miércoles, 19 de julio de 2017

Fuerte

Y solía escribirte en tartas líneas, pero se desgastó el sentimiento forzado. Trataba siempre de arreglar algo que jamás se rompió. Y no sé con qué objeto digo esto, si yo lo acepté, lo permití y lo pedí a gritos en una mente bulliciosa. No quiero que vuelvas, pero me desgarra la soledad en este vacío de ideas. A veces intentaba imaginar cómo sería tenerte cerca y decirte al oído lo que soñaba de nosotros, pero estabas sordo ante mis melodías porque te ensordece la música que entona otra batería, o flauta, o guitarra, o arpa, lo que sea que te atraiga más.
Resultó ser la misma historia triste del sombrero abandonado, que fue recogido por el cantinero para dejar la propina. Es un buen uso, pero ese sombrero viejo ya no estaba para guardar sobras. Necesitaba más que las monedas olvidadas en el pantalón añejo del albañil.  Nunca volverá algo que jamás se fue, y nunca se fue porque nunca estuvo aquí en primer lugar. Y así es la vida, confusa y difusa; te atrapa por el brazo y te zarandea en la nieve mientras te pega el sol en la cara, para enfriarte en la lluvia luego de pasearte por el desierto. Nadie entiende más que lo que sus fuerzas le permiten, y yo ya no tengo fuerza.