jueves, 29 de junio de 2017

Lo que consideramos lluvia

Fue la excusa perfecta, para desestabilizar la ecuación y romper el equilibrio. El cielo lloraba la espera de tan ansiada fracción de segundo, todo al rededor se configuraba dando paso al fantasmal silbido de la madrugada. El frío poco a poco nos dominaba, tomaba nuestros extremos para convertirlos en partes inmóviles de su colección. De alguna manera comprendimos lo que las historias hacían rondar en nuestras mentes.
Y la caminata comenzó. Paso lento, calmado, con ganas de no acabarla, un roce suave tranquilizaba el castañeteo de los dientes. No todo era perfecto, de hecho, nada lo era, precisamente así mismo debía ser, la más pura semejanza de lo que somos, seres completa y perfectamente imperfectos, llenos de desarreglados ajustes que de alguna manera aun siguen funcionando. 
Tomábamos turnos inconscientes para respirar, porque así era como calzaba mejor. Algo dominó mis sentidos al verme envuelta en profundas redes que cautivaban mis temblores. Ese agarre firme que sostuvo, por un largo tiempo, mucho más que mi espalda, muchísimo más que mis miedos, y muchísimo más que lo que me destruía.
Era el frío, me decía a mí misma, era el frío que no me dejaba pensar, era el frío que susurraba en mis oídos que los demonios no pasarían de esta semana, ya iba a acabarse y no podía continuar. Mis manos querían recorrer el campo de ilusiones que se presentaba ante mi, era la solución perfecta para unir piezas que ya se habían perdido hace mucho tiempo. Terminé simplemente encarcelándolas en un espacio pequeño, alejadas de las posibilidades que otorgaba el plano recién pulido, espacio tan pequeño y encerrado que se volvían locas por salir. Los olores comenzaban a mezclarse, dejándome fantasear por más de lo permitido. Era ese aroma que invocaba los demonios del pasado, el mismo que permitía hacer las paces conmigo misma, admitir que algo no andaba bien, y que eso estaba bien, completamente bien. 
No todos los días son buenos, ni todas las noches son de descanso. A veces los días apestan y las noches se tornan de eterna oscuridad, aunque sea con todas las luces prendidas. Pero esta no era una de esas, esta era una noche de misterio y de incertidumbre. Todo era posible dentro de las pocas posibilidades. Hasta que llegamos allí. Llegamos y nos quedamos más tiempo del necesario, rogándole al viento que nos permitiera continuar sin tenerlo de enemigo. Pero lo cierto fue que, a pesar de su incesante movimiento, fue nuestro mejor aliado. Se llevó los miedos y esparció las dudas acumuladas. Probablemente la situación no era como la imaginaba, es la verdad, pero era perfecta para grabarla como anécdota para un futuro menos esperanzador.
El fuego danzaba a mi espalda y se colaba entre los abrigos, subía y se esparcía por las debilidades, haciéndolas brillantes y frágiles. Eran nuestras propias perlas de diamante brillando por la ocasión, incluso mi clavícula se doblegaba ante el sutil contacto de la piel fría y la tibia. Retumbaba en mi cabeza el temblor de mi voz, ¿quedaría considerado válido? la verdad ni me importaba, a esas alturas incluso las piedras sabían lo que pensaba, no podía pretender que hubiera sido imperceptible. Las ganas de aventurarse eran más grandes que la capacidad de apreciar el silencio, y salieron las palabras más torpes que podría haber dicho, pero ahí estaban, burlándose de mi en mi cara. Intenté cubrir el nerviosismo con risas, pero todo me gritaba valentía cuando mi mente aun no comprendía lo que estaba pasando.
La gracia de todo el tiempo que bailamos ante los compases mudos fue lo que produjo, una decisión. Una pregunta y una respuesta, otra pregunta, y otra respuesta, y las puertas de la imaginación volvían a abrirse, desplegando años de material oculto que habían sido seleccionados para escribir esta historia y las que vienen más adelante. El chocolate nervioso derritiéndose en la mantequilla de maní creaban más explosiones sensoriales que nunca antes. Si hubiese sabido lo fácil que se nos daba la creación de nuevos aires, habría hecho eso mucho antes, como cuando recién empezaba a comprender que pensar diferente a lo que se esperaba también estaba bien, completamente bien.
Como escribiendo una historia que no debe ser olvidada, así se movían las yemas de mis dedos, frenéticas por grabar cada detalle y plasmarlo en las libretas de la piel más tarde. Frenéticas se mueven en las teclas, intentando imitar la vibración de ese momento, ese preciso momento.
Después de todo, un investigador debe hacer pruebas, entrevistar a los implicados, hasta llegar a contestar la pregunta de investigación, contestarla satisfactoriamente y a cabalidad. Empecemos con nuestra propia fundamentada y elaborada investigación, paso uno: ¿Cuantitativa o cualitativa?