencias sensoriales, reviviendo los detalles que hacen de todo, un instante perfecto.
miércoles, 19 de julio de 2017
Fuerte
Y solía escribirte en tartas líneas, pero se desgastó el sentimiento forzado. Trataba siempre de arreglar algo que jamás se rompió. Y no sé con qué objeto digo esto, si yo lo acepté, lo permití y lo pedí a gritos en una mente bulliciosa. No quiero que vuelvas, pero me desgarra la soledad en este vacío de ideas. A veces intentaba imaginar cómo sería tenerte cerca y decirte al oído lo que soñaba de nosotros, pero estabas sordo ante mis melodías porque te ensordece la música que entona otra batería, o flauta, o guitarra, o arpa, lo que sea que te atraiga más.
Resultó ser la misma historia triste del sombrero abandonado, que fue recogido por el cantinero para dejar la propina. Es un buen uso, pero ese sombrero viejo ya no estaba para guardar sobras. Necesitaba más que las monedas olvidadas en el pantalón añejo del albañil. Nunca volverá algo que jamás se fue, y nunca se fue porque nunca estuvo aquí en primer lugar. Y así es la vida, confusa y difusa; te atrapa por el brazo y te zarandea en la nieve mientras te pega el sol en la cara, para enfriarte en la lluvia luego de pasearte por el desierto. Nadie entiende más que lo que sus fuerzas le permiten, y yo ya no tengo fuerza.
jueves, 29 de junio de 2017
Lo que consideramos lluvia
Fue la excusa perfecta, para desestabilizar la ecuación y romper el equilibrio. El cielo lloraba la espera de tan ansiada fracción de segundo, todo al rededor se configuraba dando paso al fantasmal silbido de la madrugada. El frío poco a poco nos dominaba, tomaba nuestros extremos para convertirlos en partes inmóviles de su colección. De alguna manera comprendimos lo que las historias hacían rondar en nuestras mentes.
Y la caminata comenzó. Paso lento, calmado, con ganas de no acabarla, un roce suave tranquilizaba el castañeteo de los dientes. No todo era perfecto, de hecho, nada lo era, precisamente así mismo debía ser, la más pura semejanza de lo que somos, seres completa y perfectamente imperfectos, llenos de desarreglados ajustes que de alguna manera aun siguen funcionando.
Tomábamos turnos inconscientes para respirar, porque así era como calzaba mejor. Algo dominó mis sentidos al verme envuelta en profundas redes que cautivaban mis temblores. Ese agarre firme que sostuvo, por un largo tiempo, mucho más que mi espalda, muchísimo más que mis miedos, y muchísimo más que lo que me destruía.
Era el frío, me decía a mí misma, era el frío que no me dejaba pensar, era el frío que susurraba en mis oídos que los demonios no pasarían de esta semana, ya iba a acabarse y no podía continuar. Mis manos querían recorrer el campo de ilusiones que se presentaba ante mi, era la solución perfecta para unir piezas que ya se habían perdido hace mucho tiempo. Terminé simplemente encarcelándolas en un espacio pequeño, alejadas de las posibilidades que otorgaba el plano recién pulido, espacio tan pequeño y encerrado que se volvían locas por salir. Los olores comenzaban a mezclarse, dejándome fantasear por más de lo permitido. Era ese aroma que invocaba los demonios del pasado, el mismo que permitía hacer las paces conmigo misma, admitir que algo no andaba bien, y que eso estaba bien, completamente bien.
Era el frío, me decía a mí misma, era el frío que no me dejaba pensar, era el frío que susurraba en mis oídos que los demonios no pasarían de esta semana, ya iba a acabarse y no podía continuar. Mis manos querían recorrer el campo de ilusiones que se presentaba ante mi, era la solución perfecta para unir piezas que ya se habían perdido hace mucho tiempo. Terminé simplemente encarcelándolas en un espacio pequeño, alejadas de las posibilidades que otorgaba el plano recién pulido, espacio tan pequeño y encerrado que se volvían locas por salir. Los olores comenzaban a mezclarse, dejándome fantasear por más de lo permitido. Era ese aroma que invocaba los demonios del pasado, el mismo que permitía hacer las paces conmigo misma, admitir que algo no andaba bien, y que eso estaba bien, completamente bien.
No todos los días son buenos, ni todas las noches son de descanso. A veces los días apestan y las noches se tornan de eterna oscuridad, aunque sea con todas las luces prendidas. Pero esta no era una de esas, esta era una noche de misterio y de incertidumbre. Todo era posible dentro de las pocas posibilidades. Hasta que llegamos allí. Llegamos y nos quedamos más tiempo del necesario, rogándole al viento que nos permitiera continuar sin tenerlo de enemigo. Pero lo cierto fue que, a pesar de su incesante movimiento, fue nuestro mejor aliado. Se llevó los miedos y esparció las dudas acumuladas. Probablemente la situación no era como la imaginaba, es la verdad, pero era perfecta para grabarla como anécdota para un futuro menos esperanzador.
El fuego danzaba a mi espalda y se colaba entre los abrigos, subía y se esparcía por las debilidades, haciéndolas brillantes y frágiles. Eran nuestras propias perlas de diamante brillando por la ocasión, incluso mi clavícula se doblegaba ante el sutil contacto de la piel fría y la tibia. Retumbaba en mi cabeza el temblor de mi voz, ¿quedaría considerado válido? la verdad ni me importaba, a esas alturas incluso las piedras sabían lo que pensaba, no podía pretender que hubiera sido imperceptible. Las ganas de aventurarse eran más grandes que la capacidad de apreciar el silencio, y salieron las palabras más torpes que podría haber dicho, pero ahí estaban, burlándose de mi en mi cara. Intenté cubrir el nerviosismo con risas, pero todo me gritaba valentía cuando mi mente aun no comprendía lo que estaba pasando.
La gracia de todo el tiempo que bailamos ante los compases mudos fue lo que produjo, una decisión. Una pregunta y una respuesta, otra pregunta, y otra respuesta, y las puertas de la imaginación volvían a abrirse, desplegando años de material oculto que habían sido seleccionados para escribir esta historia y las que vienen más adelante. El chocolate nervioso derritiéndose en la mantequilla de maní creaban más explosiones sensoriales que nunca antes. Si hubiese sabido lo fácil que se nos daba la creación de nuevos aires, habría hecho eso mucho antes, como cuando recién empezaba a comprender que pensar diferente a lo que se esperaba también estaba bien, completamente bien.
Como escribiendo una historia que no debe ser olvidada, así se movían las yemas de mis dedos, frenéticas por grabar cada detalle y plasmarlo en las libretas de la piel más tarde. Frenéticas se mueven en las teclas, intentando imitar la vibración de ese momento, ese preciso momento.
Después de todo, un investigador debe hacer pruebas, entrevistar a los implicados, hasta llegar a contestar la pregunta de investigación, contestarla satisfactoriamente y a cabalidad. Empecemos con nuestra propia fundamentada y elaborada investigación, paso uno: ¿Cuantitativa o cualitativa?
El fuego danzaba a mi espalda y se colaba entre los abrigos, subía y se esparcía por las debilidades, haciéndolas brillantes y frágiles. Eran nuestras propias perlas de diamante brillando por la ocasión, incluso mi clavícula se doblegaba ante el sutil contacto de la piel fría y la tibia. Retumbaba en mi cabeza el temblor de mi voz, ¿quedaría considerado válido? la verdad ni me importaba, a esas alturas incluso las piedras sabían lo que pensaba, no podía pretender que hubiera sido imperceptible. Las ganas de aventurarse eran más grandes que la capacidad de apreciar el silencio, y salieron las palabras más torpes que podría haber dicho, pero ahí estaban, burlándose de mi en mi cara. Intenté cubrir el nerviosismo con risas, pero todo me gritaba valentía cuando mi mente aun no comprendía lo que estaba pasando.
La gracia de todo el tiempo que bailamos ante los compases mudos fue lo que produjo, una decisión. Una pregunta y una respuesta, otra pregunta, y otra respuesta, y las puertas de la imaginación volvían a abrirse, desplegando años de material oculto que habían sido seleccionados para escribir esta historia y las que vienen más adelante. El chocolate nervioso derritiéndose en la mantequilla de maní creaban más explosiones sensoriales que nunca antes. Si hubiese sabido lo fácil que se nos daba la creación de nuevos aires, habría hecho eso mucho antes, como cuando recién empezaba a comprender que pensar diferente a lo que se esperaba también estaba bien, completamente bien.
Como escribiendo una historia que no debe ser olvidada, así se movían las yemas de mis dedos, frenéticas por grabar cada detalle y plasmarlo en las libretas de la piel más tarde. Frenéticas se mueven en las teclas, intentando imitar la vibración de ese momento, ese preciso momento.
Después de todo, un investigador debe hacer pruebas, entrevistar a los implicados, hasta llegar a contestar la pregunta de investigación, contestarla satisfactoriamente y a cabalidad. Empecemos con nuestra propia fundamentada y elaborada investigación, paso uno: ¿Cuantitativa o cualitativa?
viernes, 26 de mayo de 2017
So long, Too long
Salimos a la brisa fría característica de las 10 de la noche, un chispazo de algarabía provenía del frente, el aire olía a frenesí, ese típico aroma de un viernes en la noche donde ya no hay mucho que hacer. La vida se estaba transportando a otro sector y todos corrían de sus mentes para saciar las ganas de despejarse.
Pero por sobre todo ahí estaba esa sonrisa tranquila, que ya me habían contado el panorama una y mil veces. El aroma de viernes lentamente se transformó en nostalgia, mis manos temblaban, pero nadie necesitaba saberlo. Me demoré bastante en arreglarme el pañuelo para que estuviera cómodo, es mi pañuelo favorito y siempre lo uso, ya sé hacerlo, pero tardé demasiado en ponermelo. Hay una diferencia entre tardar mucho y tardar demasiado. Si hubiera tardado mucho, habría disfrutado de su abrigo por al menos un tiempo, pero tardé demasiado en ponérmelo y acomodármelo. Por eso cuando nos vinimos me lo saqué de inmediato y no fue más que una pérdida el haber intentado acomodarlo.
Supongo que así nos pasó, tardé demasiado, tanto que no logré disfrutar y tuve que quitarlo de inmediato.
Fue refrescante, ese viento de honestidad del que mis pulmones lograron saborear. A veces es más sencillo depender de las manos rápidas haciendo un nudo en un pañuelo que palabras rápidas haciendo un nudo en el pecho.
Tenía que pasar, porque las personas correctas en los momentos equivocados suelen disfrutar de cosas sencillas como un helado. Se propone como cuento, termina siendo historia, se imagina como historia de hadas y termina siendo la realidad más fantástica, en la que por fin no tardas mucho, ni demasiado. Tardamos lo justo en darnos cuenta lo mucho que nos gusta el pañuelo, pero que ya no es momento de usarlo. Tardamos poco en notar que se ve bonito puesto, pero no cumple una función satisfactoria en los roles que interpretamos ese día.
Esa era la parte linda, ¿No? el saber que después de tantos cuentos, aun podemos archivar este y avanzar en el libro, leyendo con confianza, porque un pañuelo y un globo son sólo herramientas de una buena historia.
lunes, 22 de mayo de 2017
Pretty purple balloon
Imagine a balloon. The prettiest balloon you've ever bought. Imagine it with your favorite color. Think about how big you want it to be, put your lips around the border and exhale with all your power. Imagine you did it well, imagine you didn't laugh, imagine it was meant to be big. But think about what you feel when it goes flying away from you. It was supposed to be the prettiest balloon ever, it was supposed to make you feel happier, but now you don't have it; and again, you walk all the way where it went, you gently hold it between your fingers, and proceed to do the process one more time. What if it goes wrong again? Would you mind picking it up for a second time? What if you didn't really like it as big. Would you throw it away to fly in the wind? Would you look at it while it goes away?
I'm decided to blow air inside my lungs, and try it one more time, even if that means I'm breathless after doing it. I'm positive it will feel like fainting and crashing into a wall of despair; but people say it's worth the risk. People always put it like inflating a balloon is more of the result than the process of holding on to it before you get to set it loose.
I did, actually. I filled my lungs and emptied them all at once. And it actually did feel like hell. And I'm even more sure now that I'm trying it again next time. Holding on to something made me examine it with deep caution, I was able to study every possible risk this may bring, and every posible enjoyment I could have after all. At the end, it was not the thinking that got me through it, but it was doing what I was supposed to do what brought me relief. I don't recommend this very often, but let go, let loose, let it fly away; and If by some reason you find it back, keep it.
sábado, 20 de mayo de 2017
Slow hands 🎶
Al compás de 8 beats unimos nuestros pensamientos en borrosos recuerdos de un pasado casi alternativo.
Era inevitable llegar a esa conversación que había rondado nuestras mentes por más tiempo del esperado. Un par de risas nos sobraron para llegar a la pregunta que gatilló en mi la debilidad del pasado. No somos los mismos, y esa es precisamente la magia. La misma magia que nos dibuja círculos al rededor de los pensamientos, recalcando los afines y subrayando las respuestas que se configuran tras haber delimitado las posibilidades.
Ya no es momento de reflexionar por más tiempo sobre cómo habría sido de haber sido. Sin embargo todo lo sucedido hizo crecer aquello que alguna vez se creía muerto. De verdad, ¿alguna vez murió? Esos flechazos infames directos a la razón no parecen haber funcionado. Sabíamos lo que pasaba y no quisimos avanzar más, porque esta vez los papeles de habían invertido. Esta vez las rutinas marcadas estaban determinadas en girar en otra dirección.
Y avanzaba la hora y todo se hacía más familiar, un sentimiento cálido rodeaba mis sentidos, como si ese abrigo gentil que se esparcía en el asiento llegara a mis ideas y les otorgara credibilidad.
Las excusas llegaron más temprano que tarde y las caminatas nos otorgaron ocasiones diferentes, fuera del vibrato y la vibración incoherente. ¿Lo sentiste también? Era lo fresco del entusiasmo, y la brisa nos entró por las rendijas.
Ya no tengo murallas, ni barreras, ni guardias; solo tengo tiempo y manos frías.
miércoles, 17 de mayo de 2017
Un crimen pasional
Estaba de pie frente al espejo, esperando pacientemente que su
hija saliera de esa fiesta de cumpleaños. "¡Apúrate Ignacia!"
vociferaba tras la muchedumbre, el pasillo de esa casa era tan largo que se
transformaba en el cuarto de espera cada fiesta. "¿A quién busca
dama?" Sonó la voz madura del cumpleañero, "Hola, soy Bruno".
"A María Ignacia", dijo tímida, "Ya la llamé un par de veces y
se está poniendo las zapatillas, Soy Francia", terminó con un repiqueteo
inusual; lo observó de pies a cabeza, se aseguró de observar bien el corte de
pelo y los músculos en su brazo, incluso el sudor que le corría por la espalda
y se entreveía por su sudadera sin mangas.
"¡Mamá despierta!" dijo la hija, estaba vestida de punta en blanco para ir a Misa, era el bautizo de su ahijado y los niños no querían perdérselo de ninguna manera. "¡María Ignacia, no me asustes de esa manera!" reclamaba su madre constantemente, decía que se le subía el azúcar, pero en realidad solamente no le gustaba ser interrumpida en sus pensamientos enajenados. "Ponte de pie hija, llama a tu padre que ya nos vamos" resopló descontenta. Todos estaban felices por el bebé, pero aún nadie sabía quién era realmente ese bebé. "Papá viene pronto, dijo que subiéramos al auto" dijo el pequeño Max bajando la escalera. Francia llamó a sus hijos y los reunió para las instrucciones finales: "Recuerden que este es un día especial y no queremos que nada la arruine". Todos instalados en el auto esperando al papá, Francia no pudo más que contener sus emociones al tocar ese asiento de cuero rojo que le traía tantos recuerdos, se mordió el labio e intentó ocultar el pasado debajo de sus marcados pómulos, "Hola, soy Bruno" resonaba en su cabeza, sin que nadie lo pudiera sacar de ahí.
"Señora Lyon, qué gusto verla" dijo Bruno, con una sonrisa marcada y decidida. "Oh, gracias, dime Francia por favor, ¿Qué te trae por acá?" respondió nerviosa, desde el primer día ese 'niño' le movía el piso como su esposo no lo había hecho en años, "Es el supermercado, normalmente la gente viene a comprar comida y algunas otras cosas que necesita" se burló él, intentado romper el hielo. "Bruno, tú eres amigo de mi hija, ¿no es así?" inquirió ella, haciéndose la desentendida. “Claro, ella me ha contado mucho de su familia, pero jamás me había dicho que tenía una madre como usted” coqueteó él. Ella lo observó dudosa por un momento mientras él acercaba su mano a su espalda. El contacto sutil de sus dedos tibios contra la piel descubierta por la blusa de seda electrificó brevemente todos sus sentidos, aligeró la carga emocional de aquel encuentro poco casual. “Cuidado, viene alguien pasando” fue su excusa, que rompió más que el hielo entre ellos. “Debo irme” dijo Francia, determinada a encontrarse casualmente en algún otro momento con este jovencito que le había traído de vuelta el alma al cuerpo.
“Francia, ¿Por qué estás tan distante?” inquirió Arturo, su esposo de hace 26 años. Todo había empezado en la secundaria cuando, después de unas cuantas clases juntos, les tocase hacer un trabajo grupal en el que los fuegos se encendieron. Duró bien los primeros años de matrimonio y siguió hasta tener al hijo menor, pero algo había sucedido desde ese tiempo hasta ahora en el que ya ni sus bocas tenían deseos de juntarse. Francia resopló confundida “¿A qué te refieres?” frunció el ceño despectiva, “A veces me desespera tener que siempre estar esperando por ti en el auto” dijo sin pensarlo dos veces, apretando el cuero del asiento nuevamente, ese lugar guardaba secretos más importantes que cualquier otro lugar de su casa. “¿Dónde debemos ir?” dijo finalmente Arturo, “Papá, llevamos toda la semana hablando del bautizo del bebé de Antonia, en la Capilla frente a la plaza” dijo María Ignacia. “¿Falta algo?” Preguntó Arturo, cerciorándose que todo estuviera en orden, “Francia, ¿Todo bien?”, “Solo avanza” respondió.
“¿Tú por aquí otra vez?” sonrió Francia, sorprendiéndose de encontrarlo en el estacionamiento del supermercado donde habían tenido su primer encuentro. “Mensualmente vengo unas 3 o 4 veces, no debería sorprenderle” bromeó. Rieron amistosamente por un par de minutos hasta que Bruno preguntó algo que dejó a Francia boquiabierta: “¿Usted llegaría a fijarse en alguien menor?” observándole con paciencia, dejando en evidencia la sed del contacto. “Soy una mujer casada, ¿Por qué preguntas eso?” dijo entre risas coquetas. “Porque me parece atractiva, y siempre tiene cara de cansada cuando está cerca de su esposo” dijo el joven, aparentando conocer los misterios de la vida. “Mira jovencito, jamás haría cosa semejante, sin embargo puedo tenerlo en consideración” respondió maliciosamente, sabiendo todo lo que podría acarrear esta respuesta, se inclinó más cerca de él y le dio un beso en la mejilla demasiado cerca de la boca como para ser casualidad. “Nos vemos la otra semana supongo” sonrió él, acariciándole temeroso el brazo, y se alejó con calma del lugar; sin embargo Francia subió al auto sin dejar de temblar, estaba nerviosa y excitada por el riesgo inminente de la aventura prohibida. Sentía cosquilleos en toda la espalda y mordía sus labios con solo pensar en el encuentro que se aproximaba peligrosamente.
"¡Mamá despierta!" dijo la hija, estaba vestida de punta en blanco para ir a Misa, era el bautizo de su ahijado y los niños no querían perdérselo de ninguna manera. "¡María Ignacia, no me asustes de esa manera!" reclamaba su madre constantemente, decía que se le subía el azúcar, pero en realidad solamente no le gustaba ser interrumpida en sus pensamientos enajenados. "Ponte de pie hija, llama a tu padre que ya nos vamos" resopló descontenta. Todos estaban felices por el bebé, pero aún nadie sabía quién era realmente ese bebé. "Papá viene pronto, dijo que subiéramos al auto" dijo el pequeño Max bajando la escalera. Francia llamó a sus hijos y los reunió para las instrucciones finales: "Recuerden que este es un día especial y no queremos que nada la arruine". Todos instalados en el auto esperando al papá, Francia no pudo más que contener sus emociones al tocar ese asiento de cuero rojo que le traía tantos recuerdos, se mordió el labio e intentó ocultar el pasado debajo de sus marcados pómulos, "Hola, soy Bruno" resonaba en su cabeza, sin que nadie lo pudiera sacar de ahí.
"Señora Lyon, qué gusto verla" dijo Bruno, con una sonrisa marcada y decidida. "Oh, gracias, dime Francia por favor, ¿Qué te trae por acá?" respondió nerviosa, desde el primer día ese 'niño' le movía el piso como su esposo no lo había hecho en años, "Es el supermercado, normalmente la gente viene a comprar comida y algunas otras cosas que necesita" se burló él, intentado romper el hielo. "Bruno, tú eres amigo de mi hija, ¿no es así?" inquirió ella, haciéndose la desentendida. “Claro, ella me ha contado mucho de su familia, pero jamás me había dicho que tenía una madre como usted” coqueteó él. Ella lo observó dudosa por un momento mientras él acercaba su mano a su espalda. El contacto sutil de sus dedos tibios contra la piel descubierta por la blusa de seda electrificó brevemente todos sus sentidos, aligeró la carga emocional de aquel encuentro poco casual. “Cuidado, viene alguien pasando” fue su excusa, que rompió más que el hielo entre ellos. “Debo irme” dijo Francia, determinada a encontrarse casualmente en algún otro momento con este jovencito que le había traído de vuelta el alma al cuerpo.
“Francia, ¿Por qué estás tan distante?” inquirió Arturo, su esposo de hace 26 años. Todo había empezado en la secundaria cuando, después de unas cuantas clases juntos, les tocase hacer un trabajo grupal en el que los fuegos se encendieron. Duró bien los primeros años de matrimonio y siguió hasta tener al hijo menor, pero algo había sucedido desde ese tiempo hasta ahora en el que ya ni sus bocas tenían deseos de juntarse. Francia resopló confundida “¿A qué te refieres?” frunció el ceño despectiva, “A veces me desespera tener que siempre estar esperando por ti en el auto” dijo sin pensarlo dos veces, apretando el cuero del asiento nuevamente, ese lugar guardaba secretos más importantes que cualquier otro lugar de su casa. “¿Dónde debemos ir?” dijo finalmente Arturo, “Papá, llevamos toda la semana hablando del bautizo del bebé de Antonia, en la Capilla frente a la plaza” dijo María Ignacia. “¿Falta algo?” Preguntó Arturo, cerciorándose que todo estuviera en orden, “Francia, ¿Todo bien?”, “Solo avanza” respondió.
“¿Tú por aquí otra vez?” sonrió Francia, sorprendiéndose de encontrarlo en el estacionamiento del supermercado donde habían tenido su primer encuentro. “Mensualmente vengo unas 3 o 4 veces, no debería sorprenderle” bromeó. Rieron amistosamente por un par de minutos hasta que Bruno preguntó algo que dejó a Francia boquiabierta: “¿Usted llegaría a fijarse en alguien menor?” observándole con paciencia, dejando en evidencia la sed del contacto. “Soy una mujer casada, ¿Por qué preguntas eso?” dijo entre risas coquetas. “Porque me parece atractiva, y siempre tiene cara de cansada cuando está cerca de su esposo” dijo el joven, aparentando conocer los misterios de la vida. “Mira jovencito, jamás haría cosa semejante, sin embargo puedo tenerlo en consideración” respondió maliciosamente, sabiendo todo lo que podría acarrear esta respuesta, se inclinó más cerca de él y le dio un beso en la mejilla demasiado cerca de la boca como para ser casualidad. “Nos vemos la otra semana supongo” sonrió él, acariciándole temeroso el brazo, y se alejó con calma del lugar; sin embargo Francia subió al auto sin dejar de temblar, estaba nerviosa y excitada por el riesgo inminente de la aventura prohibida. Sentía cosquilleos en toda la espalda y mordía sus labios con solo pensar en el encuentro que se aproximaba peligrosamente.
“Mamá, ¿Qué sabes del bebé de Antonia?” Preguntó el hijo menor de
Francia, como si él también supiera que algo no andaba bien. Se sintió
presionada por su propia culpa, la temperatura interna del auto aumentaba
segundo a segundo, Francia ya no podía mantener el secreto de su romance con
Bruno, tantas tardes de lujuria estaban empezando a pasarle la cuenta a su
mente y era momento de encontrarse con él una vez más, debían guardar
composturas frente a las familias y amigos y aguantarse las ganas por completo.
Esa sensación que comienza en la parte inferior del estómago y se traslada a la
espalda para recorrerla completa hasta la nuca, vuelve el cosquilleo en las
piernas y el mareo consecuente de tanto éxtasis. Francia se sintió ‘enferma’ y
se bajó rápidamente del auto apenas llegaron a la Capilla, pero le aguardaba
aun lo peor.
“Ya era hora que llegaras” Dijo Bruno, arreglándose su chaqueta
negra, ella se puso de pie fuera del auto y pasó su mano por la cintura como
llamándolo a pecar. Él fue quien dio el primer paso, firme y varonil,
acercándose cada vez a la línea de peligro. Fue un encuentro osado, el
atardecer se cansó de tanta algarabía sugestiva, sus bocas conjugaban palabras
inexplicables de placer y deseo que ambos estaban sobrepasados del acto mismo,
su conexión era más fuerte que en el primer toque, esas manos tibias y suaves
recorrían su cadera como cual ciego lee braille. Las ventanas mismas del auto
comenzaban a tornarse húmedas por la temperatura que iba en aumento. El cuero
rojo rozaba sus piernas y Francia no podía más que imaginar estrellas en sus
ojos. Era la infinidad en un instante, la maravilla de lo prohibido mezclándose
con la rutina. Estaban tan embriagados de placer que las horas parecieron ser
ínfimas, los segundos se desgastaban ante la mera presencia de un crimen sin
control. Rompieron las líneas permitidas con tanto ímpetu que ninguno se
atrevió a hablar de lo ocurrido en voz alta, solo eran sus pensamientos que
gritaban desesperadamente que esta ocasión se repitiera.
Francia entró en la capilla para darse cuenta que ahí estaba
Bruno, con su corbata morada, la misma que ella había quitado de ese cuello un
par de veces antes de quitarle la camisa. La misma corbata de cuando fueron juntos
miles de veces al pub pretendiendo que solo iban a “tomar algo de pasada”.
Bruno la observó perplejo, como si no recordara que ella también estaba
invitada al bautizo. Ambos se reconocieron las ganas de terminar lo que ya
habían empezado, pero recordaban también lo difícil y peligroso que sería en
esas circunstancias, en las que nada estaba permitido, todo estaba criticado
por el resto de las personas del lugar, todo debía ser pulcro y limpio. Ella lo
miraba de reojo durante la ceremonia, fijándose que ni su esposo ni la novia de
Bruno los mirara. Romina los miraba con detención cada vez que se acercaban a
platicar. Resulta que ella era más astuta que Bruno y Francia juntos, y a pesar
de lo que se creía, ella tenía sus propios asuntos secretos; además, ya los
había pillado con las manos en la masa cuando Bruno, sin percatarse que los
observaban, acarició la espalda de Francia sobrepasando ciertos límites de
confianza. Romina se estaba guardando todo para cuando fuera el momento de
sacar a la luz y llevarse toda la ganancia. Bruno la miró como estudiándola dentro del auto, no era la primera ni
la segunda vez que se escabullían para tan infame encuentro, cada semana,
jueves por la noche, era su reunión privada. Siempre era algo diferente,
empezaban de manera sutil y casual, como si dos colegas fueran a un Happy Hour. Sus ojos siempre buscaban la manera de examinarse sin ser descubiertos. Francia
nunca aguantaba la actuación más de una hora, todo para ella debía ser fugaz.
Bruno siempre la llevaba de la mano a la parte trasera del local, sabiendo lo que
ello implicaba. Un jueves más y una noche más. Cada vez se iban guardando jueves a la lista de noches descontroladas y dejadas de manera cuidadosa dentro
del baúl de recuerdos por olvidar.
Y así llegaron a darse las 10 de la noche, todos estaban comenzando a dejar la Capilla para irse a refugiar de la suave llovizna que se veía en lo distante del cielo. Bruno se acercó a Francia para despedirse, llegó junto a su novia de la mano y no pudo simular lo suficientemente bien y terminó por delatar su pasión al pasarle la mano, más lento de lo usual, por la espalda. Francia se sonrojó y tomó la mano de su esposo con más fuerza. pero ahí fue donde comenzó el terror.
Arturo había estado sospechando desde hace algún tiempo que algo andaba raro con su mujer, así decidió seguirla. Su corazón se destrozó al oír los gemidos en la parte de atrás del Bar, y con amargas lágrimas volvía a su hogar cada vez que seguía a Francia en sus salidas de los jueves. Arturo había estado planeando este momento hace meses, la fachada perfecta para un crimen perfecto. Tomó por la espalda a su esposa, la acercó a sí mismo y la besó como hacía meses no la besaba. Recorrió con sus manos su espalda y le acarició el cabello mientras respiraba su aroma a 'dulce de fresas'. Se adelantó a despedirse de Bruno y sonrió al mirar a Romina. "Te espero en el auto, encenderé la máquina" le dijo a Francia, sabiendo que en realidad, no tendría que esperar.
Romina observó a Arturo por el rabillo del ojo y supo que era su momento de actuar. Dejó a Bruno y le besó la mejilla, "Necesito correr al baño, ¿me esperas?". Bruno asintió y Romina se alejó, en dirección opuesta al estacionamiento. La pasión superó a Francia y se acercó a Bruno, que en un instante la tomó por la cintura para darle el que sería el último de sus besos, habían acordado no verse más y continuar sus vidas. Pero sus bocas se sintieron raras, sus gargantas empezaron a quemar como con cien grados, y comenzaron a gritar desesperadamente. Ambos cayeron al suelo y temblaron en medio de convulsiones, y ambos dejaron el último suspiro dedicado a su amor.
Mientras, Arturo cerraba la puerta y Romina se ajustaba el cinturón. "Tendremos que decirles a los niños las noticias" dijo ella, y él sólo sonrió y respondió a modo condescendiente "No será dificil". Partió el motor y escaparon juntos, como las tantas veces anteriores que ya había sucedido.
Y así llegaron a darse las 10 de la noche, todos estaban comenzando a dejar la Capilla para irse a refugiar de la suave llovizna que se veía en lo distante del cielo. Bruno se acercó a Francia para despedirse, llegó junto a su novia de la mano y no pudo simular lo suficientemente bien y terminó por delatar su pasión al pasarle la mano, más lento de lo usual, por la espalda. Francia se sonrojó y tomó la mano de su esposo con más fuerza. pero ahí fue donde comenzó el terror.
Arturo había estado sospechando desde hace algún tiempo que algo andaba raro con su mujer, así decidió seguirla. Su corazón se destrozó al oír los gemidos en la parte de atrás del Bar, y con amargas lágrimas volvía a su hogar cada vez que seguía a Francia en sus salidas de los jueves. Arturo había estado planeando este momento hace meses, la fachada perfecta para un crimen perfecto. Tomó por la espalda a su esposa, la acercó a sí mismo y la besó como hacía meses no la besaba. Recorrió con sus manos su espalda y le acarició el cabello mientras respiraba su aroma a 'dulce de fresas'. Se adelantó a despedirse de Bruno y sonrió al mirar a Romina. "Te espero en el auto, encenderé la máquina" le dijo a Francia, sabiendo que en realidad, no tendría que esperar.
Romina observó a Arturo por el rabillo del ojo y supo que era su momento de actuar. Dejó a Bruno y le besó la mejilla, "Necesito correr al baño, ¿me esperas?". Bruno asintió y Romina se alejó, en dirección opuesta al estacionamiento. La pasión superó a Francia y se acercó a Bruno, que en un instante la tomó por la cintura para darle el que sería el último de sus besos, habían acordado no verse más y continuar sus vidas. Pero sus bocas se sintieron raras, sus gargantas empezaron a quemar como con cien grados, y comenzaron a gritar desesperadamente. Ambos cayeron al suelo y temblaron en medio de convulsiones, y ambos dejaron el último suspiro dedicado a su amor.
Mientras, Arturo cerraba la puerta y Romina se ajustaba el cinturón. "Tendremos que decirles a los niños las noticias" dijo ella, y él sólo sonrió y respondió a modo condescendiente "No será dificil". Partió el motor y escaparon juntos, como las tantas veces anteriores que ya había sucedido.
martes, 16 de mayo de 2017
De ti y de mi
¿Recuerdas esa vez que salías conmigo y me rechazaste?¿Recuerdas que me hiciste esperar a que te decidieras?¿Recuerdas que me fui sin dar explicaciones? Recuerdo que no querías perder ni pan ni pedazo, recuerdo que nunca creíste en la posibilidad de un "nosotros" y también recuerdo las palabras que aún nos faltan por intercambiar, las frases que aún nos falta aclarar del panorama. Tantas letras desperdiciadas en almas vagabundas que jamás reconocerán el desastre que dejaron en la mente ajena, incluyéndome, somos todos criminales de tiempo completo, robamos sonrisas y miradas y regalamos ilusiones que no pretendemos cultivar. Me encantaba su compañía y me encantaba verle sonreír, así tímido como siempre. No me importa perder tanto ahora como me importaba antes de saber ciertas verdades que no deberían escaparse, ahora estoy menos temerosa y más ayuda. Creo que cientos de veces lo he dicho: no me gusta, me desagrada bastante el contacto físico, pero de vez en cuando surge alguien que me hace entrar en razón y pensar en las mismas cosas de manera diferente; es cierto lo que estás leyendo: las mismas cosas que creía únicas en alguien, las encontré en otra persona, te alegrará saber que efectivamente esa otra persona está al tanto de la situación y ya lo he puesto al corriente. Te alegrará saber también que ya recapacité de lo que hice y pretendo no hacerlo igual esta vez, pretendo arreglar y corregir lo que ambos sabemos que no estaba bien. En ese tiempo éramos menos capaces de reaccionar ante la amenaza latente del descontento, olvidando la promesa brillante del gozo y felicidad que se avecinaba. Fuimos presa de nuestras propias inseguridades e inquietudes, asfixiamos la confesión suponiendo que era esa la derrota, cuando los derrotados fuimos nosotros al olvidar partes de la ecuación. Es hora de dejar los miedos en el camino, ya tengo la idea inicial de la historia que quiero escribir; sin embargo, me falta el final, ese que solo tú conoces, no hay por qué ni razones, solo hay tiempo.. y se nos está acabando.
Miedo Irracional
Y era impulsivo, casi frenético, un movimiento exagerado en el que todo se consumía de la nada. Esas miradas cruzadas de oculta complicidad indicaban más que un simple buenos días o buenas noches. Nada presagiaba la tragedia a la que se verían expuestos por culpa de su misma incorrección, porque jamás iban a entender ni se iban a atrever, todo el proceso era demasiado como para hacer algo al respecto. Y ahí estaban, parados e inexpresivos, muertos de miedo, hablando del día a día como si la rutina les fuera a satisfacer. Ambos entendían la importancia de la claridad, pero ambos se quedaron confundidos detrás de sus propias murallas, era más seguro, más cómodo y menos riesgoso. ¿A qué le temían realmente?
domingo, 14 de mayo de 2017
¿Por qué no?
Porque hablas muy fuerte,
Porque no te callas nunca,
Porque tienes mucha personalidad,
Porque no controlas tus impulsos,
Porque te demoras demasiado,
Porque no comprendo tu personalidad,
Porque eres muy efervescente,
Porque eres muy irritable,
Porque eres demasiado metódica,
Porque no tienes lo que hace falta,
Porque crees que te la sabes todas,
Porque eres muy joven,
Porque tienes mucha edad,
Porque tienes poca experiencia,
Porque estás sobrecalificada,
Porque no quiero hacerte daño,
Porque no quiero que sufras,
Porque no creo que esto te convenga,
Porque no soy lo suficiente para ti,
Porque no soy digno de ti,
Porque eres mucho para mí,
Porque no logro entenderte,
Porque no tengo tiempo ahora,
Porque prefiero concentrarme en mis estudios,
Porque debo darle prioridad a otras cosas,
Porque no eres lo que busco,
Porque no es el tiempo,
Porque no siento que sea correcto,
Porque no es así como me lo imaginaba.
Patrañas.
sábado, 6 de mayo de 2017
Brillo Hierático
Estaba seria, inexpresiva. Ninguno de nosotros en su sano
juicio lograba descifrar qué pasaba por su mente; pero así se veía perfecta.
Misteriosa e indescifrable. Vannya tenía los ojos color caramelo, con una
expresión de dolor en cada pestañeo. Se notaba en su semblante cómo el pasado
la había marcado. Era una mujer fuerte y decidida, siempre sabía exactamente
las palabras que decir para romper el hielo. Tenía una personalidad confusa,
como si todo el dolor de una mirada triste se fundiera con el sarcasmo de la
superioridad adquirida, ese tipo de superioridad innata de alguien que hace todo
bien sin siquiera proponérselo. Esa tarde estaba enalienada, pensando en
cualquier otra cosa menos en el tema que estábamos hablando; repetía cada
cierto tiempo alguna pregunta que ya se había hecho anteriormente, ese día
fatídico día en el que había llegado atrasada a su más importante reunión del
trabajo, cuando todos sabíamos que ella no solía hacer eso. Su trastorno
obsesivo compulsivo no le permitía salir de la estructura de la
responsabilidad. Era irritablemente organizada, "cuadrada" diría mi
madre, que nunca estuvo muy de acuerdo en que yo saliera con ella. "Algo
tiene en sus ojos, como si en cualquier momento fuera a engañarte" decía
ella. Quizá tenía razón, quizá no, pero yo estaba loco por ella. Por su manera
de mover los labios al hablar, por su forma tan expresiva de agitar las manos
en el aire cuando quería dar a entender su punto de vista. Ella era tan
enredada, tan difícil de comprender, quizá su manera de ver la vida no
concordaba con la vida misma.
Tuvieron que pasar 3 meses para darme cuenta de todo lo que
podía hacerle a mi corazón. Me volví como un niño, en el peor sentido de la
palabra: confiable, ciego y dependiente. Ella logró dominar cada parte de mi
mente, cada rincón estaba engatusado por su misteriosa manera hablar. Quería emborracharme
de ella y volverme sobrio de su ser. Quería empaparme de su aroma y gastar todo
lo que tenía por complacerla. Estaba obsesionado con ella, y eso me terminó
jugando en contra cuando Jessica apareció en mi vida.
Vannya sabía exactamente qué decirme para desconfigurarme y
volverme loco de remate, y no necesariamente de amor.
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